Convertido en paria
¬ Juan Manuel Magaña viernes 30, Nov 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
No deja de impresionar Felipe Calderón: es fuerte el contraste entre el tipo que con tanto poder no hizo sino destruir a su país y el paria en que rápidamente se ha convertido a semanas, días, horas, minutos de un errante exilio.
Queda el poderoso recuerdo, silenciado en la televisión, de aquella mujer que le reprendió, madre humilde de dos muchachos que fueron asesinados en una fiesta, presas de la violencia que Calderón despertó con su inútil, como falsa guerra al narcotráfico.
Aquella mujer, voz de una patria enlutada, le dijo en su cara que no era bienvenido.
Y le exigió que se retractara de haber calificado a sus hijos de pandilleros. Y le cuestionó el de qué le servía tanto poder si la gente nomás moría.
Y aquél no supo otra cosa que poner una cara de idiota.
Dice el poeta Javier Sicilia que ahora Felipe Calderón se va como un criminal con su negativa a rescatar los nombres y sus historias de 40 mil desaparecidos y de más de 100 mil o 250 mil muertos.
Se va así manchado de impunidad, por haber prolongado el horror.
Y se va lleno de miedo porque no quiso que se supiera quiénes son las víctimas del Estado, del Ejército, de la Marina, de las policías, de los funcionarios corruptos de su sexenio.
Tipo absolutamente deficitario moral, intelectual, política y psicológicamente para el cargo, del poder no supo ni siquiera usar la fuerza, soló recurrió a la violencia para manchar de sangre al país. Presidente de qué.
Presidente espurio de la guerra inútil, de la violencia, de la guerra perdida, presidente del estado fallido, de la negación de la vida humana, del desprecio hacia las víctimas. Presidente del horror, de la ruina, de la tragedia.
Ejemplo de lo que no debe volver a suceder. Muestra de lo que ha hecho una oligarquía que se apodera de la casa y deja para su custodia al perro.
Prueba de que la bestialidad a cargo no hace sino contagiar a los demás su estupidez. No se despide, chantajea a través de una televisión que oculta hasta el último minuto sus males.
Pero por fin se va, despojado ya de la maquinaria de la violencia, perseguido por su propia culpa y vuelto a ser el paria que siempre fue.