La necedad de Calderón
¬ Augusto Corro lunes 30, Jul 2012Punto por punto
Augusto Corro
En los últimos días, Calderón intensificó sus actividades políticas al interior de Acción Nacional (PAN).
Su propósito fundamental: continuar al frente de esa organización política.
Después de la derrota mayúscula en elecciones pasadas, el michoacano implementa una especie de cruzada para amortiguar su pésima actuación como dirigente panista. A los blanquiazules les quedó claro que Calderón fue uno de los responsables directos de la derrota.
Para empezar, la fallida administración del gobierno panista era más que suficiente para que el electorado dirigiera su voto a otras opciones. Así, el candidato del PRI, Enrique Peña, fue el triunfador absoluto en las presidenciales. Los errores del michoacano empezaron antes que comenzara la precampaña electoral.
Decidió apostar por Ernesto Cordero, un funcionario anodino, como su candidato a la contienda electoral presidencial. Resultó un fiasco.
A raíz de que el “delfín” Cordero no levantaba, la situación política se complicó en Acción Nacional, porque en el partido no contaban con los candidatos adecuados.
Se manejó una lista de aspirantes panistas que impresionó por la cantidad, no por la calidad. Al embajador de EU en México, Carlos Pascual, le costó la chamba, porque dijo que los precandidatos blanquiazules eran grises. Además, vaticinó el triunfo del PRI.
Con el tiempo, Calderón le dio la razón al diplomático, al señalar que en las citadas elecciones hubo “candidatos pigmeos que no estuvieron a la altura de las circunstancias”.
En el presente, Acción Nacional se encuentra noqueado. Su abanderada Josefina Vázquez Mota llevó a su partido al tercer lugar. Bastaron 12 años para hacer añicos el partido. El descalabro permitió que se agudizaran las pugnas internas por los restos que quedan del PAN.
El presidente panista, Gustavo Madero, le perdió el respeto a Calderón y ambos decidieron enfrentarse en una lucha que, está por demás decirlo, el ganador será el michoacano. Para empezar, Calderón ya definió cuál será su meta: sacar al PRI de Los Pinos en seis o 12 años y en tanto, fortalecerse políticamente: recuperar el poder que se le empieza a escapar.
Su necedad consistirá en no dejar el partido, a pesar de que muchos panistas lo exhortan a que se haga un lado, a fin de que no influya en la refundación de la organización panista.
¿Y Madero? No puede decirse gran cosa de este él, pues ha sido uno de los peores líderes blanquiazules: aún sigue desorientado, no se repone de la derrota mayúscula, como el mismo la calificó.
En agosto, empezará a definirse el rumbo de Acción Nacional. No será fácil.
DESASTRE EN ELECCIONES
Durante el VIII Consejo Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) se llegó a la conclusión que no haber conquistado la Presidencia de la República “es un resultado a todas luces negativo”.
Bueno, por lo pronto, los perredistas empezaron a curarse en salud, porque el juicio de los militantes amarillos señala a la jerarquía de su partido como factor importante en la derrota. En la dirigencia del partido del sol azteca no aceptaron totalmente a López Obrador como el abanderado de las izquierdas.
Los conflictos entre el tabasqueño y los “chuchos”, grupo predominante en el PRD, no lograron superarse.
Lo anterior se reflejó en la campaña presidencial, en la que, por ejemplo, Jesús Zambrano se negaba a participar en los actos políticos de López Obrador, con el argumento de que tenía que apoyar a otros candidatos de las izquierdas a diputados, senadores o gobernadores.
Si bien es cierto que las izquierdas obtuvieron el segundo lugar en los resultados electorales, López Obrador se quedó con los deseos de ganar la Presidencia de la República, por segunda vez.
En el primer intento del tabasqueño, la falta organización influyó en su derrota.
En esta ocasión, de acuerdo con el balance de la jerarquía perredista, “la unidad del partido fue deficiente y llevó a una difusión casi inexistente: hubo fallas en la creación y registro de la estructura electoral. “El impacto negativo fue especialmente notable en la creación y registro de la estructura electoral, pues sólo se pudo acreditar presentación de la coalición, en 85 por ciento de las 143 mil casillas electorales”, según el balance del PRD.
También se destacó que faltó unidad por parte de los partidos que integraron la coalición Movimiento Progresista.
Su desempeño fue desigual en la actividad proselitista e incluso ausencia de ella en varios estados, además de que los recursos no fueron aplicados manera eficiente.
Con toda esa cadena de errores ¿cómo pensaba López Obrador ganar las elecciones?
Lo que no ganó en las urnas, el tabasqueño pretende, infructuosamente, lograrlo en los tribunales electorales.
Sin embargo, a López Obrador parece interesarle más el conflicto social y la polarización ciudadana. ¿Por qué no respeta la voluntad ciudadana? ¿Qué gana con mandar al diablo a 50 millones de mexicanos que votaron en los comicios recientes?
A las izquierdas no les satisfizo quedar como segunda fuerza electoral. Su ambición política los llevará a agudizar sus pugnas internas en busca del poder. El divisionismo, como divisa, jugará un papel importante. ¿López Obrador se deslindará de los “chuchos” para hacer su propio partido? Es una pregunta que se hacen los izquierdistas.
En las multicitadas izquierdas las aguas nunca estarán tranquilas.