Caso Cassez “lo lamento”, “disculpe usted”
¬ Juan Manuel Magaña jueves 24, Ene 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
México no avanza. En el caso Cassez apenas se deshizo un entuerto.
Cuando la Corte pudo decirle hace un año al del poder “aquí se hace justicia, no se ejecutan consignas”, no tuvo los arrestos.
Una infamia, apoyada en un montaje televisivo, se había consumado y se prolongó por algún tiempo, y hoy a la víctima, a la que le quitaron siete años de su vida, se le dice “usted disculpe”, “lo lamento” y nadie, mucho menos de un gobierno que ha delinquido, será castigado por ello.
México está perdido en el laberinto del tiempo. Con la Suprema Corte el poder trapea o se la pasa por el arco del triunfo.
Y si no ahí está el caso Aguas Blancas, que viene muy a modo para poner a esta clase de infamias fronteras de tiempo en medio de las cuales no hemos aprendido nada.
En junio de 1995 ocurrió la terrible matanza de campesinos perpetrada por el gobierno de Guerrero.
Hasta febrero de 1996 el periodista Ricardo Rocha dio a conocer un video en televisión que no dejaba dudas sobre el asesinato deliberado de hombres indefensos.
El gobierno de Rubén Figueroa había difundido antes su propio video en el que había sembrado armas entre los cadáveres para incriminar a las víctimas.
La Corte intervino y, con la fuerza ya descargada por la televisión, propició la caída de Figueroa.
La Corte emitió en aquel tiempo un dictamen demoledor que no tenía dientes, pero que en ese momento no los necesitaba y que hoy viene muy al caso. Esto decía:
“Infortunadamente existe la propensión de incorporar a nuestra vida política la cultura del engaño, la maquinación y la ocultación.
En vez de que los graves acontecimientos se afronten con reconocimiento y deseos de superación, se ha pretendido esconderlos, a pesar del alto costo social que tienen el engaño y el ocultamiento.
El gobierno de Guerrero actuó como grupúsculo detentador del poder que había que conservar, aun cuando ello implicara ocultar la verdad y proteger a los responsables de los hechos.
No nos atrevemos a enfrentar la verdad, reconocer sencillamente nuestras fallas y nuestras equivocaciones, en vez de eso pretendemos ocultarlo todo para no perder la confianza nacional e internacional.
Ante la palmaria gravedad de la masacre de civiles desarmados, y tan sólo a dos horas del suceso, empezaron a crear una versión artificial de los hechos.
En un afán por engañar y proteger, existió un desmesurado deseo de encubrir. El gobernador Rubén Figueroa Alcocer debió actuar con energía a través de su procurador y no pretender ocultar las pruebas en contra de los funcionarios, confundir los hechos o intentar callar a los familiares de las víctimas con indemnizaciones raquíticas y vergonzosas. Esto jamás debió suceder”.
Pero cosas como esta suceden una y otra vez. Ahí está el montaje televisivo del señor García Luna, en términos análogos. Es la cultura de la impunidad. El poder y la televisión corrompen y degradan, y la infamia se reproduce. Quienes se prestan a las atrocidades se justifican, fingen demencia, padecen amnesia, o después dicen lamentarlo y hasta piden perdón.
Se vuelven cínicos y se convierten en lo que algún día no sólo criticaban sino hasta detestaban.
No hay hombría. No hay moral. Se asesina la verdad todo los días. Y quienes lo hacen se suicidan al final con una mentira con la que creen salvarse. Que viva “la cultura del engaño, la maquinación y la ocultación”. No pasa nada.