Apurados
Ramón Zurita Sahagún martes 6, Nov 2012De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Desenfrenados en una carrera parejera, Felipe Calderón Hinojosa y Marcelo Ebrard Casaubon, entraron al último mes de gobierno de sus respectivas administraciones.
Los dos, el Presidente de la República y el jefe de gobierno del Distrito Federal, quieren dejar una huella imborrable en materia de inauguración de obras.
Ya lo hicieron en forma conjunta, con la inauguración de la línea 12 del Metro, conocida como Dorada y catalogada como la magna obra del gobierno que encabeza Ebrard Casaubon.
Pero cada uno jala por su lado, tratando de atraer reflectores que justifiquen sus seis años de gobierno y que los electores no se equivocaron al votar por ellos.
El desenfreno es total, uno (Calderón Hinojosa) recorre todo el país desde hace poco más de tres meses, inaugura obras, algunas de importancia y otras de menor importancia, pero todas reflejadas en los medios de comunicación.
Aprovecha la ocasión para tirar frases ingeniosas, supuestamente, mostrar su buen humor, pero se advierte la nostalgia que provoca el saber que en breve se irá y que el poder actual desaparecerá.
El otro (Ebrard Casaubon) busca que las obras inauguradas representan el trampolín necesario para acceder a los cargos que anhela y que buscará en el futuro mediato.
La fiebre de las inauguraciones es uno de los tantos males que padecen los políticos mexicanos, los que por fortuna (y por ley) han dejado de lado el culto a la personalidad propia, asignando sus propios nombres o de sus familiares a esas obras de beneficio para el pueblo.
Y no está mal que los gobernantes inauguren las obras que marcan sus administraciones, pero sí que lo hagan a la carrera, cuando ni siquiera están terminadas o tienen graves deficiencias, que al paso del tiempo van saliendo y mostrando que la premura con que se hicieron no genera buenos terminados.
Pero si en materia de obra, el presidente Calderón Hinojosa quiere dejar una huella, supuestamente imborrable, todos los pendientes se le acumulan y mostrarán el gran rezago dejado por su gobierno.
Nadie se acordará de las grandes y pequeñas obras de la administración de Felipe Calderón, cuando se remitan a los más de 60 mil muertos provocados por su guerra contra la delincuencia organizada y muchos menos al realizarse un balance sobre el estado de las cosas en este rubro.
La guerra contra la delincuencia quedará como uno de los grandes temas que deberá asumir de inmediato el nuevo Presidente de la República, ya que los pendientes son muchos y los avances conseguidos en los seis años de lucha no arrojan resultados convincentes.
Calderón Hinojosa que se autonombró el “Presidente del empleo” se irá del gobierno federal sin conseguir rubricar esto, ya que la generación de empleos no cubrió las expectativas.
Los saldos que deja su administración no son lo positivo que esperaba y la muerte de tres de sus secretarios, por causas distintas, representan un mal fario con el que tendrá que lidiar de por vida.
Es cierto que la muerte de Juan Camilo Mouriño y la de José Francisco Blake Mora fueron consideradas como accidentes y que la de Alonso Lujambio se debió a una enfermedad y que ya no estaba en funciones cuando ocurrió, pero también lo es que los tres fueron secretarios de gran cercanía al mandatario federal y que dos de ellos (Mouriño y Lujambio) estuvieron considerados para la sucesión presidencial.
La nostalgia por el poder por parte de Felipe Calderón se empieza a notar en los eventos públicos a los que acude, sin importar que en muchos de ellos, los aplausos y los agradecimientos están al por mayor, debido a la entrega de las obras que inaugura.
Son muchos los que ubican a Felipe Calderón dentro de la actividad política y pueden tener razón. Con 50 años de edad, el todavía Presidente de la República podría esperar seis años, para intentar reinsertarse en la política, ya que a los 56 años bien podría optar por buscar nuevamente el gobierno de Michoacán, disputar un escaño o una curul.
Pero la idea principal es la de auxiliar y asesorar a su consorte Margarita Zavala, para que sea ésta la que busque una oportunidad política dentro de su partido y, eventualmente, buscar la nominación presidencial, dentro de seis años. En el caso de Marcelo Ebrard, sus prisas por entregar parte de lo prometido a los habitantes del Distrito Federal son porque el sí trae planes concretos para un futuro casi inmediato.
Marcelo aún no concreta si disputará la dirigencia nacional de su partido (PRD) o se lanza a la aventura de recorrer el país por seis años, en busca de la candidatura presidencial.
Las dos opciones han sido manejadas por el propio jefe de gobierno y sabe que para ello deberá mantenerse en la mente de los electores, tanto de su partido como de los que no lo son, para jalar el mayor número de simpatizantes que le permitan concretar lo que no pudo en esta ocasión.
Sin embargo, las obras que está entregando Marcelo muestran la premura con que se están realizando.
El segundo piso, la mencionada línea 12 del Metro y la ampliación de las rutas del Metrobús son los grandes aportes de Marcelo para el beneficio colectivo de los habitantes de la capital del país, aunque su principal soporte para el futuro que busca es el empujón dado a un personaje desconocido, hasta antes de su gobierno, para posicionarlo como su sucesor en el gobierno de la ciudad de México.
Habrá que esperar para ver si la jugada de Marcelo no le resulta contraproducente y Miguel Ángel Mancera Espinosa no le frustra sus sueños como lo hizo Colosio con su mentor Manuel Camacho Solís.