Muerte 8:15 • (IV)
Cultura, ¬ Edgar Gómez Flores viernes 6, Jun 2014Cuéntame algo para no morir
Edgar Gómez
- “No temas a morir, recuerda la fantasía te recompensará aún en la muerte…” Volteó y no había nadie
Parte 4 de 4
En ese momento las campanas repicaron y un revuelo se escuchó afuera de la carpa, pareciera una fiesta del pueblo. Luisa quiso caminar hacia la puerta principal, pero trompicaba en su andar. Hacía un esfuerzo inmensurable por avanzar y no lo lograba. De pronto, volteo a su reloj y vio: “las 20:22”. El dolor de cabeza nuevamente la tomó, ahora sin parangón. Todo el sueño le llegó en ese momento… “Recuerda Luisa… el dos mil veintidós, por favor no lo olvides”, “¿Le tienes miedo a la muerte?”, “¿te das cuenta? Ni para morir tienes valor, sólo lo intentas y no lo logras”… Las voces llegaron una por una primeramente, después llegaron todas juntas y la tomaron.
Luisa una vez más despertó en su cama. Con desesperación, corrió hacia el lavabo del baño. Tomó agua entre sus manos y se lavó la cara. Tenía una respiración agitada. Se tomó con las dos manos del toallero, volteo hacia abajo y de manera muy lejana escuchó. “No temas a morir, recuerda la fantasía te recompensará aun en la muerte…” Volteó y no había nadie. Era la mañana. Las 6:45 a. m. Se desvistió y se incorporó en la ducha, después la rutina: el desayuno, su ropa, el beso a su compañero y la carrera a su despacho.
Todo el día fue difícil para ella, no encontraba razón de su malestar y de su incomodidad. Pudo revisar algunos papeles y habló con Imelda para tomar un café. Imelda fue su compañera de universidad con quien platicaba sus asuntos más íntimos. Pasaron las horas y se fueron desvaneciendo los recuerdos del sueño, sólo quedaron las sensaciones y los malestares. Durante el día no pudo lograr la concentración requerida para concluir sus asuntos más relevantes. No contuvo más y salió de la oficina veinte minutos más temprano de lo normal. Llegó al café; muy cerca del centro de la ciudad. Mientras esperaba, una anciana se acercó y le dijo, déjame leer tu mano y tu suerte. ¡Claro!, contestó ella. Le puso la mano derecha a su disposición a la anciana. Ésta abrió los ojos con un asombro y una preocupación y le dijo: Debes tener cuidado en el 2022, algo te pasará. Trata de no alejarte mucho de mí mujer. Me necesitarás. Luisa, en ese momento, pudo retomar paso a paso los olores y el recuerdo de su sueño… Sintió helar su sangre, pero lo disimuló. “Gracias señora”, tomó una moneda de cinco pesos y se la entregó. Levantó la mirada como buscando a Imelda, sin embargo, lo que buscaba era distraer su atención de la señora que con un paso lerdo se alejaba en la puerta del cafecito. Al perder de vista a la señora, se paró de su silla y caminó a la puerta… trompicó y tiró su monedero. Lo intentó levantar, al igual que un señor que pasaba. Coincidieron sus manos. La mano de este hombre estaba hirviendo. El cielo empezó a nublarse, Luisa olvidó la cita con Imelda y caminó por las calles del Centro Histórico, su cabeza empezó a perder cordura, las imágenes se confundieron nuevamente, el hombre de gabardina negra y manos calientes, el 2022, el sueño, la vida, la muerte y la fantasía. Todo junto, como burlándose de el orden que el hombre ha dado a estos elementos.
Caminó por el callejón obscuro hacia el barrio de su casa. Su desesperación se acentuó. De repente en la pared observó de manera detenida un grafiti que decía:
¿Será la locura cordura sin orden?
¿o será maldición de nuestro camino?
Hurto de lo creado por el hombre,
despoja de tu mente, mujer, lo que es mío
La lectura rápida de este mensaje, la puso más nerviosa, quiso caminar de regreso pero la calle ya era otra. Ahora caminaba por un empedrado, confundida entre la fantasía y la realidad. O tal vez era su otra vida. Por momentos Luisa se sintió Ana y lloró de dolor, otras veces de culpa. Se posó nuevamente en la banqueta de la calle colonial y sollozó, ahora sí de dolor; pero no físico. Él una vez más ahí. ¿Quieres caminar? “Vamos, allá a lo lejos… tal vez te pueda ayudar”. Luisa supo que caminaba en la frontera de la cordura y el desquicio, de los recuerdos y la realidad. Era su mundo, todo junto, lo que se vive dentro y fuera de su mente.
Caminó y siguió. A lo lejos se perdieron nuevamente. Agarrados de la mano. Las nubes en el horizonte se empezaron a abrir y dejaron desnudas a las dos lunas que aparecían en el paisaje. Sólo un hilo de sangre quedaba como estela en el andar de Luisa… Bueno, eso logró ver éste, quien ahora narra lo vivido, lo pensado, lo recordado, por Luisa o quizás era Ana en una presentación más tersa. No lo sé y estoy seguro… nunca lo sabré.
Las tres primeras partes pueden verse en www.diarioimagen.net