Campa y el extensionista
¬ Juan Manuel Magaña viernes 15, Feb 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
Ahora que se busca la paz del país, ya no mediante la guerra al estilo Calderón, se dice que el gran dilema de las autoridades es cómo entrar a una colonia, aldea o barrio donde la drogadicción constituye el gran problema. Qué interesante.
El asunto nos remite al punto de origen del narcotráfico en México, cuando los caciques en el poder, la policía y los militares entregaron a los aldeanos las semillas de amapola o mariguana y convirtieron a las comunidades en espacios cerrados de los que el Estado -el aparato- se retiró.
Con el tiempo, militares y comandantes policiacos hasta se volvieron capos, formaron cárteles y dominaron territorios en muchos de los cuales los maestros, los médicos, los policías y los delegados de agencias estatales locales o federales simplemente se esfumaron. Así pasaron más de tres, cuatro décadas, con sus últimos dos sexenios en que el enorme problema hizo erupción. La pregunta es, ¿y cómo le van a hacer para regresar el Estado a todos esos sitios?
La guerra de Calderón no logró uno solo de los objetivos con que la justificaron. No se recuperó territorio del que se apoderaron los narcos. En vez de achicar fue ampliado el mercado interno de drogas. Los cárteles no fueron disminuidos, sino fortalecidos con renovado y asombroso armamento. Por añadidura, la recuperación de las policías fue un estrepitoso fracaso, en especial la de Genaro García Luna. Y el desgaste del Ejército fue tan brutal que ya deambula, en voz de su general, de capa caída. O sea: es la derrota misma, heredada por Calderón a la Patria, el nuevo punto de partida para intentar enfrentar el problema.
¿Entonces, cómo le van a hacer?
Según el subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación (SG), Roberto Campa Cifrián, se va a aplicar una ‘‘acupuntura sociourbana’’ en el país, mediante la cual el gobierno “intervendrá” en las comunidades más violentas con una política de obras y servicios basada en la cooperación y solidaridad de sus habitantes.
El funcionario ha dicho en estos días que los puntos a atender en una primera fase son aquellos donde ocurre el 40 por ciento de los delitos a nivel nacional. Es decir, 48 municipios, dos delegaciones del Distrito Federal (Iztapalapa y Gustavo A. Madero) y siete regiones metropolitanas. Es ahí, precisó, donde se presenta con mayor crudeza el binomio: falta de oportunidades y desigualdad.
No sé si por deformación el funcionario emplea un vocabulario priísta: “solidaridad”, “oportunidades”, y hasta se voló la barda con lo de “acupuntura sociourbana”. Pero eso es lo de menos. El problema es que Campa no suena creíble.
De seguro él mismo sabe que ahí donde se quiere meter este gobierno es en lugares donde hay casas de seguridad bien pertrechadas de los narcos, que son vigiladas por los pandilleros del lugar contratados como halcones o sicarios o narcomenudistas. Lugares, en fin, tan inhóspitos como llegó a ser la abandonada Ciudad Juárez. Me pregunto qué van a hacer los modernos extensionistas enviados por el gobierno cuando a la primera les nieguen los “buenos días”.
Claro que a lo mejor la cosa se puede aflojar un poco con aquello de lo que Campa dice que se gastará en el programa de prevención: 2 mil 500 millones de pesos del Presupuesto de Egresos de la Federación; 900 millones por subsidios federales a municipios y una bolsa de todos los programas gubernamentales en el país de más de 115 mil millones de pesos.