Sensibilidad populista
¬ Claudia Rodríguez martes 4, May 2010Acta Pública
Claudia Rodríguez
En la administración calderonista hemos sido llevados de la mano del gobierno en turno a sentir diferentes sensaciones. Así, nos han hecho copartícipes de esperanzas y fracasos, pero también de innumerables responsabilidades. El llamado a la unidad nacional como fórmula para enfrentar los flagelos que nos aquejan son continuos en el discurso oficial.
En el que pareciera no muy lejano 2006, abrigamos la esperanza de superar la terrible crisis del empleo en donde son ya varios nuestros familiares y conocidos que lo han ido perdiendo sin que hasta ahora hayan podido recuperar su fuente de trabajo. Algunos mexicanos confiaron en exceso en que el señor Calderón sería “el presidente del empleo”, otros, le concedimos el beneficio de la duda.
Después, desde el Poder Ejecutivo se dio un cambio de rumbo de la tarea designada prioridad nacional. Había que combatir al mercado ilegal de los estupefacientes y para tal efecto, declararle la “guerra al narcotráfico y al crimen organizado”. Hasta parecía que un nuevo disfraz infantil sugerido, era el de elemento de las fuerzas castrenses. Y la sociedad de nuevo involucrada, sin sopesar las consecuencias sociales y violentas de tal responsabilidad. Quien denunciara al crimen organizado se haría acreedor de una recompensa monetaria.
Cuando el crimen en su modalidad del secuestro tocó a la puerta de un reconocido empresario nacional, a la sociedad se le volvió a exigir su participación para combatirlo, como si los más desprotegidos pudieran contra el poder corrupto de criminales con credenciales policíacas, de jueces y ministerios públicos.
Cuando la crisis económica mundial derrumbó la economía mexicana por su terrible fragilidad, se hizo de nuevo el llamado a la unidad nacional para superar la crisis. Entender que no había forma de crear empleos y a la vez recurrir al ahorro y la inversión familiar fue la propuesta gubernamental, pero sobre todo se subrayó que ser catastrofistas no era real.
La etapa de la influenza A H1N1 fue otro momento sensibilero. Todos en un “compromiso nacional” debíamos quedarnos en nuestras casas para atajar el contagio. El señor Calderón lo practicó al pie de la letra. Hubo, claro, cientos de jefes de familia que no pudieron eludir el compromiso laboral, pues hacerlo podía detonar perder el trabajo pese a la posibilidad del tan publicitado contagio.
Pero en el fondo, el chantaje para que la gran mayoría de los recursos de la presente administración federal recaigan en el enfrentamiento con quienes manejan el mercado de las drogas, no ha cedido, al contrario. Pese a las miles de muertes, entre las que se encuentran cientos de inocentes.
La sensibilidad populista nos lleva de la mano en casos como el de el secuestro del joven Fernando Martí, de los niños fallecidos en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora; del extravío y muerte confirmada de la pequeña Paulette y de la mano nos hace copartícipes y responsables.
Si “Todos somos Juárez”, no falta mucho para que “Todos seamos inmigrantes”. Y en el dolor de la protesta y la indignación, obviamos la inutilidad gubernamental.
Acta Divina… En octubre del 2009, el presidente Felipe Calderón corresponsabilizaba de participar en el crimen a policías, jueces y ministerios públicos, la señora Margarita Zavala de Calderón, señalaba como responsables directos a los gobiernos y a los políticos.