Reflexión herética
¬ Juan Manuel Magaña jueves 14, Mar 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
Para estar a tono con el vuelo religioso que traen las noticias, he de confesar que ayer me daba grima tener que hablar de la elección del Papa. La forma en que la televisión “informaba” del suceso me dejaba en la boca un sabor agrio, como a centavo egipcio. Los enviados hasta ponían actitud mustia y docta de los dogmas celestiales. Que flojera.
Y en vez ofrecer sus reportes y comentarios con el clásico tono periodístico, parecía más bien que se ponían a rezar. Hasta se hicieron acompañar de algún padre que obviamente no vio más que humildad, sencillez, santidad y buena onda en el argentino, que ahora se hace nombrar Francisco . Y así machacaron con ello los enviados de la tele.
Y de hecho se rezó. La tele no se limitó a informar escuetamente del hecho periodístico de elección papal, no se atuvo a cortar debidamente lo periodístico de los acontecimientos. No, los enviados tuvieron tele abierta para dejar pasar hasta el momento de los rezos.
Y claro, del contexto nada. O muy poco. Ni un perfil serio del nuevo personaje. Ni siquiera una debida atención a los católicos de hoy que requieren de una visión actual y crítica respecto de los que dicen ser sus intermediarios ante la divinidad.
Nada sobre los problemas de una Iglesia que le ha fallado al mundo. Vamos, se acaba de vivir el reemplazo de la cabeza de esa Iglesia porque lo anterior fue un papado fallido frente a dichas dificultades, y la tele no le da a los creyentes más que oraciones en vez de información y opinión diversa.
¿Cómo se llama eso? Eso es una imposición cultural. Eso es imponer a oscuras el yugo de una religión en especial a un pueblo. A ver, ¿por qué la tele no nos “informa” de manera similar de rituales análogos de otras religiones? ¿Por qué en el caso de ésta sí filtra sus procesos según las reglas del periodismo y en el otro no?
Lo más loco de todo es que la tele y sus enviados se la creen… creen que hicieron una hazaña de cobertura “periodística”, repitiéndonos hasta el cansancio los manuales de operación del Vaticano.
Ayer mismo circularon en la prensa crítica versiones inquietantes sobre el nuevo Pontífice, que lo relacionan, según testimonios, con la dictadura que gobernó su país, Argentina, entre 1976 y 1982.
El asunto es muy serio: a Jorge Mario Bergoglio, que es el nombre de pila del nuevo Papa, se le acusa de haber retirado la protección de su orden religiosa a dos jesuitas detenidos clandestinamente por el gobierno de facto.
Y no es todo. Otro dato ventilado ayer mismo indica que Bergoglio fue citado en una ocasión por la justicia de Argentina como testigo en el caso que juzgaba a responsables del plan sistemático de apropiación de menores hijos de desaparecidos durante la pasada dictadura militar.
En este mismo perfil de su persona, hay opiniones que dicen que la historia lo condena, pues lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras de la Iglesia.
Y la tele mexicana pone a la gente a rezar. Ya que venga la competencia. Y entonces sí habrá que encomendarse al Eterno para que, ahora que llegue, esa competencia no nos vaya a salir tan mala.