Llegó Mancera
¬ Juan Manuel Magaña jueves 6, Dic 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
Miguel Ángel Mancera llegó al relevo en el mando de la ciudad muy tranquilo.
Hubo un cambio estable, sin sobresaltos y con ese gran bono democrático que tiene en el bolsillo luego de haber arrasado en las elecciones con casi 47% del total de los votos.
Los males de la capital son muy claros, pese a los fuertes avances que ha tenido: corrupción e inseguridad.
Ahí es donde Mancera no debiera estar ecuánime. Tendrá que revisar lo que le dejan y cómo se lo dejan y actuar donde tenga que proceder.
No debe suponerse que el gobierno de Ebrard fue una isla en medio de la enorme corrupción que no tiene para cuándo acabar en y con el país.
Es ya el cuarto gobernante de la ciudad electo por el voto directo de los capitalinos, quienes cuentan con ese derecho desde 1997.
Primero llegó Cuauhtémoc Cárdenas, a quien al final sustituyó Rosario Robles; luego Andrés Manuel López Obrador, que fue relevado por Alejandro Encinas, y después Marcelo Ebrard que completó el sexenio, al no poder ganarle la candidatura presidencial a AMLO.
Desde entonces, la ciudad de México ha sido gobernada por aquello que llaman la izquierda, liderada fundamentalmente por ex priístas que han sido vértice de una mezcla de militancia y clientela política en la que anidan vicios de la vieja política asimilada muy bien por las tribus perredistas.
Si la ciudad dio el viraje en 1997 hacia la izquierda, ha sido más por voluntad de la gente que por la acción de un partido.
Esa ciudadanía ha tenido como claro referente primero a Cárdenas y después y hasta ahora a AMLO.
Los votos de Ebrard y los de Mancera, a querer o no, no se obtuvieron nomás por su propia sonrisa.
En ese sentido, Ebrard ha sido evaluado, independientemente de su muy personal estilo de gobernar, por esa mentalidad avanzada que hay en la ciudad, y así va a ser con Mancera.
Como sea, en la ciudad se ha ido a la vanguardia de decisiones sociales en el país. Es éste el lugar mejor informado y más crítico de la nación.
Ahí están los nuevos hospitales, clínicas del Metro, pensión a sectores vulnerables de la sociedad, transporte público masivo, rehabilitación del Centro Histórico, el mayor PIB estatal y per cápita, inversión extranjera directa, matrimonio entre personas del mismo sexo, rescate de espacios públicos para fines recreativos y de ocio, red de bicicletas públicas, seguro de desempleo, derecho al aborto asistido y menor afectación por el baño de sangre que vive el país por la guerra de Calderón.
En esas condiciones llegó Mancera, en una candidatura más ciudadana que partidista, y por eso sin ataduras de corte tribal como para pensar bien, con imaginación, qué conviene a una gran ciudad para la que parece haber llegado el momento de convertirse en el estado 32.
Los desafíos de esta urbe tienen que ver con el de otras que, aunque mucho más pequeñas, son vecinas y conforman una problemática más densa.
Hace falta un instrumento rector del desarrollo urbano, coordinación entre municipios de otros estados y las delegaciones, un mejor desenvolvimiento metropolitano.
Mancera tiene el capital político necesario para convertir al DF en otro estado, con su Congreso local y un gobernador que tome las decisiones dentro del pacto federal.