El daño a la panza
¬ Juan Manuel Magaña martes 8, Ene 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
Es increíble la cantidad de datos que no dejan de surgir y que confirman un severo daño a México por culpa de gobiernos, que desde hace 30 años ofrecieron el paraíso de la globalización y el bienestar, y no hicieron otra cosa que burradas.
Por un lado, según una investigación de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), México se convirtió en un importador neto de alimentos, lo que confirma el rumbo desastroso de la política agroalimentaria del país. Por otra parte, se publicó hace unos días que México destinó 37.4 por ciento más recursos a la compra de alimentos en el exterior de los que recibió por concepto de inversión extranjera directa.
¿Se imaginan? Ese es el “inteligentísimo” negocio que se ha hecho de nuestra inserción en la economía global.
Todo esto quiere decir que nuestro país arrastra un déficit en el rubro alimentario de su balanza comercial, razón por la cual es vulnerable ante escenarios de alzas intempestivas de precios, como las que se registraron durante el año pasado a escala mundial.
Han sido años de decisiones que han significado el abandono del medio rural, el empobrecimiento de sus habitantes y el retiro del apoyo estatal a los pequeños productores y al consumo interno de alimentos.
El presupuesto que debiera estar destinado al campo se ha concentrado en un reducido grupo de grandes exportadores, en función de una apertura comercial indiscriminada.
El arrumbamiento del campo mexicano ha conducido a una pérdida sostenida de soberanía alimentaria del país, que se ha vuelto cada vez más dependiente de los productos extranjeros.
Como si nos interesara más el exterior, han sido prolongados los incrementos en las importaciones al precio que sea de cereales como el maíz, producto básico de la dieta mexicana.
Como si aquí tuviésemos tanto dinero para dárselo a ganar al primer mundo.
La cuestión aquí es si el nuevo gobierno está planteando de veras una nueva política para el campo que signifique el fin de años de políticas, no sólo erráticas, sino francamente autodestructivas del país.
Es necesario garantizar la alimentación de la gente, el fortalecimiento de nuestras capacidades productivas en materia agrícola.
En pocas palabras, hay que empezar -como hace mucho tiempo no ocurre- a hacer bien las cosas.
Es cuestión de sentido común: entre tanta pobreza que hay en el territorio, el hambre está a sólo un paso y el estallido social a dos.