Sodoma
¬ Juan Manuel Magaña lunes 25, Feb 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
El problema es que son lo que reprueban, lo que repudian, lo que desprecian: son corruptos, sodomitas y pederastas. Y son demasiados. Tantos, como para estar acabando con una poderosa construcción de dos milenios que logró, como un imperio, extenderse a casi todo el mundo. Quien lo iba a decir, que los grandes enemigos de la iglesia católica no estaban afuera sino que son muchos de sus propios dirigentes.
Quién iba a pensar que lo verdaderamente maligno ha estado dentro y no afuera de esa institución cumbre de la moralidad planetaria.
La noticia es pasmosa y tuvo una repercusión global dada la importancia del que la publicó: el diario italiano La Repubblica, que dijo que el papa Benedicto XVI decidió renunciar luego de una investigación interna que le reveló el alcance de los escándalos por corrupción y sexuales dentro del Vaticano.
De acuerdo con la información, tres cardenales: Jozef Tomko —ex jefe de los servicios secretos del Vaticano—, Salvatore De Giorgi y Julián Herranz —del Opus Dei—, fueron consultados para corroborar las alegaciones sobre abusos financieros, favoritismos y corrupción a los que aludían documentos confidenciales papales, los famosos VatiLeaks. Se dijo que el 17 de diciembre de 2012, dichos cardenales entregaron a Benedicto XVI dos volúmenes de unas 300 páginas que daban una idea precisa del daño y los “peces podridos” en el interior de la Santa Sede.
“Fue en ese día, con esos papeles en su escritorio, que Benedicto XVI tomó la decisión, una semana antes de Navidad, sobre la que había meditado durante tanto tiempo”. La Repubblica aseguró, citando una fuente segura, que el Papa recibió de los cardenales información “sobre el incumplimiento del sexto y séptimo mandamientos”, que aluden al adulterio y al robo, pues los cardenales habrían descubierto una red clandestina de homosexuales, cuyos miembros organizaban encuentros sexuales en numerosos lugares de Roma y el Vaticano y que, a raíz de sus orientaciones sexuales, los integrantes de esa red eran propensos a chantajes.
Estas perversiones que se dan en el seno de la iglesia nos hacen evocar la historia de los Borgia, la real y la que se multiplicó en novelas y en el cine.
La diferencia es que ahora se trata de información pura susceptible de comunicarse a todo el mundo en un instante.
Lo menos que pueden pensar a un mismo tiempo cientos -si no es que miles- de millones de personas es que esa milenaria intermediación con Dios ha dejado de tener significado.
Tan lejos ha estado esa iglesia de sus tribulaciones actuales y tan sola se ha quedado la gente en el mundo que lo menos que se puede deducir es que no queda más que intentar algún tipo de acceso directo con el eterno.
Imaginen: según La Repubblica, la red perversa funcionaba como un grupo de poder, un lobby articulado con base en las congregaciones religiosas, pero también en la inclinación sexual. Entre los mencionados en el reporte de los tres cardenales está Marco Simeon, directivo de la televisión estatal RAI y considerado muy cercano al secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone.
El reporte secreto alertó también sobre vínculos sospechosos en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), es decir, el banco del Vaticano.
La depravación de quienes se han asumido como intermediarios con la divinidad ha sido y es incontenible. Su pederastia y voracidad sexual es global. Ayer mismo el cardenal británico Keith O’Brien ha sido denunciado ante el Vaticano de “comportamientos inapropiados”.
Corrupción y sexo, son lo que ellos condenan. Su problema es el mismo que tiene cualquier político: la hipocresía. Y por eso quizá ya el Vaticano, como ciertos lugares de la Tierra, como aquí, viven ya la devastación, aunque lenta, que en el fondo de los tiempos sufrió Sodoma y Gomorra.