Locos del poder
Alberto Vieyra G. jueves 6, Oct 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
A principios de julio de 2006, este átomo de la comunicación viajó a La Habana, tras haberse confirmado una entrevista con el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro; dos días después a mi llegada, un oficial del gobierno cubano se presentó al domicilio en el que estaba hospedado. Verbalmente me comunicó que la entrevista con Castro había sido cancelada en su agenda. No me explico ninguna otra razón.
A la semana siguiente, regresé a México donde la misma persona que me había concertado la entrevista me comunicó que el líder cubano que humilló tantas veces al imperio de las barras y las estrellas estaba hospitalizado producto de un largo padecimiento llamado diverticulitis de colon, que padecía desde años atrás agravado con agudas depresiones que le aquejaban. Finalmente, Fidel Castro tuvo que heredar el poder a su hermano Raúl, el 31 de julio de 2006.
El estado de salud de los jefes de Estado, especialmente en aquellas naciones en las que imperan las dictaduras totalitarias se convierte en un asunto razón de Estado, es decir, que de la enfermedad que padecen esos gobernantes el pueblo no sabe, ni pío y entre más se mantenga en secreto, mucho mejor.
En el caso del dictador español, Francisco Franco nada se sabía de su enfermedad de Parkinson que lo convertía por momentos en un auténtico títere tembloroso, sobre todo cuando sentía pasos que le podían arrebatar el poder. En esas deplorables condiciones de salud decidió exterminar a cientos de españoles valiosos como los poetas Federico García Lorca o Miguel Hernández. Por su rabiosa enfermedad, muchos españoles lúcidos se exiliaron en México durante el régimen de Lázaro Cárdenas y sus aportes a la cultura del pueblo mexicano fueron invaluables. Finalmente, Francisco Franco moriría de una embolia pulmonar, en 1975. El daño que Franco le causó al pueblo español sería imborrable.
Otra pesadilla, viviría el pueblo chileno desde que, en 1973, el gorilón Augusto Pinochet ahogó la democracia en un golpe de Estado que dejó imborrables heridas entre los chilenos, muchos de los cuales se exiliaron en México ante el clima de terror impuesto por Pinochet. Los chilenos desconocían que el militar que había sido impulsado por la llamada dama de hierro de Inglaterra, Margaret Thatcher, padecía una larga cadena de enfermedades como pérdidas de equilibrio, lagunas mentales, náuseas, mareos e incontinencia urinaria a razón de una infernal neurosis que lo mantenía permanentemente deprimido y que finalmente derivo en un accidente vascular encefálico. Por cierto, la señora Thatcher murió también de un derrame cerebral. Fue ella, la gran artífice de la economía neoliberal que propició en el mundo el surgimiento de unas cuantas comaladas de súper, súper ricos y ejércitos y más ejércitos de pobres en el mundo, sobre todo en aquellas naciones donde se experimentó la llamada macroeconomía, precisamente como en Chile que se convirtió en el laboratorio de la economía neoliberal a nivel mundial.
Tampoco los ingleses sabían que la señora Thatcher padecía de la llamada enfermedad de las mil caras, la neurosis que convierte a los seres en auténticos títeres de sus emociones.
¿Se imagina usted a un gobernante con todo el poder en sus manos y con enfermedades de tal naturaleza y de lo que son capaces de hacer contra su pueblo? Sabemos los mexicanos desde hace más de 4 años que AMLO tiene problemas cardíacos, pero el guacamayazo nos ha revelado que el Presidente es coleccionista de enfermedades como la neurosis, gota, hipertiroidismo, angina de pecho, hipertensión y quizá hasta Alzheimer por aquello que los datos que recoge de las estampitas en materia de historia las tergiversa haciéndonos creer que la esposa de Benito Juárez no fue doña Margarita Maza, sino la esposa de Porfirio Díaz, Carmen Romero Rubio. ¡Qué chulada de Presidente tenemos! Y no cabe duda que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”.
Excelentes colaboraciones estimado señor