¿Qué pasa?
Francisco Rodríguez martes 29, Ene 2013Índice político
Francisco Rodríguez
En el norte, en el sur, lo mismo que en el centro del territorio nacional se advierten cada vez más brotes de inconformidad ciudadana.
Hay una muy perceptible distancia entre la vida política y la vida de la sociedad. Un escepticismo sobre dirigentes y partidos. Un desprestigio creciente de la función pública. Lo curioso es que igual se presenta en estados con mayor grado de desarrollo, como Sonora y, claro, en entidades sumidas en el abandono y subdesarrollo como Oaxaca y Guerrero.
Hay, ahora mismo, disgusto, inconformidad latente y, en contraparte, la dificultad de los gobiernos estatales y municipales de sustentarse en el poder con un cierto consenso ciudadano.
La falta de recursos, el enorme endeudamiento de los cuerpos edilicios y de los gobiernos de las entidades federativas, deja a esas instituciones inermes frente al descontento social.
En Sonora, por ejemplo, muchos miles de sus habitantes marcharon en los principales municipios demandando la derogación de un nuevo impuesto local –con el que se sustituye al de la “desaparecidita” tenencia vehicular—, dizque para el apoyo de los municipios que, como en el resto del país, tienen ayuntamientos “quebrados”. Más lejos han ido guerrerenses, mexiquenses y aún habitantes de la capital nacional.
Decidieron tomar la justicia por sus manos, ante la ineficacia, corrupción y colusión con los criminales de sus respectivos cuerpos policiacos.
Mantas en donde se da aviso a los delincuentes que serán linchados si se les sorprende realizando fechorías. Pobladores embozados y armados, vigilando la seguridad de sus vecinos. Son cada vez más los casos que reportan los medios. Pero son muchos pero muchos más los que pasan inadvertidos a la prensa.
Se dan también situaciones, esas sí reportadas en las primeras planas, de ayuntamientos que al perder demandas laborales de sus ex trabajadores, deben dedicar completitas las partidas presupuestales de obra pública, para resarcir a quienes les ganaron en los tribunales. Y tras ello viene el mayor endeudamiento.
Cuenta un gobernador que recibió una llamada del secretario de Hacienda, anunciándole cortésmente, antes de que lo publicaran los medios, de que no habría amnistía para las deudas contraídas por los gobiernos estatales y municipales… como originalmente se había dicho. Relata, también, cómo sintió que, en tanto escuchaba al señor Luis Videgaray, sentía que le caía un balde de agua helada sobre la cabeza. Sin apoyo federal, su estado apenas si tendrá para hacer frente a las nóminas de sus propios trabajadores. Nada de atención a los servicios públicos. Mucho menos para inversión.
“Lo que no aguanté es que el funcionario haya tenido la escasa sensibilidad de soltarme que, ante mi problema, ante el problema de prácticamente todos los gobernadores, había dos alternativas”, narró palabras más, palabras menos.
Y que al preguntar, esperanzado, cuáles alternativas serían esas, recibió como respuesta: “Baje gastos y ¡cree impuestos locales!”.
Sobra decir que el gobernador de marras casi le suelta un improperio al señor Videgaray.
Los improperios, las marchas, las inconformidades y hasta el desplazamiento del Estado de Derecho correrán, ahora, a cargo de los ciudadanos inconformes que, aún pagando impuestos –los existentes y los que crean ahora y crearán en adelante los mandatarios estatales— van o vamos a recibir nada a cambio de ellos.
Peligrosos son estos malestares. En Sonora y otros estados con menor pobreza van alentando el avance de movimientos fascistoides. En entidades subdesarrolladas, como Guerrero y Oaxaca llevan al retorno de populismos más o menos autoritarios, cuya retórica —no importa si de inspiración izquierdista o de derecha—apenas disfraza la violación a las garantías individuales. ¡Cuidado! Más impuestos y austeridad no son “las alternativas”. ¿O sí?
Índice Flamígero: En el 2000 y en el 2006 muchos gobernadores surgidos del tricolor voltearon banderas a los candidatos presidenciales del PRI. Se sabían jeques, amos, señores feudales y, con un inquilino de Los Pinos de su propio partido perderían esas cualidades que les daban hasta para nombrar a su sucesor y, claro, para manejar los dineros públicos a su antojo.
En 2012 se la jugaron con su propio partido. El anzuelo que les lanzaron fue aquél de que habría “perdón y olvido” para sus enormes endeudamientos. Pero ahora… Que dizque las corridas financieras no salieron como se esperaba.