¿Y los delincuentes?
¬ Juan Manuel Magaña jueves 27, Sep 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
Qué duro estuvo el informe del titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Raúl Plascencia Villanueva: en 60 por ciento de los reclusorios del país el control está parcial o totalmente en manos del autogobierno, es decir, de los reos.
Otro dato no menor, es el de que en menos de dos años y medio, un millar de presos han escapado y han habido 75 riñas de diversa magnitud y gravedad. Conclusión: los centros de reclusión no cumplen con el principio de readaptación social.
Todo lo contrario, ahí proliferan la corrupción, la drogadicción y la inseguridad; los recluidos se encuentran en graves condiciones de vulnerabilidad, explotación e indefensión.
Ese es el gran fracaso del periodo calderonista en lo que se refiere a la justicia, lo institucional y la seguridad pública. Por lo que hace a lo primero, la rehabilitación de los delincuentes, que ha sido la idea de su guerra, no pudo volver al bien a ninguno.
En la mayor parte de las cárceles no hay imperio de la ley, sino que están bajo la ley del más fuerte, lo cual significa la inexistencia del Estado, ahí donde debe ejercerse el castigo de un delincuente.
Qué más prueba se quiere de la ineptitud, no de una guerra contra la delincuencia, sino de habérsela planteado sin siquiera poder retener a los delincuentes arrestados. El asunto es de reírse de Calderón, si no fuera porque lo más probable es que así se hicieron las cosas con toda intención.
Se la han pasado diciendo que van ganando una guerra, aunque no se note, pero ni siquiera han querido retener y mucho menos condenar a quienes han querido ver o exhibir como delincuentes.
Dice el informe de la CNDH que el gobierno federal, léase Calderón, ha buscado descargar la responsabilidad por las fugas, los motines y las riñas afirmando que tales fenómenos ocurren mayoritaria o totalmente en reclusorios a cargo de gobiernos estatales.
Es la pura ineptitud: la ofensiva policiaco-militar lanzada por Calderón debió prever el pleno control de las cárceles y una comunicación y cooperación muy fluidas entre las tres instancias de gobierno.
Pero hasta eso, el autor de esta guerra cree que a los demás puede embarrarles el reproche de que no lo siguieron en la devastación del país. Lo de las cárceles prueban la grande idiotez de plantearse o presumir una guerra que no se respalda, ni siquiera con el cautiverio de sus apresados.
¿Y acaso no habría que juzgarle a aquél por eso?