31 periodistas asesinados
Francisco Rodríguez miércoles 3, May 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Hoy que en todo el mundo se celebra la Libertad de Expresión, vale subrayar que México ha sido víctima del coctel explosivo que fabrica la mentalidad reaccionaria cuando se mezcla, en la impunidad, con los intereses del crimen organizado, el saqueo cómplice y los artilugios electorales, que utilizan creyendo que es garantía de la permanencia de los dizque gobernantes. Los asesinatos de periodistas obedecen a razones realmente putrefactas. Los asesinos son cubiertos por el manto de la inmunidad fabricada.
El gobierno ha despreciado el cálculo político, humillando el decoro nacional y el mínimo racionalismo. Las castas y dinastías han antepuesto la mendacidad y la vesania para sustentar una codicia sin freno apoyada por el miedo y el autoritarismo fascista.
El atropello a los derechos humanos, a la dignidad y la vida de los periodistas mexicanos es propio de mentalidades, poseídas y fanáticas que se acercan más a las creencias de un monje medieval con alucinaciones propias del místico perturbado en sus facultades, y se alejan cada día en mayor medida de la sensibilidad de un gobernante moderno que debe responder a un mundo dislocado y exigente de estatura moral.
Los poderosos quieren creerse eternos. Porque el poder y el dinero no tienen color. Creen que las preferencias electorales son sólo datos estadísticos fríos, susceptibles de ser manejados al gusto con remiendos teóricos dictados desde las cúpulas. Le temen al lobo, y creen que la manera de ahuyentarlo es… con cifras maquilladas.
Por ello, el Consejo de Hombres de Negocios exige modificar al alza las cifras de crecimiento, a la baja las de la pobreza y la inflación, hacer todo un rebumbio para magnificar las falsedades de empleos formales inexistentes, todo con tal de eternizar el poder del PRI, aunque sea en el papel. Quien se oponga a esas verdades de cartón, debe ser ajusticiado.
Los periodistas son ejecutados por ser los mensajeros de la realidad, las piezas incómodas en ese teatro del absurdo, donde para ascender es preciso asesinar, trasegar, robar, desviar, prevaricar. Todo lo demás es nefasto, se opone al status quo. Los periodistas son la cabeza de turco de la limpieza espiritual de una oligarquía putre y decadente.
Asesinando periodistas que honran esta profesión, silenciando el derecho del pueblo a conocer la verdad que nos lacera, el poder monopoliza ilegalmente la violencia política, a contrapelo de todos los textos escritos sobre el tema del Estado y su defensa durante por lo menos los últimos doscientos años.
El fracaso de su modelo monoexportador petrolero, el truene de los tratados de libre comercio que no han arrojado un solo beneficio a las masas, la gran deuda fiscal y financiera agigantada por la rapiña, el quebranto grave de las condiciones de existencia, la peligrosa fragilidad institucional y un conflicto social soterrado, anuncian amargas sorpresas para la élite.
La sociedad acumula agravios vejatorios; las fuerzas represivas acatan ciegamente órdenes de los cómplices en el trasiego o de imperios en el amedrentamiento; la caldera hierve sin pivotes de desfogue. La violencia se ejerce desde el poder, sin recato alguno, apoyada en una legalidad que no soporta ni la revisión semántica.
La derecha gobernante exhibe toda su voracidad y desnuda su entreguismo al patrón extranjero. Al mismo tiempo, presume alocadamente su ignorancia, hace ver a tirios y troyanos que el gobierno legítimo no es lo suyo. Por tanto, su triunfo es sólo agua de borrajas. Espectro de lo peor que nos podía haber pasado en cualquier mundo posible.
Los asesinos forman parte de la claque de frívolos, rateros, cínicos e incapaces que desearon llegar al poder sólo para presumirle al Imperio que eran los mejores utensilios para acatar escrupulosamente sus instrucciones y darles el país en charola de plata. Que eran también la mejor para hacer creer al pueblo cifras maquilladas sobre la persistente regulación de indicadores macroeconómicos y crecimientos socialmente injustos.
Los que ahora tienen que hacernos creer que protegiendo las actividades de los mercachifles del empresariado ensanchan socialmente el mercado interno, sin obligar a los favorecidos a elevar los niveles de inversión productiva y sin tomar en cuenta el interés social.
La misma claque que ha entorpecido la solución de las necesidades elementales del pueblo. La que hizo prevalecer la soberbia y postergó la sensibilidad para que no pudiéramos entender que en el país ya habían emergido los rostros que exigen al Estado adecuarse a la nación. Los mismos descastados que creen en la simple modernización horizontal para cumplir con el mandato constitucional.
México, en el lugar 147 -de 180- en libertad de expresión
Los cínicos que ahora son enjuiciados por la opinión pública internacional. De acuerdo con los estándares de la organización Artículo 19, defensora de la libertad de expresión, con sede en Londres, México sigue siendo “el país más peligroso del hemisferio occidental para los medios de comunicación”, incluso más riesgoso que Siria y Afganistán, alerta Reporteros Sin Fronteras.
México es considerado “tierra de los cárteles de la droga”, y ocupa el número 147 de una lista de 180 países, en la que el primer lugar en libertad de expresión lo ocupa Noruega y el último Corea del Norte. Dice Reporteros Sin Fronteras que “cuando los periodistas cubren temas relacionados con el crimen organizado o la corrupción política, inmediatamente se convierten en blancos y son ejecutados a sangre fría, en la impunidad”.
Advierte Reporteros Sin Fronteras que “la corrupción de los políticos asociados con la violencia del crimen organizado erosiona el país, en especial en Veracruz, Guerrero, Michoacán y Tamaulipas, donde investigar un tema que genere molestia puede poner en peligro a los periodistas”.
Al señalar que “la inestabilidad política y económica del continente no justifica la hostilidad contra la prensa, destacan que los periodistas que investigan temas sensibles que afectan a los intereses de la clase política o el crimen organizado se hacen regularmente objetivos, perseguidos o asesinados”.
La londinense Artículo 19 destaca que, en México, 104 periodistas han sido asesinados desde 2000 a la fecha, “lo que resulta alarmante para la labor periodística… de esa cifra, casi la tercera parte, 31, se cometieron durante este gobierno”, con todo lo que esto puede implicar para el remate del expediente que se le arma en Washington.
Independientemente de lo condenable, cavernícola y nauseabundo de las ejecuciones de periodistas, llama la atención el móvil, la causa del ajusticiamiento, de la violencia tenebrosa: en todos los casos es haber denunciado graves asuntos de corrupción en los mandos estatales y federales, lo que nos hace infinitamente diferentes a todos los demás países.
En otros lados, como en Siria y Afganistán, con quienes nos comparan, los puntos de discrepancia o agravio desde el poder son la lucha por la independencia del país, la defensa de la patria, el señalamiento de los traidores a las causas nacionales, asuntos de Estado, de guerra, de sobrevivencia colectiva.
Aquí, no. Aquí se trata de que los truchimanes se sienten agraviados porque se descobija el hurto y la rapiña, la asociación delictuosa con los contrabandistas de la droga, los negocios sucios con Odebrecht, OHL, ENI y todas las trasnacionales donde los funcionarios son cómplices. Casi todos coinciden con los negocios que se realizan en territorio mexiquense. Verdaderamente vergonzoso.
Cuando aprehende la Interpol a algunos, como Yarrington o Duarte, el gobierno alcanza a fincarles los sobados e ineficientes delitos de uso de recursos ilícitos o vínculos posibles con delincuentes, garlitos jurídicos, que lo único que logran es que el proceso de extradición no sirva jamás para en México fincarles los delitos que sí son comprobables. Una treta rastrera y pendenciera que los reviste doblemente de inmunidad procesal.
Uno de los grandes culpables, Luis Videgaray, se atreve a poner el grito: ¡Mejor no los traigan! ¡Júzguenlos allá! ¡Nos van a volver a ganar aquí! Realmente doloroso y aterrador. En esas manos estamos.¿Usted qué haría?
Índice Flamígero: Las “autoridades” federales intentaron hacer daño, pero no lo consiguieron. Y es que, pudiendo aprehender al presunto delincuente Dámaso López Núñez —a quien se considera ser el sucesor de Joaquín El Chapo Guzmán— en el aeropuerto de Toluca o en el internacional “Benito Juárez”, acaso en una caseta de cobro (retenes, en realidad) de las autopistas que convergen en la capital nacional, esperaron a capturarlo en la CDMX, donde la incidencia delincuencial, está comprobado, ha disminuido, no obstante los garbanzos de a libra que en los últimos días hemos conocido. + + + Hoy, hoy, hoy -como decía el clásico- Graco Ramírez deja de ser presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores -invento de Ricardo Monreal, cuando estuvo al frente del gobierno de Zacatecas, para enfrentar a Ernesto Zedillo- y los morelenses no saben si reír o llorar, porque ahora lo tendrán (casi) de tiempo completo en la entidad. + + + Luis Videgaray debería poner un tapón en la boca a su valido Enrique Ochoa Reza, quien no cesa de lanzar al viento estupideces. La más reciente: que AMLO confunde corrupción con ocurrencias, lo que de inmediato ha provocado comentarios en el sentido de que México nunca había tenido dizque gobernantes ¡tan ocurrentes!, como los de ahora. ¿A poco no?
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