No patear más el avispero
¬ Juan Manuel Magaña jueves 14, Feb 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
Es una cruda verdad que la violencia se ha mantenido en el país. Sigue perdido el control gubernamental en extensas franjas territoriales y como cosa inexorable se cumple a diario una cuota de muertes, secuestros y atrocidades. La violencia que generó Calderón con su guerra sesgada a los cárteles es un engendro que por ahí se nos quedó como con vida propia. Las mafias quedaron en la disputa de una supremacía que no llega o de la supervivencia por la vía de su mutuo exterminio, con la población entre sus patas.
Otra cruda realidad es que, a poco más de dos meses de arribo al poder, al nuevo presidente ya se le empiezan a multiplicar las exigencias de los prontos resultados que él mismo prometió para mejorar la seguridad y recuperar la tranquilidad del país. Y es en este contexto que anteayer Enrique Peña Nieto sostuvo que la paz es posible y alcanzable.
Como jefe del Ejecutivo puso en marcha, en medio de una gran expectativa, el Programa para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia. Y este es el giro que se supone se esperaba a la “estrategia” fracasada que siguió su antecesor. La idea se resume en ya no insistir tanto en el camino de la bruta fuerza que siguió Calderón y en mejor “prestar mayor atención a evitar el delito para prevenir el futuro”. En una frase: ya no hay que patear más el avispero.
A proclamar que la paz es posible, Peña dijo que lo hará ‘‘generando espacios y entornos favorables a una convivencia social pacífica, ordenada, feliz para los ciudadanos. Será posible que evitemos precisamente que el día de mañana tengamos una delincuencia extendida en varias partes del país’’.
En su discurso fue, como no queriendo, especialmente crítico de lo ocurrido en el periodo anterior y como con ganas de que se tome nota allende la frontera. El combate a la delincuencia organizada -subrayó- no puede hacerse sólo mediante una sofisticación mayor en el armamento o con mayor número de policías y de elementos de las fuerzas armadas.
Hace unos días hablamos de cuál podía ser el sentido de que el secretario de Defensa dijese a legisladores que el ejército se ha desgastado y que hay que levantarle la moral: el de atenuar la presión de EU para que aquí se siga librando la anacrónica guerra, que por cierto tiene el descaro de reconocer como tal.
Y este es más o menos el mismo sentido de lo que dice el secretario de Gobernación cuando pide más tiempo para esos prontos resultados, que obviamente no iban a llegar en sólo dos meses. Es, en fin, el sentido de la nueva estrategia de ahora prestar mayor atención a evitar el delito. ‘‘Se trata de corregir -explicó Peña- lo que hoy lamentablemente estamos viviendo de manera insistente en algunas zonas del país; se trata de revertir estos escenarios, pero también de prevenir para el futuro’’.
Es obvio que las mafias del narcotráfico también podrán tomar nota de la nueva estrategia. La paz puede hacerles suponer el cese de la guerra heredada por Calderón, que con la fuerza del Estado generó más violencia. Y supone a la vez la no más violencia entre los cárteles, competidores al fin en un negocio que es y será realidad innegable en este país por mucho tiempo, siempre que de aquel lado de la frontera se sigan metiendo alegremente lo que el país produce. Nuestra economía, por decirlo así, está narcotizada. Es la cruda verdad. Dónde quedó, por ejemplo, el combate al lavado de dinero. Ahora con el tiempo sabremos si lo que hoy se busca es recuperar la paz -para intentar extinguir el mal por otros medios- o se quiso la pax: para que el mal resida pacíficamente entre nosotros.