Sufragio no efectivo
Francisco Rodríguez lunes 10, May 2010Índice político
Francisco Rodríguez
EN CUALQUIER DEMOCRACIA más o menos respetable, políticos y administradores públicos temen a la opinión pública y a la expresión electoral que ésta pueda adoptar ante decisiones impopulares -como subir impuestos en plena recesión económica- o escándalos de corrupción.
Pese a lo que se diga, no sucede así en México.
En primer lugar, porque la opinión pública no existe, o bien, está enmascarada por líderes de opinión que manipulan la información, la soslayan o hasta elogian cada ocasión en la que las mayorías reciben puñaladas. Marcela Gómez Zalce les llama “spin doctors”, aunque hay términos más castizos y que los definen mejor.
Luego, porque nuestra peculiar democracia -está científicamente comprobado- derivó en lamentable partidocracia. Son las cúpulas de los organismos falsamente definidos como “de interés público”, las que deciden qué sí y qué no… qué a cambio de qué… cuánto por su tanto.
Se vio de nueva cuenta ahora que el señor Felipe Calderón consiguió unir en una sola voz a los pocos e influyentes cresos con los muchos millones de pobres contra el llamado paquetazo fiscal. Esas voces no contaron.
Pesaron sí, en cambio, las de los priístas que dirigen al partido tricolor y sus fracciones parlamentarias, lo mismo que sus gobernadores. La del perredista Jesús Ortega, incluso, quien sumiso obedeció la orden de poner pies en polvorosa, se fue a Cuba, para evitar siquiera una declaración.
Ni los panistas fueron tomados en cuenta. Vázquez Mota y Madero fungieron cual simples correas de transmisión de decisiones a las que los legisladores del blanquiazul apenas si pusieron resistencia.
Todo se decidió en Los Pinos, con Paredes, los gobernadores y, de última hora, con Beltrones.
¿Costo político?
Es temporal. Los políticos mexicanos no temen a pagar ese costo político en las urnas, por la sencilla razón de que, tras cien años de ser slogan, el “sufragio efectivo” no ha pasado de ahí. Del lema con el que se rubrican los documentos oficiales. Nada más.
Llegará el momento en el que la ciudadanía acuda a las urnas.
Un porcentaje mínimo se acordará de las trastadas que en Los Pinos y en el Congreso se montaron para perjudicar todavía más al bolsillo del potencial elector. En el mejor de los casos, éste votará en contra de los grandes partidos y sufragará a favor de alguno de los pequeños o que están en etapa de consolidación. En el peor de los escenarios, se abstendrá, anulará la papeleta o votará en blanco.
Una mínima parte. Nada por lo que cualquier político se tenga que preocupar.
Las grandes mayorías, empero, han encontrado que su voto tiene valor. Si no político, para con él orientar los cambios o afianzar a los que ya son poderosos, sí económico.
Hace ya un par de décadas que el voto le cuesta a los partidos… y a los gobiernos.
Los hay de todos precios, pero en promedio un billete de 500 pesos es más que suficiente para inclinar la balanza y, como por arte de magia, hacer que desaparezcan los costos políticos.
Electoralmente, todo se compra. Desde funcionarios de casilla, de a 5 mil pesos cada uno, hasta consejeros ciudadanos y magistrados del Tribunal Electoral, cual no pocas veces he comprobado aquí.
¿Temor por los costos políticos que acarreará a los partidos y a sus candidatos el criminal incremento de impuestos?
No. Ninguno.
Quienes lo recuerden dentro de un par de años son minoría.
Las mayorías, por su parte, ya le pusieron precio a su sufragio. De 500 pesos para arriba.
Y usted lo ha visto ocurrir prácticamente en todos los comicios desde 2006.
Índice Flamígero: Opinión del psicoanalista social José Antonio Lara Peinado: “La senadora Zavala, del PAN. llama ‘cobardes y maricones’ a los legisladores del PRI. Lo interesante de esto es que el lenguaje de muchos legisladores suele tener un trasfondo sexual. Como bien lo enseña el psicoanálisis, toda neurosis conlleva una alteración en torno a la sexualidad de quien la padece: eso provoca que se utilice el lenguaje como un intento de exorcizar los fantasmas sexuales que atormentan al neurótico: desde la ‘roque-señal’, hasta las palabras de la senadora yucateca encontramos en las actitudes y lenguaje de muchos legisladores un trasfondo de insatisfacción sexual, que se manifiesta en su trabajo legislativo. Imaginemos tan sólo a un sujeto que, al ser eyaculador precoz o impotente, llega a ser diputado o senador. Para esta clase de sujetos lo importante no es el pueblo. Lo importante es calmar a toda costa su impotencia. Hemos de recordar que para esta clase de sujetos, el levantar el dedo no es más que la representación precoz de una erección. Levantan el dedo con tal facilidad, tal cual quisieran hacerlo en su vida privada. Sin embargo, ahí seguramente no pueden. Los diputados y senadores no son sino la manifestación patológica de un Estado fallido, que lamentablemente parece estar destinado a seguir sosteniéndose de políticos en pleno desequilibrio”.