Embestir con odio ciego
¬ Juan Manuel Magaña jueves 4, Oct 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
No tienen humildad ni se les da la autocrítica. Y atacan y contraatacan con odio y ceguera.
La gente que piensa en México los repudia por ocultar la verdad, pero no son capaces de reflexionar ni mucho menos de intentar cambiar. Se les critica por manipular a diario y a todas horas, pero dicen que se atenta contra su libertad de expresión.
Se exponen a excesos —sí, pues, indebidos -, como los huevazos y entonces acusan en automático, con odio y rencor al opositor, al peligro para México que no ha podido ser conjurado y que es el padre de todos los rencores.
Entonces se dicen víctimas del radicalismo y las fobias del opositor e insinúan que a éste se debe el hecho de que el país sea el rincón del mundo más peligroso para el ejercicio del periodismo; y ellos son, por tanto, sus potenciales víctimas.
Es clara su tautología. Se declaran apóstoles que arriesgan el pellejo para llevar a todos los confines del país la luz, cuando lo que hacen es exactamente lo contrario: imponer oscuridad y acabar con el periodismo.
Frente a las fuertes críticas del movimiento #Yosoy132 no se les ha ocurrido algo mejor que descalificarlas, relacionándolas en automático con un líder de oposición. Arman, en automático, su propia teoría de la conspiración.
Así como van, no tardarán en hacer sus parodias de noticiarios con un guarura a un lado. Porque así son de excesivos que critican los excesos. Pero de cambiar nada. No existe la conciencia. No está en su naturaleza. No es parte de sus intereses.
Los huevos fueron lanzados por la mano del opositor. Ellos lo vieron. Porque también oyeron que ha ordenado su linchamiento.
Les odia y por eso lo odian. Porque anda en todos los foros y tiene financiamiento, y porque por más que quieren y lo intentan no acaba de irse a su rancho. Porque simplemente no debería existir.
Son soberbios. Ya nunca entenderán que, sencillamente, muchas veces se cosecha lo que se siembra. Qué van a poner la otra mejilla. Mejor el sarcasmo, el no me dolió y qué. El “estuvo de huevos”.
O a rasgarse las vestiduras. Y ahí sí, ya ni ella, la que los recibió.