Señales
Ramón Zurita Sahagún lunes 4, Mar 2013De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Fueron diversas las señales que desde las altas esferas políticas le lanzaron a Elba Esther Gordillo Morales, mismas que jamás comprendió o que, por su soberbia, desdeñó.
Los favoritos en las encuestas le dejaron claro que podían tejer alianzas, pero que éstas no serían todo lo favorables y ventajosas que habían sido con las administraciones panistas.
Elba Esther no quiso que su partido (Nueva Alianza) estableciera relaciones con el organismo político (Acción Nacional) con el que había sacado las mejores ventajas desde su arribo al liderazgo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
La candidatura presidencial de Josefina Vázquez Mota la hizo replegarse y no considerar ninguna posibilidad de alianza con ese partido, ya que se trataba de una de sus principales adversarias políticas, con la que había roto diálogo durante su paso por la Secretaría de Educación Pública.
Elba Esther se sintió con más fuerza de la que en realidad tenía y sus alfiles se sentaron a negociar con el PRI, para establecer una poderosa coalición que le permitiera al tricolor contar con el respaldo magisterial, supuestamente, necesario para su regreso a Los Pinos.
Sus condicionamientos fueron tan grandes que las pláticas no llegaron a feliz término y Nueva Alianza debió ir solo a los comicios de julio pasado, mientras que el PRI sostuvo su relación con el Partido Verde, un organismo que había mostrado su efectividad en las urnas.
Y es que para los priístas resultaba sumamente costoso entregar casi una decena de candidaturas al Senado para el Partido Nueva Alianza y un número similar para el Partido Verde Ecologista de México, con lo que los militantes tricolores quedarían marginados.
Una eventual rebelión de los aspirantes priístas daría al traste con las posibilidades de regreso de ese partido a Los Pinos y pondría en riesgo la unidad, hasta entonces mantenida.
Ese fue el primer aviso de que las cosas serían diferentes para Elba Esther y su grupo, en caso de que el PRI ganara la Presidencia de la República.
La campaña transcurrió, se dieron los resultados favorables para Enrique Peña Nieto y su partido, al tiempo que Nueva Alianza obtenía también una votación favorable que le permitió contar con una bancada de diez diputados federales.
Sin embargo, en los tiempos de la transición, la dirigente del SNTE no fue considerada como elemento primordial para las negociaciones y el establecimiento de los futuros programas de gobierno.
Llegó el segundo aviso, el nombre de Emilio Chuayffet Chemor se filtró como posible ocupante de la Secretaría de Educación Pública, el feudo que la chiapaneca quería para uno de sus allegados. De nada valieron sus reclamos públicos, el mexiquense fue anunciado como titular de la SEP, al tiempo que se desgranaron otros cargos públicos menores, donde Elba mantenía cacicazgos.
Los nombres de los titulares de Lotería Nacional, ISSSTE y los de segundo nivel en la SEP fueron conociéndose y ninguno de ellos pertenecía al ámbito de la profesora Gordillo Morales.
Atrás quedaron los tiempos en que la dirigente magisterial nombraba a los titulares de esos cargos y las posiciones eran vistas como parte de las canonjías que le permitían mantener alianzas con el partido gobernante.
Eso tampoco lo entendió la profesora Gordillo Morales y mucho menos que la reforma educativa anunciada por el propio Ejecutivo federal como parte fundamental de sus primeras acciones de gobierno no se detendría ante nada.
Los estrategas del gobierno y su partido venían trabajando en ese documento, por lo que no fue tan difícil elaborarlo, presentarlo ante el Congreso y aprobarlo.
Esa fue otra señal desdeñada o no entendida por la dirigente magisterial y sus huestes.
Otra más, el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, acude al Senado de la República y se lanza en contra de una serie de programas que se venían operando desde la SEP, a un elevado costo (19 mil millones de pesos) sin resultados de ninguna clase. La operación se hacía desde la Subsecretaría de Educación Básica, misma que hasta unos meses antes venía operando Fernando González Sánchez (yerno de Elba Esther).
La respuesta magisterial no se hizo esperar y el secretario de Educación Pública fue tachado, lo menos, de ignorante.
Como corolario de las señales que le fueron enviadas, un día antes de que la profesora Gordillo Morales fuese arrestada, el Presidente de la República promulgó la reforma educativa, la misma que tanto habían objetado los maestros y la que, según algunas versiones, tendría respuesta magisterial en los días siguientes.
Durante todo ese lapso, la dirigente magisterial y promotora del Partido Nueva Alianza, se mantuvo con la misma soberbia con la que había logrado sus mejores arreglos en los tiempos de las dos administraciones presidenciales de Acción Nacional, la de Vicente Fox Quesada y la de Felipe Calderón Hinojosa, cuando la fortuna le sonreía. Jamás entendió que los tiempos habían cambiado y que su posición era endeble, debido a sus propios excesos y tozudez para negociar en otros terrenos.
Elba no comprendió, o su ceguera y soberbia se lo impidieron, que desde el poder se construyó su imperio y que éste se podría desmoronar de la misma forma en que fue edificado. Sus aliados del pasado se esfumaron y algunos de ellos contribuyeron poniendo algunos de los clavos con lo que construido su ataúd político.
Aquella frase que, supuestamente, la profesora le envió a Emilio Chuayffet Chemor como advertencia hacia el futuro, sobre el contenido de su epitafio, podrá revertírsele a la chiapaneca, que bajo acusaciones de desvío de recursos y lavado de dinero conocerá su futuro en unas horas más.