Un peligro ser alcalde
¬ Augusto Corro lunes 25, Feb 2013Punto por punto
Augusto Corro
En el municipio se encuentran los eslabones más débiles en la lucha contra la delincuencia organizada. Los alcaldes, ex ediles, policías y funcionarios en general son víctimas de la espiral de violencia que empezó en el 2006, cuando Calderón decidió, sin conocer la dimensión del problema, enfrentar a los cárteles de la droga.
De esa guerra fallida, el saldo es una mortandad estimada en 70 mil personas asesinadas, miles de desaparecidos y el tejido social hecho trizas. Entre esos crímenes se encuentran los relacionados con los funcionarios de la base de gobierno que están en las presidencias locales.
En las noticias, los policías municipales, en muchos casos, son los personajes que aparecen como los malos de la película, por sus relaciones descaradas con los narcos. Hacen el papel de secuestradores, sicarios y cumplen con todas las órdenes que les dictan sus verdaderos patrones: los capos. La Conferencia Nacional de Municipios (CNM), de reciente creación, informó en enero que “en los últimos cinco años han sido asesinados 31 alcaldes a manos del crimen organizado”.
Por otra parte se registran los ex alcaldes, alcaldes electos que integran una lista de más de mil 200 funcionarios municipales responsables de las áreas de seguridad, que también han perdido la vida. Claro, los factores que propician las agresiones hacia los funcionarios públicos locales son múltiples y entre estos están la falta de preparación, la escasez de armas y los compromisos que no cumplen los alcaldes o la negativa de colaborar con los hampones.
En la realidad, los alcaldes y los policías se encuentran a merced del hampa. Esos eslabones tan importantes en el engranaje del gobierno no han tenido la atención adecuada por parte de las autoridades superiores.
Claro, nos referimos a los presidentes de municipios en los que ser el alcalde y nada es lo mismo. Pueblos alejados de los centros del poder sin ninguna ayuda. Las grandes partidas económicas de los presupuestos se quedan en las capitales de los estados que es donde el gobernador en turno hace la repartición de acuerdo a su conveniencia. ¿Y los municipios pobres? Pues en estos lugares, las autoridades tienen que enfrentar a la delincuencia con los medios a su alcance, que como señalamos, son más que raquíticos.
Así el ambiente es propicio para que los maleantes y las propias autoridades violen las leyes. Son innumerables los casos en los que la propia policía asesina a las víctimas que solicitan ayuda. Los cárteles de la droga tienen fácil la acción de reclutar entre los elementos de la fuerza pública a sus sicarios, halcones y toda clase de delincuentes que forman su base en la lucha contra la justicia.
Basta una amenaza o una untada de mano para llevar a sus filas a los policías que, no lo piensan dos veces en unirse al narco, pues ganan salarios de hambre.
Debido a la situación de vulnerabilidad de alcaldes y ex alcaldes, los dirigentes de la CNM exigen el establecimiento de un programa nacional que atienda el problema. No será fácil. Por el momento, los presidentes municipales tendrán que utilizar su ingenio para sortear el asedio de los victimarios.
Lo anterior viene a colación porque el viernes pasado, el ex alcalde de Julimes, Chihuahua, y precandidato de Acción Nacional a ocupar nuevamente el cargo, David Carrasco Carnero, de 55 años, fue ultimado de cinco balazos cuando iba a revisar su parcela. Primero, sus familiares lo reportaron como desaparecido, horas después lo encontraron muerto.
Corrió con mejor suerte el ex alcalde del municipio Angel Albino Corzo, Juan Enrique Farrera Esponda. Resulta que varios sujetos armados irrumpieron en su domicilio y lo agredieron. Como pudo, el ex edil se defendió y solo sacó un rozón de bala en la frente. Los delincuentes huyeron. Son estos casos, tratados superficialmente, dos botones de muestra de lo que padecen aquellos ciudadanos que fueron, son o aspiran a ser alcaldes. Son la parte más débil de esa cadena de violencia que padecen muchos pueblos.