Despedida en Tabasco
Ramón Zurita Sahagún lunes 12, Nov 2012De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Con la entrega de su Sexto Informe de Gobierno, Andrés Granier Melo llegó al final de su gobierno en Tabasco, aunque será hasta el 31 de diciembre cuando entregue la estafeta al nuevo mandatario, Arturo Núñez Jiménez. El todavía Ejecutivo tabasqueño es el último de una serie de gobernantes respaldados por el PRI en 83 años de existencia y le corresponde ceder el espacio para un mandatario postulado por un partido ajeno al tricolor.
Sus seis años de gobierno fueron sumamente difíciles, ya que su administración se enfrentó a imponderables surgidos de los fenómenos naturales que asolaron al estado, pero también provocados por factores humanos que coadyuvaron al estancamiento de la entidad.
Granier Melo arribó al gobierno estatal como uno de los candidatos más populares que hubiese presentado el PRI (su popularidad fue, incluso, superior a la de Salvador Neme Castillo) y la primera contingencia que enfrentó hizo suponer que su gobierno sería uno de los mejores de los que han pasado en décadas.
Con aplomo, seguridad, tenacidad, constancia y madurez, asumió los costos de una inundación inusitada en una entidad acostumbrada a los desbordes de los ríos y a las frecuentes inundaciones que año con año suceden en el estado.
La solidaridad del gobierno federal, de la ciudadanía, de los empresarios y hasta del extranjero, se hicieron presentes y los bonos del mandatario tabasqueño se elevaron a las nubes.
Su respuesta al desastre fue aplaudida por propios y extraños, mantenerse de día y noche atento a los sucesos refirmó a los tabasqueños que habían elegido bien en las urnas.
Sin embargo, algo sucedió después de ello. No se sabe si el gobernador se decepcionó de las condiciones en que quedó el estado y de las consecutivas inundaciones provocadas por la lluvia y desborde de los ríos, pero su actitud ya no fue igual.
Granier Melo se replegó y un personaje nefasto para Tabasco asumió el control de la entidad.
Un ambicioso secretario de Gobierno, Humberto Mayans Canabal (hoy senador de la República) se convirtió en el poder gubernamental, con el control de todos los órganos de gobierno.
Desde su poderosa posición dedicó el tiempo a construir la posibilidad de una candidatura que nunca concretó, ya que los pasivos que arrastra son demasiado fuertes como para que la ciudadanía confiara en él.
Con un colmillo político sumamente retorcido y con una ambición desmedida por conservar el poder, el secretario de Gobierno diseñó un modelo político que le permitió a su nuevo partido (PRI) controlar los principales ayuntamientos del estado y construir una mayoría ficticia en el Congreso estatal, todo mediante una serie de privilegios de altos costos. Mayans Canabal puso y quitó funcionarios al por mayor, diseñando una estrategia que le permitía el control del poder político, las finanzas estatales y el otorgamiento de contratos.
La concentración del poder y finanzas en unos cuantos irritaron a una población que desesperada veía transcurrir el tiempo, sin que se reflejara en beneficios para la comunidad, mientras la figura del gobernador se desdibujaba y pasaba al olvido aquel personaje que enfrentó con valentía las contingencias y encabezó a su pueblo ante la desgracia. Dueño del poder, el secretario de Gobierno se empecinó en ser candidato de un partido al que ya había traicionado en una ocasión pasada, como también lo hizo con el partido que lo llevó a la Cámara de Diputados federal por segunda ocasión.
Para concretar su ambición contaba con un ejército de incondicionales situados como estrategas en los 17 municipios del estado, aunque su popularidad entre los electores de la entidad era nula. Buscó por todos los medios insertarse dentro de los prospectos al gobierno estatal, solicitó su reingreso al partido que había traicionado, renunció a la Secretaría de Gobierno -conservando el poder político-.
Consciente de su impopularidad, buscó opciones y se presentó como la alternativa de una alianza entre su nuevo partido y los dos satélites que juegan con el partido tricolor en Tabasco.
Ni así pudo colarse, sus posibilidades de triunfo eran mínimas, por lo que se empecinó en cerrarle el camino dentro de su partido a quien se encontraba mejor posicionado (Luis Felipe Graham). Mayans negoció hacerse de lado de la candidatura al gobierno estatal, a cambio de una nominación al Senado de la República. Para eso buscó otras opciones y se alió con sus adversarios (la familia Neme Sastré) para empujar un candidato a gobernador a modo, que respondiera a los intereses de ambos y lo consiguió en la persona del alcalde de Centro (Villahermosa) Jesús Alí de la Torre, ex secretario particular del candidato de la izquierda, Arturo Núñez Jiménez.
Su candidato resultó demasiado pequeño para la estatura de un político hecho en la brega, posicionado entre el electorado y que había dado resultados en las posiciones ocupadas con anterioridad. La competencia por el triunfo electoral se fue haciendo de un solo lado, por lo que el malévolo Humberto Mayans concentró su estrategia en desprestigiar la trayectoria del candidato de la izquierda, para lo que usó como instrumento a los medios de comunicación aliados al gobierno estatal.
Su estrategia fracasó y su partido (PRI) sufrió la peor debacle de la historia electoral en Tabasco: el candidato a gobernador fue arrollado; los seis candidatos a diputados federales perdieron; los dos senadores fueron avasallados y solamente él alcanzó un escaño, por ir situado como primero en la fórmula, donde perdiendo entró al Senado de la República como primera minoría, debido a esas raras reglas de la política mexicana.
Eso sí, postulado por el Partido Verde, traicionó a su bancada para pasarse a la del PRI. La historia del gobierno de Andrés Granier Melo quedó sellada por el nefasto Humberto Mayans Canabal.