Acabar la guerra por el principio
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 17, Oct 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
Calderón firmó ayer un decreto que promulga la ley contra el lavado de dinero, aprobada días antes por el Senado, con la que se pretende, dijo, “golpear” a la delincuencia y el crimen organizado en lo que más les duele: sus finanzas.
¿Cómo lo ven? No se le puede dejar pasar sin una mirada crítica, ¿no?
Las palabras del personaje son, de hecho, otra confesión del fracaso de su guerra, que no empezó por pegar donde más duele, vamos, que nunca lo hizo.
¿Qué general dispuesto a tomarse su papel en serio hace eso? Lo que dice es confesión de negligencia o, si no, de una idiotez en el alto mando de una guerra.
Y si no, de una verdadera truculencia.
Porque aquí es donde cabe preguntarse cuántos miles de muertos no hubiesen habido en el país si esa guerra hubiese empezado por cortarle el acceso al dinero a los cárteles de la droga.
Cuántas armas hubiesen podido dejar de comprar al estar privados de recursos. Y bien que gritaba -como aquello de agarren al ladrón- que eran las armas de Estados Unidos la gasolina de esta hoguera, como si desde acá no se hubiese estimulado la demanda y facilitado los medios de compra.
Los vendedores de armas en Estados Unidos le estarán eternamente agradecidos.
El nombre mismo de la ley tiene mucho de melindroso: Ley para la Prevención e Identificación de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita. Y su propio secretario de Hacienda, José Antonio Meade, hizo otra confesión: el monto de los recursos del lavado de dinero se estiman en unos 10 mil millones de dólares al año.
Se quedó cortísimo, pero aún así, si uno los multiplica por seis, estamos hablando de una línea de crédito de 60 mil millones de dólares que el narco tuvo a la mano para pertrecharse durante esta “guerra”. O es que acaso va a decir Calderón que de lo que se trató su guerra fue de atarantar al enemigo lo más que se pudo durante seis años para al final asestarle el golpe final.
Pues ni que hubiese sido una corrida de toros.
La verborrea con que se presentó la firma del decreto es pura confesión involuntaria con la que Calderón perdería un juicio; él mismo dijo que “con esta ley México cuenta con nuevas herramientas para evitar que los delincuentes sigan aprovechando las rentas que reciben de sus actividades ilícitas, para impedir que su poder económico crezca y financie más crímenes, corrompa autoridades o violente los derechos de los ciudadanos”.
La fiscalía sólo debería preguntarle: ¿Y por qué no lo hizo desde un principio, señor? Y él es abogado. Tal vez en un futuro deseable, Calderón escuche la frase de que tiene derecho a guardar silencio porque todo lo que diga podría ser usado en su contra. Para que después nos explique cómo es que terminó su guerra por el principio.