El ex presidente
Francisco Rodríguez viernes 9, Nov 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Washington, DC. – Lo escoltan tres escritores “fantasma”. Sus ghost writers, pues. Fueron quienes redactaron el libro que promociona ahora mismo en la capital imperial a la que tanto debe. Les pregunta a cada rato si eso de lo que está platicando forma parte de la obra redactada. Le dicen que sí. Aunque a veces lo que escucha es un “no”, y hace cara de ¡pero qué barbaridad!, ¡cómo se les pudo haber olvidado tan trascendental episodio!
Él mismo es un espectro. Nada es ya de lo que fue. Y como nuestra “Llorona”, lleno de lúgubres lamentos busca asustar a aquellos que aún lo creen políticamente vivo. Pero está muerto.
Ya no es el presidente de Colombia consentido de George W. Bush. Ya no es el laboratorista del Departamento de Estado que en su propio país, Colombia, ensayó la intervención militar estadounidense bajo el amparo de la lucha en contra del narcotráfico.
Ya no es el modelo a seguir que el propio Bush le impuso a Felipe Calderón. A aquél con el Plan Colombia. A éste con un remedo conocido como Plan Mérida. Álvaro Uribe promueve su libro. Justifica su paso por la Casa de Nariño, sí, pero sobre todo critica a su sucesor.
Se ha convertido en un dolor de cabeza permanente para el presidente Juan Manuel Santos.
Uribe twittea a cada rato el número de muertos por la violencia en su país. Su oposición a los acuerdos de paz con las FARC. Su rencor por ya no ser.
Lo he visto un par de ocasiones durante los últimos días. Cada vez más amargo. Más dolido con él mismo por haberse equivocado en la selección de quien ahora gobierna desde Bogotá.
Y es obvio: quiere influir ahora en la sucesión de Santos. Quiere erigirse en el factótum de la política colombiana.
Así persigue el poder sin entender que fue prestado, que a nadie le pertenece para siempre… excepto a los dictadores y, claro, muy limitado a los monarcas. ¿Es todavía Uribe el modelo a seguir por Felipe Calderón?
Atípico en prácticamente todo, el todavía ocupante de Los Pinos ha dejado entrever que después del próximo primer día de diciembre seguirá participando en política.
En su partido, el PAN, para empezar. Y si lo dejan, también en la política nacional.
EL MEJOR, MUERTO
El mejor ex presidente, dicen los clásicos, es un ex presidente muerto. Porque la tentación de permanencia e influencia debe ser, es, enorme.
Aunque ahora mismo hay dos visiones al respecto. La ortodoxa, primero, que en nuestra historia ha sido la de pasar a un segundo y a veces hasta a un tercer plano, para permitir que aquel que esté en ejercicio del poder pueda hacerlo a cabalidad, sin intromisiones de los antecesores.
Pero también está otra un tanto cuanto heterodoxa. Aquella que apunta que, por la dignidad del cargo que ejercieron, por convicción de los actos que ejecutaron, los ex presidentes no deben retirarse de la vida activa del país, y sí, por el contrario, deben ayudar en el constante consejo a los jóvenes que opten por encontrar coincidencias.
Esta última, además, se sustenta en el cobro de las pensiones vitalicias que los contribuyentes pagamos a quienes sexenalmente ocuparon el cargo Ejecutivo. Que para hacerse acreedores a esos dineros públicos, los ex mandatarios trabajen en los temas fundamentales para el desarrollo del país y que sean llamados, de vez en vez, por el presidente en turno para conocer sus opiniones respecto a esto o a aquello.
Argumentan que, cual es el caso ejemplificativo de Ernesto Zedillo, no se vale renunciar a la pensión ¡para ponerse al servicio de empresas transnacionales! que, así, se hacen del conocimiento de quien es poseedor de secretos de Estado, ya no militares, pero sí geoestratégicos en cuanto a yacimientos de crudo, pero también de otros minerales, sólo como muestra.
¿Qué papel va a jugar Calderón como ex?
Seguro él sí que no va a renunciar a la pensión, como no lo hizo Vicente Fox que incluso arguyó que le hacía falta para sobrevivir, cuando ha sido público y notorio que tanto él como su parentela fueron grandes beneficiarios de la corrupción al amparo del poder público.
Pero, la pregunta ahora es si, cobrando la pensión, ¿servirán para algo los consejos y las experiencias de Calderón?
¿Vagará en el futuro, como ahora lo hace Uribe, promocionando un libro, tocando puertas de universidad en universidad, y lamentándose de no haber sabido siquiera para qué sirve el poder?
Índice Flamígero: En sólo tres viernes se acaba el calderonato. Faltan escasos 21 días para que este sexenio llegue a su tan esperado fin.