Palabras mayores, ¿o puro cuento?
¬ Augusto Corro miércoles 3, Abr 2013Punto por punto
Augusto Corro
El viernes pasado, en la noche, Corea del Norte estaba en la boca de todo el mundo, pues se había declarado en estado de guerra contra sus viejos enemigos: Corea del Sur y Estados Unidos. En esos momentos pensé que se iba a acabar el mundo. No fue así. Ninguno de los peleoneros decidió lanzar la primera piedra y que bueno. En eso estamos. Nos felicitamos, porque de realizarse la guerra, ésta no sería a la antigüita, es decir con un enfrentamiento convencional, de soldados contra soldados. No, en esta nueva lucha los beligerantes tendrían que apoyarse en armas modernas, en cohetes y drones (vehículos aéreos no tripulados), etc., con el platillo fuerte de las bombas nucleares.
Consideré que nadie en su sano juicio apostaría a la destrucción del mundo, estaba equivocado. Sí existe el hombre capaz de poner en juego la existencia humana, y este sujeto es el líder de Corea del Norte, el rijoso Kim Jong-un, quien ya demostró su interés por ir a la guerra de la que, casi podríamos asegurar, no tiene la menor idea.
Hijo de papá, como se dice los juniors, quiere emular a su desaparecido progenitor y de pasada convertirse en héroe. ¿Pero que llevó, realmente, al jefe norcoreano a asumir esos desplantes de peleonero de barrio? Pues la necesidad de obtener el reconocimiento popular que lo confirme como el verdadero y único hombre fuerte de su país. Kim Jong-un maneja 30 años de edad en sus documentos oficiales, aunque los historiadores aseguran que no pasa de los 28. Dos años de diferencia no son gran cosa para calificar de inexperto al líder supremo de Corea del Norte. Así pues, el mencionado Kim Jong.un recibió el poder heredado de su padre, sin experiencia, en medio de las críticas de los políticos norcoreanos.
En esos regímenes comunistas cerrados, el joven mandatario ha tenido que sobrevivir a las intrigas políticas de palacio, con la idea de proyectar su imagen de fortaleza y sabiduría, pero con un país lleno de problemas.
Cabe hacer notar que el pueblo norcoreano es uno de los más sufridos del planeta, porque tiene muchos años de enfrentar hambrunas. Esto ha servido para que la opinión mundial critique al gobierno norcoreano que prefiere invertir recursos económicos en ensayos nucleares costosísimos en vez de ofrecerles más comida a sus ciudadanos. Precisamente, el pasado 12 de febrero, Corea del Norte llevó a cabo su tercera prueba nuclear, que obligó a la ONU a aplicar más sanciones.
En esas condiciones el estado de guerra manifestado por Kim Jong-un sólo vendría a reafirmar la condición de economía de guerra que viven, desde hace mucho tiempo, millones de norcoreanos. El hecho es que Corea del Norte ha vivido bajó el régimen de una guerra permanente con Corea del Sur, con un armisticio que nunca se convirtió en tratado de paz.
LAS PROVOCACIONES
En tanto, el líder supremo coreano recibía el apoyo de sus seguidores, Estados Unidos (EU) y Corea del Sur manifestaron que enfrentarán juntos la amenazas y los ataques de Kim Jong-un, en lo que a “ciberataques” se refiere. Recientemente, los sureños fueron objeto de un ciberataque que dañó instituciones oficiales y bancos.
Como se puede apreciar, los coreanos sureños y norteños están bien agarrados del chongo. Los primeros tienen el apoyo, indiscutible de EU. Este país y Corea del Sur han realizado, juntos, maniobras militares que enojaron mucho a Kim Jong-un que ve esas acciones como preparativos de invasión a su territorio. Corea del Norte, como niño caprichoso, declaró que como se ven las cosas, continuarán sus trabajos en un reactor nuclear.
¿HABRÁ GUERRA?
Supongo que a pesar de el espíritu belicoso de Kim Jong-un, lo único que este busca es reconfirmar su calidad de líder supremo y llegar a negociaciones que le permitan sobrevivir en la “jungla” política de su país. El joven mandatario es, seguramente, un lector de “El Príncipe”, de Maquiavelo, en donde el italiano plantea que para unir al pueblo en torno al rey, cuando este refleja debilidad, es necesario juntar a los paisanos para declarar la guerra a otro reino con el propósito de fortalecer la figura del líder supremo.