Pemex, ¿para dónde moverse?
¬ Juan Manuel Magaña martes 19, Mar 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
La verdadera reforma de Pemex consistiría en hacer que de veras pertenezca a los mexicanos. Hasta ahora eso sólo ocurre en el discurso, porque lo cierto es que sus beneficios están bien capturados por una red de intereses, entre los cuales están primero los de los más ricos de este país.
Pemex ha sido exprimido por un fisco, que a su vez devuelve o perdona una enorme cantidad de dinero en impuestos a las grandes empresas del territorio.
Y así es como en parte se explica que los gobiernos no tengan dinero para frenar la desigualdad social. Esa enorme deformación de la economía estatal ha sido la que ha apretado tanto a Pemex hasta casi ahorcarlo.
Otra tenaza que le ha hecho daño letal es la corrupción. La paraestatal ha sido pródiga pero para políticos, amigos, prestanombres y parientes de quienes han estado en el primer círculo del poder.
La vista más descarada de esto la tuvimos recientemente con Juan Camilo Mouriño.
Otra más, es la que en diferentes momentos de la historia se nos ha revelado: las enormes transfusiones de recursos que se la han hecho a su sindicato, en grado tal que no se puede pensar en su líder Carlos Romero Deschamps sin asociarlo con un lujoso yate o con un Ferrari, y sin compararlo con Elba Esther.
Y faltaría por mencionar la forma en que la paraestatal ha sido también atenazada por el crimen organizado, que ordeña a placer sus ductos de gasolina y gas para traficar con eso en un gran mercado negro.
Soltar a la empresa de esa red de intereses debería ser el verdadero propósito de la reforma. Redireccionar sus recursos para que se fortalezca y para que apoye el desarrollo nacional tendría que ser el objetivo.
Sólo así se podría hacer efectiva aquella expresión demagógica de que Pemex, el petróleo, es de los mexicanos.
Todo el entorno político y económico de México está a la espera de una anunciada reforma energética. Las posturas se están dando y hasta colocándose en conflicto potencial. Contra lo que se supone sea una privatización, se organiza una resistencia, que ya vimos en qué acabó cuando Felipe Calderón sí quiso hacer tal cosa en forma engañosa.
El presidente Enrique Peña Nieto acaba de decir que Pemex “no se vende ni se privatiza, es y seguirá siendo patrimonio de todos los mexicanos”. Y agregó que “Hay que mover a Pemex para que Pemex mueva a México”
Planteado así pareciera ir en el buen sentido que mencionamos en este texto.
Pero eso sólo se sabrá hasta que lo que proponga y firme esté en el papel. Y pareciera ir en este sentido lo anunciado por el dirigente priísta César Camacho Quiroz: que será en el llamado Pacto por México donde “todos los partidos” impulsarán una reforma energética que beneficie al país.
Una voz calificada es la del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien sostuvo que por mil razones el cambio en la política petrolera es urgente pues la industria enfrenta un severo deterioro.
Pero por eso censuró que los gobiernos neoliberales hayan atribuido la situación que enfrenta Pemex a la falta de capitales y capacidad financiera, aun cuando resulta de alta rentabilidad para inversionistas privados.
Consideró que el régimen fiscal al que se ha sometido a la paraestatal le ha impedido funcionar con la eficacia que requiere y mantener los ritmos de inversión necesarios.
Y ahí está ya en las calles Andrés Manuel López Obrador con su movimiento Morena y otras organizaciones que le siguen para oponerse rotundamente a una eventual privatización, pues temen, al igual que Cárdenas, que se diga una cosa para al final hacerse precisamente lo contrario.
Está más que claro que en la escena hay a la vez un temor no despejado y un consenso aun no firmado. Dos posibles finales que harán historia. En medio, el suspenso.