Cambio educativo: ¿habilidad o fuerza?
¬ Juan Manuel Magaña lunes 18, Mar 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
El secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, insiste en que se debe aplicar la ley y sancionar económicamente a los profesores que participen en protestas públicas, paros de labores y otras muestras de inconformidad.
Pero esos maestros salen a las calles y le muestran a él y a la sociedad algo más que el músculo.
Muestran los múltiples lados de dificultad y complejidad que tiene la reforma educativa aprobada apenas en el papel, todo lo cual va mucho más lejos que el mero encarcelamiento de Elba Esther Gordillo. La primera idea simple que queda demostrada es: la caída de la Gordillo no es la hazaña de la reforma.
Si algún lector va a la hemeroteca y consulta los diarios de hace 25 o 30 años se dará cuenta de que las luchas magisteriales tenían la misma intensidad de ahora y en la misma geografía -Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Chiapas-, y que ese mundo casi en nada mejora con la ausencia de Elba Esther.
¿Eso que quiere decir? Que queda demostrado que los gobiernos no han resuelto los problemas de fondo en todo este tiempo y que a la reforma planteada todavía hay que incorporarle contenidos si no queremos pasarnos otros 30 amorcillados años.
Un ejemplo: cae la maestra, pero no se facilita una apertura democrática en la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Más bien termina imponiéndose una continuidad de manera similar a la que como se hizo con el relevo de Carlos Jonguitud por Elba Esther, lo que resultó ser el frankenstein recargado.
La semana pasada, el magisterio disidente agrupado en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, realizó una marcha en el DF y un fuerte bloqueo en la Autopista del Sol.
¿Qué consiguió? Entablar interlocución con el gobierno federal para tratar de ser parte en algo que se quiere reformar con ellos mismos.
Pero este solo hecho de interlocución -que es logro fundamental si se quiere arreglar algo-, lo hemos visto repetir de un modo frustrante cualquier número de veces en 30 años, porque lo que no ha ocurrido es lo que sigue de la interlocución.
Las pláticas se rompen, se perpetúan los paros, se multiplican las protestas y se llega a la compra de algunos dirigentes. Y así es como el problema ha seguido en un país al que volvieron cada vez más ignorante.
Esta vez la disidencia pactó la instalación de mesas de trabajo con la SEP y el ISSSTE para el próximo 23 de marzo y el 2 y 3 de abril.
La disidencia busca ser atendida en cinco puntos de un pliego petitorio y se advierte que la convocatoria a un paro indefinido de labores a partir del próximo 23 de marzo dependerá de los resultados que se obtengan en las mesas de negociación.
De entrada, los maestros se niegan a ser los malos de la película, los responsables casi únicos del retraso educativo (como los quiere pintar Televisa y la organización derechista Mexicanos Primero).
Lo que no ven en la reforma expuesta son directrices claras que indiquen la forma en que se conseguirá mejorar la calidad de la enseñanza.
Y les preocupa que se vaya a atentar contra sus derechos y conquistas laborales.
Todo esto se suma a su demanda de democratización del SNTE y a una defensa de la educación pública.
Tengan o no razón, lo que dicen se puede discutir, negociar. La Secretaría de Gobernación parece haber abierto de nuevo ese camino de otros años. Pero está la otra manera, la que sugiere Chuayffet de entrarle a los problemas.
En 30 años hemos visto en qué acaban las cosas cuando se pretende que sea a fuerzas. La diferencia es que esta vez la oportunidad es grande porque hay una reforma como resultado de un consenso inusual entre fuerzas antagónicas.
Y el peso de que todo salga bien no parece estar en los hombros de los maestros sino del gobierno. Para sostenerlo necesitará más habilidad que fuerza.