La liberación del CCH
¬ José Antonio López Sosa jueves 21, Feb 2013Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Resulta una lástima que un problema dentro de una institución educativa del sector público, al que todos los mexicanos tenemos acceso, lleve a la toma de instalaciones de uno u otro lado y literalmente, ponga precio político a que las mismas regresen a quienes le pertenecen: los miles de alumnos que asisten a las aulas.
Soy egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, como universitario me tocó vivir el inicio de la huelga en el año 1999 cuando el estado quiso aumentar drásticamente las cuotas de inscripción y anualidad en la Universidad, la lucha universitaria constituye una de las formas de defensa popular que existen en la sociedad, ideas y proyectos se conjugan en las aulas y se transforman en protestas contra decisiones gubernamentales que puedan atentar no sólo contra una comunidad universitaria, sino contra la sociedad en general.
Una cosa es la protesta y la exigencia de los universitarios en la vida pública del país y otra es una afectación del tamaño de la toma de un Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH).
Como todo fenómeno político y social, las medidas que se van tomando van de acuerdo a la necesidad o a los factores que rodean el entorno, así me es imposible pensar en el gran movimiento de 1968 sin que los estudiantes hubiesen tomado instalaciones universitarias, sin embargo, las mismas deben estar justificadas y no ser armas políticas usadas a la menor provocación.
Tal vez sea momento de revisar los mecanismos de representación universitaria, quizá sea necesaria la participación activa de los egresados y estudiantes en los programas de estudio y evaluación en el nivel bachillerato (el que corresponde al CCH), pero no concuerdo que sea el momento de tomar de escuelas en forma de protesta, cuando lo que se requiere en este país es educación pública de calidad.
Es evidente que quien es ajeno a los procesos universitarios y educativos del sector público, se escandaliza de más señalando a los protestantes como un grupo de zánganos oportunistas, quizá puedan o no serlo, resulta también irresponsable acusarlos de forma genérica pero también resulta improcedente -insisto- mantener tomadas las instalaciones tal como lo han hecho.
Pudiera sonar a contradicción pero no lo es, una cosa es la forma y otra el fondo, el fondo puede ser legítimo pero la forma no lo es.
Ha llegado el momento que las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de México tomen en serio el problema y busquen no solo una solución expedita como respuesta a un chantaje de quienes protestan, se requieren soluciones de fondo a las problemáticas y sobre todo, evitar sin autoritarismo y con la razón, que estos episodios se repitan en nuestra querida UNAM.
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