La vida humana
¬ Augusto Corro lunes 3, Dic 2012Punto por punto
Augusto Corro
El bien mayor y el bien último es la vida humana. Con esa frase el presidente Enrique Peña Nieto puntualizó el rumbo de su mandato. “Por eso, el primer eje de mi gobierno es lograr un México en paz. Pondremos al ciudadano y a su familia en el centro de las políticas de seguridad. Trabajaremos con estrategia, con una real y eficaz coordinación entre los órdenes de gobierno, a fin de combatir la impunidad y hacer que prevalezca la justicia y la paz”, añadió el primer mandatario en una parte de su primer discurso en una ceremonia efectuada en Palacio Nacional.
Obviamente, no será una tarea fácil. Nadie lo contempla así. La determinación ya se tomó y se pugnará por el regreso a la justicia y la paz que anhelamos los mexicanos, en estos momentos en que nuestra sociedad padece los estragos de una guerra, que desafortunadamente, parece que lleva la delantera la delincuencia organizada.
Queda claro que la ruta del nuevo gobierno tiene como una de sus prioridades fundamentales terminar la espiral de violencia, que crece incontrolable en el país, apoyada en factores ya conocidos como la impunidad, la deslealtad y la pésima estrategia de lucha. Millones de mexicanos se encuentran en medio de asesinatos, secuestros, levantamientos, desapariciones de personas, corrupción y desprecio a la justicia. Son las víctimas que claman justicia.
El presidente Peña Nieto también habló, en otra parte de su discurso, sobre las tres decisiones sobre seguridad: la creación de una Programa Nacional de Prevención del Delito; la vigencia de la Ley General de Victimas y un solo código penal en todo el país.
Claro, la tarea del gobierno federal será ardua, pero ya sabe donde se encuentra el mal y conoce la manera para erradicarlo.
Una vez conocidos los puntos fundamentales de la guerra contra el crimen organizado, cabe destacar que la impunidad será uno de los renglones que se atenderá con mayor atención. Se deberá de partir de cero en la conformación de los cuerpos policiales que se encuentran al mismo nivel de las bandas de delincuentes.
Los representantes del ministerio público y los jueces deberán ser reorientados para que cumplan, cabalmente, su compromiso con la sociedad que les paga para que le sirvan. La corrupción en todos los órdenes, salvo con sus muy honrosas excepciones, parece un cáncer; pero en nuestro caso, ni siquiera se cuenta con calmantes para controlar el mal.
La experiencia de la lucha fallida contra la delincuencia, llevará a nuevas formas para combatirla; pero con la idea fundamental de que prevalezca la justicia y la paz.
Desde luego, para enfrentar a la narcodelincuencia tendrán que revisarse los convenios internacionales que México tiene con otros países, principalmente, con Estados Unidos. Es necesario saber cuál será el papel del gobierno estadounidense, con el mercado de consumidores de estupefacientes más grande del mundo.
Porque de nada servirá que mientras los vecinos disfrutan de sus vicios, aquí en México, millares de mexicanos se ven obligados a sufrir las consecuencias de la producción, trasiego y consumo de las drogas. Entre otras cosas, se deberá prever el uso de la mariguana para fines recreativos.
En Estados Unidos poco avanza la legalización de la citada droga. Esto refleja que Estados Unidos atiende el problema de la drogadicción unilateralmente. Es decir, con sus actos le manda una señal a México: ustedes háganle como quieran, no nos interesa su lucha.
El gobierno del presidente Peña Nieto tendrá que asumir una actitud firme y sin concesiones ante la indiferencia de Estados Unidos: principalmente, frenar el contrabando de armas, que sin mayor problema se realiza en la frontera norte. Repetimos: será una tarea compleja, más que difícil, pero no imposible. Por lo menos, ya sentimos un alivio el saber que se aplicará una estrategia nueva contra el crimen organizado; y en la manera de enfrentar a los delincuentes, habrá una mayor atención a las víctimas.
Antier, luego de rendir su protesta en el recinto de la Cámara de Diputados, Enrique Peña Nieto se trasladó a Palacio Nacional, donde pronunció su primer discurso como Presidente constitucional de México. Se refirió a los cinco ejes del nuevo gobierno: paz, combate a la pobreza, educación, crecimiento y responsabilidad global.