Bolas el engrudo
¬ Augusto Corro jueves 15, Nov 2012Punto por punto
Augusto Corro
Cuento de nunca acabar la balacera a la camioneta con placas diplomáticas en la que viajaban dos agentes de la CIA y un marino mexicano. Ahora resulta que se trata de una cacería de brujas de la Procuraduría General de la República (PGR) contra elementos de la Policía Federal.
Una vez que fueron consignados catorce policías federales que participaron en la agresión a los extranjeros, las dudas se multiplican. En las últimas informaciones, ya se dijo que el jefe de los agresores, Juan Manuel Pacheco Salgado, fue acusado del delito de falsedad de declaraciones y enviado al Penal Federal de Occidente en Jalisco.
En los momentos de redactar estas líneas, corría el rumor de que Luis Cárdenas Palomino, jefe de la División de Seguridad Regional de la Policía Federal, comparecerá ante un juez, como parte de las investigaciones en torno al enredado asunto de Tres Marías.
Una serie de mentiras tiene a los implicados hechos bolas. Los federales, cuando ocurrió la agresión, iban vestidos de civiles y se transportaban en vehículos particulares. Ante el Ministerio Publico se presentaron uniformados y en sus patrullas. Como parte de su defensa los acusados dijeron que estaban comisionados en la búsqueda de secuestradores.
Así lo reconfirmó Cárdenas Palomino en una conferencia de prensa que en la zona se efectuaba un operativo antisecuestro. ¿Mintió Cárdenas Palomino o estaba mal informado? Quienes señalan que se trata una cacería de brujas por parte de la PGR hacen notar que la averiguación previa se encuentra plagada de errores.
Por ejemplo, afirman, que el marino Fabián Molino Yera, quien conducía la camioneta diplomática, nunca fue citado a declarar. En el expediente de la PGR tampoco está registrado el testimonio de los agentes estadounidenses Stan Dove Boss y Jess Hoods Gardner, como los principales agredidos.
Ante el juez, los policías federales tendrán que demostrar que son inocentes y que son víctimas de una carecía de brujas en su contra. ¿Será esto el reflejo de la pugna entre los titulares de la PGR y de la SSP federal? Sus manifestaciones mutuas de aversión son de sobra conocidas.
LA CIUDAD MÁS SEGURA
Ya no hay lugar para sorpresas. El Distrito Federal, la ciudad más segura de México, hace agua por todos lados.
La última raya al tigre se registró con la muerte del niño Hendrik, de 10 años, en la sala 2 de Cinépolis Plaza Ermita Iztapalapa.
En las primeras investigaciones sobre el deceso del menor, las autoridades señalan que una bala perdida ocasionó que Hendrik perdiera la vida. Iztapalapa es considerada como tierra de nadie desde hace mucho tiempo. Todo mundo sabe de la inseguridad que priva en una de las delegaciones más grandes del DF.
Sin embargo, nadie hace algo definitivo para erradicar la violencia en la zona. De acuerdo con los investigadores, la bala que mató a Hendrik fue una de las tantas que se disparan en los alrededores de la Plaza Emita Iztapalapa. Se entiende que la delincuencia usa sus armas para sustituir a los juegos pirotécnicos tradicionales. Si se tienen deseos de festejar, lo primero que se debe hacer es sacar las armas y disparar al aire: las balas ya se encargaran de hacer daño.
¿Y la policía? Bien, gracias. El suertudo jefe de los representantes de la ley, Manuel Mondragón y Kalb, ya festeja su repetición al frente del cuerpo policiaco metropolitano, como premio a su destacada labor. Mondragón y Kalb es de aquellos funcionarios que se basan en las estadísticas para decir que en el Distrito Federal no pasa nada y que la delincuencia está controlada. ¿Alguien lo cree?
Basta con visitar una agencia del Ministerio Público para ver el sinnúmero de delitos que padecen quienes viven en esta metrópoli.
¿Los robos de coches? ¿Los asaltos a transeúntes y a casas habitación? Quienes ven al DF como un lugar seguro son todos aquellos funcionarios que tienen las posibilidades de estar protegidos por ejércitos de guaruras.
Volvemos al principio. En Iztapalapa, la feria de las balas es algo cotidiano y Mondragón y Kalb no muestra el menor empeño en detener la violencia. Una raya más al tigre en Iztapalapa no es suficiente para impedir que el flamante jefe de la policía repita en el cargo.
La feria de las balas seguirá.