El autoexilio temporal
¬ Augusto Corro viernes 30, Nov 2012Punto por punto
Augusto Corro
El autoexilio resulta ser una medida sencilla, práctica, para alejarse del volcán en erupción provocado por su pésimo gobierno. Se pone espacio de por medio para no escuchar directamente las recriminaciones de una sociedad engañada, vejada y lastimada.
Luis Echeverría no huyó después de su mandato, porque intentó jugar al olvido; al borrón y cuenta nueva.
No le funcionó la argucia. Su delito de lesa humanidad no le permitió disfrutar la tranquilidad una vez que dejó la Presidencia.
Carlos Salinas de Gortari también recurrió al autoexilio. Anduvo por Estados Unidos y luego se fue a refugiar a Irlanda. Ahí permaneció hasta que se amortiguaron sus errores. Hoy se encuentra metido de lleno en la grilla. Superó con creces las horas amargas del autoexilio.
Ernesto Zedillo Ponce de León repitió la historia. Terminó su gestión y se fue a recorrer mundo con chambas que le ofrecieron aquellos que lo ayudaron a desmantelar lo que se conoció como Ferrocarriles Nacionales.
Con el pretexto de su erudición se conectó con alguna universidad estadounidense, donde continúa con su labor de tomarle el pelo a los incautos. Desde luego, aprovecha la oportunidad para eludir las acusaciones que le lanzan los familiares de las víctimas de Acteal.
Vicente Fox no tuvo que huir. Su condición de persona gris, anodina, lo hacen ver como un sujeto bonachón que no causa mayor problema. Ya demostró en la Presidencia que no hace nada si no es aprobado por su pareja.
El ex mandatario regentea su Centro Fox un negocio a la altura de su mediocridad. Su pensamiento político ¿cuál? se mueve conforme sople el viento. En síntesis no representa peligro alguno.
A partir de mañana, Felipe Calderón Hinojosa empezará a preparar las maletas para su autoexilio. Cumplirá una función, suponemos que pedagógica, en Harvard, una prestigiosa universidad estadounidense.
El michoacano tendrá el tiempo y material suficientes para explicar los graves errores de su fallida guerra contra la delincuencia organizada.
También podría incluir otros temas en su cátedra universitaria, como la corrupción, la impunidad, la pobreza y el desempleo en México durante su gestión como presidente. Es decir, impartir una materia de posgrado que se llamaría: “Como dejar un país en caos, después de gobernarlo seis años”. No todos los ex presidentes de México emprendían la graciosa huída luego de su gestión administrativa.
Por ejemplo, Adolfo Ruiz Cortines (presidente en el sexenio 1952-58) fue un ejemplo de cómo disfrutar el retiro de la política y el poder. Los biógrafos de Don Adolfo lo ubican en Veracruz, el puerto jarocho, al final de una vida, satisfecho con el deber cumplido. Alejado del mundanal ruido, como dice el poeta, el ex presidente se entregó en cuerpo y alma a lo que le gustaba.
En la tranquilidad provinciana de aquellos años, Don Adolfo se reunía con sus amigos a tomar café y a jugar dominó en La Parroquia. Hasta donde se sabe, solo recibía la visita de unos cuantos políticos.
El poder no hizo mella en la mente del jarocho. Sus propiedades eran pocas. Quizá alguna casa en el Distrito Federal y otra en el puerto, donde residía. Las instalaciones de esta última no muestran ningún lujo.
Don Adolfo fue un hombre honesto y sus acciones públicas y privadas así lo demostraron. Eso sí, a Don Adolfo le sacaba de quicio, como a cualquier jugador de dominó, que le ahorcaran la mula de seises.
En la Historia de México hay otros capítulos que hablan de la honestidad, honradez, capacidad y buena fe de nuestros gobernantes. No todo ha sido saqueo, corrupción y muerte.
La biografía de Don Adolfo no deja de ser un ejemplo estimulante por su significado de honestidad.
Feliz fin de semana