Sansores y el bullying a EPN
Francisco Rodríguez viernes 8, Dic 2017Índice político
Francisco Rodríguez
A principios de la más reciente década de los 60’s, los gringos disfrazaron su plan para recuperar adeudos latinoamericanos bajo el tinglado de la Alianza para el Progreso. En aquel tiempo, militares y dictadores golpistas brasileños se habían endeudado hasta el cogote para sus negocios y para levantar su épica Brasilia. Los financieros enviaron a Eisenhower, presidente cobrón a visitar las áreas hipotecadas.
Ya estaban elaborando su agenda de ajuste de cuentas, ante los planes intervencionistas y bélicos sobre democracias latinoamericanas e indefensos africanos y asiáticos. Las fieras bélicas del Pentágono necesitaban cash. Finalmente se cobraron con favores de soberanía a sus consorcios.
En febrero de 1960, Eisenhower visitó en Brasil al titán del endeudamiento, Juscelino Kubitschek, mandatario ostentoso. La oposición militante, aplastada y torturada reclamaba que la única forma de pagar más de cien mil millones de dólares era cobrarse con los estómagos de la población. Obvio, fueron reprimidos, encarcelados, torturados y desaparecidos, con menos furia que aquí al final de aquellos 60’s.
Al sentarse frente a frente los dos mandatarios, el entorchado y el ostentoso, y observar que el gabacho sólo traía tres medallitas colgando de las solapas del uniforme, el brasileño, extrañado, le preguntó cuál era el significado de cada una de ellas.
El mandado Ike le contestó: una es porque me nombraron jefe de los ejércitos aliados en la guerra, la otra, por el desembarco en Normandía y esta otra, el día que nos recibieron victoriosos en Nueva York. Al observar las decenas de gallardetes y medallas que tapizaban el pecho del brasileño, el gabacho le preguntó a qué se debían.
Juscelino Kubitschek, que había caído en su propia trampa de ostentación y ridículo, le contestó de inmediato: no se fije, señor presidente, son sólo de buena conducta. Los golpistas latinoamericanos de aquel tiempo se dedicaban a pedir a fondo perdido, seguros del perdón del Imperio. Los de aquí eran más cautos, ellos sólo se dedicaban a robar, en aquel como en este tiempo.
Pero ostentosos eran los dos tipos de dictadores y autoritarios. Las glorias siempre acompañan a quienes no encuentran en el reconocimiento del pueblo las compensaciones a sus afanes. Como seguramente no lo tienen, recurren al expediente fácil de ‘hacerse de mulas Pedro’, antes de que todo mundo los desprecie. Son adictos al halago. Desprecian el buillyng.
A los personajes de caricatura del despotismo huehuenche nadie los puede tocar ni con el perfume del pétalo de una rosa. Tienen la piel tan delgada que necesariamente es quebradiza. Como en el caso del buen ladrón, nadie debe descubrir sus esquilmos, aunque todo mundo se dé cuenta de que meten las manos en el bolsillo ajeno.
La funesta moda del endeudamiento bestial se instaló entre nosotros a la llegada del populismo priísta de derecha. Después de recibir un país con solo 4 mil millones de dólares en deuda externa, Echeverría y López Portillo la dispararon en doce años a niveles nunca vistos, para ser secretarios generales de la ONU, el primero, y para hacer despegar al país como (efímera) potencia petrolera, el segundo.
De ahí para acá, ni hablar. La deuda externa contratada —de algún modo hay que decirle— por el delamadridismo-salinismo-cordobismo-zedillismo- panismo-peñanietismo, rebasa cualquier imaginación febril. Vale varias veces lo que cualquier país centroamericano y algún sudamericano de pilón.
Enrique Peña Nieto, el salvador de México, según el semanario Time, el incomprendido, según la revista inglesa The Economist, ha elevado la deuda, a espaldas del Congreso y del pueblo a un valor de más de la mitad del producto nacional bruto, es decir, diez billones de dólares.
Un cien por ciento más arriba de cuando recibió el país. En sólo cinco años, nos ha convertido en los mayores deudores de la OCDE. A contrapelo de lo que hacían los dictadores latinoamericanos, de pedir para recatarse al interior del país, Peña Nieto y sus secuaces roban a mansalva. Deuda en el exterior y esquilmo en el interior son las dos tenazas de esa pinza.
The Economist es la misma que hace no mucho le había sorrajado a Peñita que no entendía que no entendía. “El intercambio de favores entre contratistas del gobierno, por un lado, y Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, por otro, es inaceptable en una democracia moderna”, sentenció la revista londinense.
Y hace unos días, ante el avance inexorable de la oposición, y el temor a verse rebasados por sus planes en contra del endeudamiento, los analistas de la Pérfida Albión acudieron al rescate editorial del de Atlacomulco, llamándolo un incomprendido que lucha por su pueblo y no merece ser echado a patadas del cargo, el que tanto les reditúa. Aunque a nosotros, el pueblo, nos cargue la tía de las muchachas.
Saben que aquí en el rancho grande, Peña Nieto aprovechará cualquier ocasión para desmentir los bullying. Hasta cuando le echan en cara los atroces índices de la criminalidad de alto impacto y sus delitos de lesa humanidad. Nada de eso se vale. El mundo está para rendirle, para reconocer sus esfuerzos en contra de la patria.
La senadora por Campeche, Layda Sansores, hizo apenas lo que muchos mexicanos quisiéramos hacer, pero nos vemos imposibilitados por el férreo cinturón de seguridad que las fuerzas armadas tienden en torno a quien dicen es su jefe nato. Sansores, en efecto, increpó a Enrique Peña Nieto y lo acusó de ser quien encabeza “la lista negra de la corrupción” en México. “Los organismos internacionales consideran que hay corrupción en el país, el más corrupto, y que la lista negra usted la encabeza. La Casa Blanca es un monumento a la inmoralidad presidencial”, le dijo la legisladora a EPN antes de la ceremonia de entrega de la Medalla Belisario Domínguez, en el viejo recinto de la ahora mal llamada Cámara alta.
Bulleado, Peña le solicitaba a Sansores tratar el tema en otro momento, dado que no era el adecuado para tal discusión. “No quiero entrar en un debate con usted porque no sería el espacio (…) tengo un gran respeto por usted”, le dijo Peña Nieto. Sansores no paraba. Le pidió al titular del Ejecutivo —a Peña, Videgaray no estaba cerca— que detuviera la Ley de Seguridad Interior, que se discutirá en el Senado de la República la semana próxima.
“Le pedimos que esta ley golpista la detenga, creo que no es el momento (…) No se vale vernos la buena ventura detenga esta ley, lo pide la sociedad civil, porque en los estertores de su mandado, usted quiere militarizar al país. Usted dice que el pretexto es combatir el narco, la razón es su cobardía y se refugia en el Ejército, por eso le pedimos que detenga esa ley”, volvió a bullerarlo. Peña le pedía un documento y le señaló que la Ley de Seguridad Interior estará en manos de los senadores, a lo que la campechana replicó que no se valía entre ellos leerse la buena ventura.
Con la piel más percudida que un leproso, Peña Nieto, un real gafe, no debe ser molestado ni por el viento del Altiplano. No tiene registros de cómo eran los embates del México rural a sus gobernantes descastados, aquéllos que no pedían tanto en el exterior, no endeudaban a las generaciones, sólo se dedicaban a robar.
Frente a teatros y carpas abarrotadas de público atropellado, los cómicos políticos se daban vuelo señalando las iniquidades de los gobernantes. Jesús Martínez Rentería, Palillo, el mayor de todos los tiempos, previo amparo bajo el brazo, soportaba las persecuciones de los mandarines en turno.
No cabe duda: la piel era más resistente. Ahora se enervan con cualquier buillyng light. No en balde Palillo se refería a ellos comopresupuestívoros, pulpos chupeteadores, cafiaspironóicos, acaparadores, archipiélagos, esdrújulos, jijos de su sanjuandelatranescamadre. Organizadores de una pachanga electoral cada seis años.
Añadía Palillo, un filántropo nato que dedicó sus ahorros a la construcción de ciudades deportivas como la de la Magdalena Mixhuca, que lleva su nombre: cuando ya no hay palabras, ¡que hable el intestino! Era la voz de Juan Pueblo, emitida desde el estilo vernáculo y la estridencia cavernosa del lamento.
Palillo se había formado en el arroyo. Estudió hasta tercero de primaria, y obligado por la vida, fue fotógrafo, agente de tránsito, torero, sochantre, bailarín, maestro de ceremonias y cómico político, refundido una docena de veces en la cárcel por el martirizado Don Gladiolo, un Ernesto P. Uruchurtu sediento de pureza, como todos los déspotas de estas latitudes.
Pero muy malas noticias para los bulleados: aunque ya no existan los cómicos políticos de respeto, aunque los paniaguados en medios radioeléctricos e impresos se encarguen de bajarle a las críticas populares, sus baldones están ahí, a la mano de opositores, acreedores externos, investigadores académicos, pueblo atropellado y un largo etcétera que ya no les cree ni jota.
El juicio popular es un hecho. Deben comenzar a entender que de ésta no se salvan.
Aunque ahora cuenten con la fingida preocupación de los gabachos que apoyan a la indeseable candidatura de Meade, ante el temor de ver afectados sus intereses, aunque pretexten que lo hacen por razones de seguridad interna. La voz popular debe imponerse.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: “Los pirrurris al abordaje”, intitula a su colaboración de hoy don Rubén Mújica Vélez: “Meade (¿por qué Mid?) y ahora Mikel (¿el ratón Miguelito?) en fila ¡se sienten políticos cuando no han sido más que destructivos burócratas! Hemos caído en la era de los payasos de la política. Los que manejan el presupuesto creen que conocen ¡y que los reconoce el pueblo! Burros. A quien el pueblo conoce desde hace años es a Andrés Manuel López Obrador. ¡Vamos por la Presidencia de la República y por el futuro de la nación!” + + + El más contento con la precandidatura del ya ex director del IMSS es su suegro. Como colibrí, de mesa en mesa, en el desayunadero del Four Seasons, Heriberto Galindo Quiñones —a quien algunos llaman Makiaberto y otros, más realistas, Grilloberto— agradecía felicitaciones. Bien ganado el premio familiar, luego de que el oriundo de Guamúchil escribiera un par de artículos que, vergonzosamente, chorreaban miel y otros efluvios corporales en torno a Pepe Meade. “Es que lo conozco desde niño”, se justificaba. Luego, en Los Pinos, Galindo parecía recibir muchos apapachos de EPN. ¿O también lo estaría bulleando por sus aberrantes escritos? + + + Vale la pena recordar que ni Beatriz Rangel Paredes, chucha cuerera del viejo PRI, ha podido con el reto de recuperar para el PRI a la ahora Ciudad de México. Hace seis años, lo pensó bien, cambió a reales el dinero destinado a la campaña y se fue a Brasil, luego de pedir que la hicieran embajadora. ¿Será que el destino de Arriola sea terminar como cónsul de México en Vitoria-Gasteiz, capital del País Vasco?
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