El puritito desmadre
¬ Juan Manuel Magaña viernes 22, Feb 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
Qué semana para México. Mientras los políticos se hunden en el descrédito y retozan dándose sus buenos agarrones, la Auditoría Superior de la Federación sentencia al país con una rotunda frase: “En los últimos 30 años, las políticas públicas de combate a la corrupción han fallado”.
Es oficial: el país ha estado a merced del crimen y los últimos informes sólo nos confirman que, efectivamente la Estela de Luz, era lo único que faltaba para consagrar la corrupción: su monumento.
Sólo a este país, al que hasta la capacidad de indignación le han robado, le puede pasar todo esto. Ayer hablábamos de la miseria multiplicada de manera inclemente y paciente durante los últimos 30 años.
Y hoy hablamos de la corrupción como un cáncer que sin remedio nos invadió. Años de trabajo llevarían arreglar tal desastre, si es que tuviera arreglo, pero los políticos sólo están en su frivolidad. Sucesos que aparentemente son triviales a lo largo de una semana nos muestran cómo lo descompuesto está tan relacionado y que no se trata de algo menor.
“El Niño Verde” se nos revela como lo que es: un hijo horrible del sistema, beneficiario y pieza dúctil de la corrupción, con el que varios columnistas -que también lo han prohijado- ahora practican su deporte favorito de desollarlo vivo y chuparle la sangre. Otro día, el senador Manlio Fabio Beltrones y el gobernador de Guerrero, Ángel Aceves Saucedo viven su propio festín de invectivas recíprocas -”ebrio”, sugiere uno del otro; “represor”, le devuelve el otro-, hasta que en el colmo de lo insólito el presidente Enrique Peña Nieto tiene que intervenir para pedirles que dejen de retozar porque podrían estropear el Pacto por México. Pero en el seno de ese Pacto, el líder panista Gustavo Madero y su correligionario el senador Ernesto Cordero dirimen a gritos sus diferencias sobre una posible iniciativa de reforma en telecomunicaciones, sin importarles la presencia de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, y los dirigentes del PRI, César Camacho, y del PRD, Jesús Zambrano. Cordero, quien todavía hoy sólo obedece a Felipe Calderón, se queja delante de todos de que Madero se le esconde y no contesta sus llamadas, motivo por el cual no tiene ni idea de lo que se acuerda ahí en el Pacto.
En otra parte, senadores panistas que se le rebelan a Cordero motivan que el Senado eche abajo, así nomás, la posibilidad de que Peña Nieto y el secretario de Defensa, Salvador Cienfuegos, fuesen ayer oradores en una sesión conmemorativa del Centenario del Ejército.
Y en medio de todo esto es como la Auditoría Superior de la Federación nos descubre cómo en el 2011, el año quinto del calderonato, se vivió el clímax de la corrupción: de cada peso fiscal recaudado, el gobierno devolvió 21 centavos a los grandes empresarios, pero por cada peso presupuestado para obras el gobierno terminó pagando tres y aceptó de cada empresa privada concesionada hasta casi cinco años de retraso en el calendario de entrega.
El sexenio fue un desmadre de creación caprichosa de 300 mil plazas burocráticas, de compras indebidas de equipos, de planeación inadecuada en obra conmemorativa, de pagar salarios a ausentes, de opacidad en endeudamiento de gobiernos locales, de incumplimiento de metas en programas, de saqueo, robo y tráfico de influencias lo mismo en la policía, que en Pemex, en la SEP, en el IMSS, en la CFE… Por eso ya. Ya no es posible que los políticos nos sigan recetando sus desmadres, mientras este país ha vivido en atraco permanente. No es posible seguir viendo el espectáculo de los últimos 30 años en que muchos de que los que deberían estar en la cárcel, mejor han sido premiados con una curul o con una cátedra en Harvard o con un cargo en alguna transnacional. Ya no.