Calderón contra el PAN
Francisco Rodríguez lunes 24, Sep 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Si el fracaso de Felipe Calderón como ocupante de Los Pinos es enorme, como jefe de su partido es estridentemente calamitoso.
Y es que tras hacer y deshacer en el PAN los últimos seis años, el michoacano consiguió lo que muchos priístas y perredistas habían intentado y ninguno había acertado a obtener: reducir a los blanquiazules a su real expresión que es la mínima.
Calderón, por supuesto, no es un estadista que vaya a dejar el poder y tras ello sea añorado por el pueblo. Todo lo contrario. No obstante, esa sensación de alivio al saber que será sustituido a partir del 1 de diciembre, es mucho mayor al seno del Partido Acción Nacional, donde lo hacen responsable de todas y cada una de las derrotas que ese organismo sufrió en el último sexenio.
Y no sólo por su desastrosa gestión al frente de las instituciones públicas, cuya jefatura ocupa desde el 2006 -más pobreza, más desempleo, caída en todas las mediciones internacionales menos en corrupción donde sí se ha avanzado y, por supuesto, la violencia desatada por su guerra que ya alcanza las 70 mil bajas mortales- y que contrajo una enorme cantidad de votos de castigo no sólo a Calderón sino también al PAN, sobre todo porque se tomó en serio el papel que sus antecesores priístas desempeñaron sin pudor y se convirtió él mismo en jefe real de su partido.
Y en esa ¿calidad? fue que el ocupante de Los Pinos, para empezar, no sólo se deshizo del dirigente formal Manuel Espino al inicio de su gestión -más tarde defenestraría a Santiago Creel del liderazgo de la bancada panista en la Cámara alta-, también impuso sucesivamente a sus paisanos Germán Martínez y César Nava en ese cargo, entregando ambos las peores cuentas que el panismo real, histórico, podría recibir.
Fue éste un papel cómodo para Calderón. Como primer panista del país tenía todo el poder y ninguna responsabilidad. En cambio, Martínez, Nava y ahora Gustavo Madero, tuvieron toda la responsabilidad y ningún poder.
Un par de ejemplos de los grandes fracasos panistas de la temporada se dan en la imposición que Calderón hizo de su hermana, Luisa María, y de su cheerleader o “porrista”, la señora Isabel Miranda de Wallace, como candidatas a los gobiernos de Michoacán y Distrito Federal, respectivamente. Chascos rotundos en ambos casos. Del tamaño mismo de la imposición que al PAN le hizo Calderón.
Y viene luego la traición. Calderón se convirtió en apóstata de su propia militancia -no nada más de su padre, a quien habría prometido que nunca reconocería triunfo alguno del PRI.
Calderón realizó giras por las entidades federativas donde se entrevistó con las dirigencias estatales panistas y con las que, se dice, realizó el análisis de la derrota del PAN.
Ya en algunos estados, como en Veracruz, ha enfrentado a sus correligionarios quienes, entre otras cosas, lo hacen responsable de la presente y la anterior derrota blanquiazul, la de la justa por la gubernatura.
En realidad, dichas reuniones partidistas tuvieron como objetivo final no sólo exculpar al michoacano de la grave crisis que hoy por hoy enfrentan los herederos de Manuel Gómez Morín, sobremanera el de darle potestades que le permitan seguir haciendo y deshaciendo en el PAN transexenalmente. Esto es, que Calderón quiere salir ganancioso de esta crisis de su propia derrota.
Vaya paradoja. Calderón quiere convertirse en el Plutarco Elías Calles, el “jefe máximo” del panismo. Pero en el PAN, donde ya están hartos de él, lo rechazan.
Índice Flamígero: Faltan 68 días para que concluya la ocupación de Los Pinos que, al amparo de un venal Tribunal, perpetró Felipe Calderón.