Tierra sin ley
¬ Augusto Corro viernes 13, Nov 2020Punto por punto
Augusto Corro
La espiral de violencia llegó al centro de la Ciudad de México. En días recientes se multiplicaron los homicidios dolosos: en uno de los casos dos menores de edad fueron torturados, asesinados y descuartizados; en otro, un adolescente fue secuestrado y privado de la vida pues sus familiares no pudieron pagar el rescate.
En esa zona, durante los primeros once días de noviembre se registraron once homicidios dolosos, seis con visibles huellas de violencia extrema. Han sido nulas las acciones preventivas de las autoridades para evitar los crímenes, las extorsiones y el narcomenudeo. La delincuencia organizada lanzó un reto a la policía.
Como se recordará, el propio encargado de la Secretaría de Seguridad, Omar García Harfuch, fue objeto de un atentado con alto riesgo de perder la vida a manos de la delincuencia. Claro, el problema de la inseguridad no es nuevo; en los últimos sexenios, la criminalidad se fortaleció con la protección de las autoridades.
Los gobiernos locales se empeñaron en negar la presencia de los cárteles de la droga, mientras la población padecía los hechos violentos, las venganzas y los crímenes cometidos por los grupos de narcos que se disputan la plaza. La capital del país siempre estuvo en el ojo de la tormenta; puero nadie se esmeró en brindar seguridad.
La pregunta obligada: ¿los asesinatos de los niños y la ola de violencia serán suficientes motivos para brindar mayor vigilancia al centro de la Ciudad de México? ¿Es tarde para brindar seguridad en colonias conflictivas? ¿Se frenarán las conductas delictivas? ¿Cómo se protegerá a los jóvenes para evitar que se sumen al narcomenudeo o a otro tipo de delincuencia?
El miércoles, anteayer, se conoció el nuevo asesinato del adolescente Alesandro, que viene a sumarse a las muertes violentas de menores de edad. Casi con el mismo sistema de crueldad, la última víctima fue torturada por sus captores y ya ultimada la metieron en una maleta y le ordenaron a otro joven que llevará el cadáver al basurero.
La policía logró detener a dos menores de edad, José Rodrigo y Darwin Azael, quienes cargaban el cuerpo del secuestrado. A uno de los sujetos, según se informó, le iban a pagar mil pesos por hacer el favor de deshacerse de la víctima. Así terminó este caso que empezó un día antes con el plagio de Alesandro. La familia no pudo pagar los ochocientos mil pesos que pedían los plagiarios para regresar con vida al adolescente.
En días anteriores, dos niños mazahuas fueron secuestrados, torturados y descuartizados: en esa ocasión la doble tragedia ocurrió a unas cuantas cuadras del Zócalo de la Ciudad de México. Los hermanos Héctor y Alan, de 14 y 12, de edad, vendedores de dulces, aún no se informa sobre las causas de su muerte, pero las autoridades suponen que los responsables son sujetos que forman parte de la banda de narcomenudistas conocida como “La Anti Unión Tepito”.
Se trata de una organización que se disputa la plaza con “La Unión Tepito”, en una guerra sangrienta sin fin. Las venganzas mortales alcanzaron a sus líderes; pero no pudieron evitar que continuaran los ajustes de cuentas. Sólo que los crímenes no incluían a los niños y a las mujeres como ocurre ahora. Tampoco se hablaba de la presencia de las organizaciones de “narcos”, hoy, se dice que ya se encuentra en la Ciudad de México el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Fue esta organización la que se encargó del atentado frustrado contra García Harfuch. Los ejemplos de violencia que planteamos líneas arriba son botones de muestra de lo que ocurre en país. Periodistas, activistas y políticos son asesinados porque denuncian injusticias y no se someten a las órdenes de los delincuentes. ¿Usted qué opina amable lector?