¿Procederán las denuncias?
Ramón Zurita Sahagún martes 17, Jul 2012De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La historia electoral de México registra -desde que inició la etapa posrevolucionaria-, innumerables quejas, denuncias, protestas y peticiones de anulación de los comicios.
Fraude, inequidad y abuso, son palabras comunes en cada uno de los procesos electorales presidenciales de las más de ocho décadas de paz, sin que ninguno de esos reclamos hubiese corrido la suerte que esperaban los detractores e impugnadores de los mismos.
La queja es recurrente, ya que cada proceso electoral presidencial surge algún inconforme que protesta por los resultados adversos, basado en su derecho a ello.
Algunos con justa razón, por la serie de atropellos cometidos, otros, simplemente, para justificar su derrota. Los resultados han sido lamentables con pérdidas humanas en muchos casos, mientras que en otros, las vías usadas han sido la protesta, sin que se registraran hechos de sangre.
La historia se inicia con los comicios en que participaron Pascual Ortiz Rubio y José Vasconcelos, donde el segundo alegó que le habían robado el triunfo.
Juan Andrew Almazán se quejó de lo mismo y cuando se esperaba un levantamiento armado, no sucedió nada, en virtud de que, se dice, le fueron entregados millonarios contratos al quejoso para mitigar su debacle electoral.
Sin embargo, la elección en la que resultó triunfador Adolfo Ruiz Cortines (1952) si dejó un saldo rojo, ya que los seguidores de Miguel Henríquez Guzmán salieron a la calle para protestar y un mitin en la Alameda del Distrito Federal dejó como recuerdo un número no determinado de muertos.
Hasta entonces, los legadores de fraude eran personajes políticos que formaron parte de los gobiernos posrevolucionarios y que buscaron alternativas en otros partidos para ser postulados como candidatos presidenciales.
Ezequiel Padilla fue otro personaje que adujo fraude en su contra en la elección que ganó Miguel Alemán Valdés en 1946, aunque su reclamo fue tibio y sin grande aspavientos.
En aquel entonces se producían desprendimientos en los grupos de poder, ante la imposibilidad de ser postulados candidatos presidenciales por el partido en el poder (PRM, primero y PRI, después).
Desde 1958 hasta 1982, los procesos electorales presidenciales se desarrollaron entre dos partidos en disputa el PRI y el PAN, ganando cada uno de esos comicios (58-64-70-76-82-88) el Revolucionario Institucional, con pequeñas muestras de inconformidad por las victorias de ese partido.
Fue hasta 1988, con un nuevo desprendimiento priísta, que surgieron protestas en forma sobre la eventualidad de un fraude electoral.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Manuel de Jesús Clouthier y Rosario Ybarra de Piedra unieron esfuerzos para denunciar el presunto fraude conocido como la “caída del sistema”.
La denuncia se basaba en el conteo lento de las urnas, luego de que el abanderado de la izquierda (Cárdenas Solórzano) comenzó a aventajar al priísta Carlos Salinas de Gortari.
Al reanudarse el conteo, las cifras dieron la ventaja al candidato del tricolor, aunque quedó en el ánimo de muchos las sospechas sobre los números que arrojaron los conteos de las autoridades electorales.
Ese fue el parteaguas de la democracia en México, ya que se establecieron nuevos organismos electorales, para sancionar los comicios, ya fuera del aparato gubernamental y se pasó de la época de partido único a la de bipartidismo, primero y tripartidismo, después.
Al mismo tiempo, se originó la etapa del sospechosísmo, sin importar que ya los organismos electorales gozaran de autonomía y se modernizará la Ley de Proceso Electorales.
Ernesto Zedillo ganó la Presidencia de la República en 1994, con amplia ventaja sobre el panista Diego Fernández de Cevallos y el abanderado de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Las protestas o denuncias fueron tenues y se divulgó la especie del voto del miedo, por los acontecimientos que dieron paso al levantamiento del EZLN y el asesinato del candidato priísta, Luis Donaldo Colosio.
Seis años más tarde, ganó la presidencial, por vez primera, un candidato ajeno al PRI, en la figura de Vicente Fox Quesada, quien venció en las urnas, con el llamado voto de la alternancia a Francisco Labastida Ochoa y a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien compitió por tercera ocasión.
Tampoco se registraron grandes protestas de fraude, aunque entre los priístas se mantuvo la idea de que el triunfo panista fue negociado en los altos niveles. Hace seis años, se produjo una de las mayores muestras de inconformidad, por la victoria del panista Felipe Calderón Hinojosa, por solamente medio punto porcentual, sobre el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. Las protestas y denuncias de fraude fueron muy sonoras y en el ambiente se sembró la idea del llamado voto útil, cuya tendencia era la de impedir el triunfo de la izquierda y su candidato.
El plantón de Reforma, los motes de espurio para el ganador de los comicios, fueron resultados de esa inconformidad.
Seis años después (2012), el mismo candidato (AMLO) cuestiona la victoria del priísta Enrique Peña Nieto y pretende la invalidación de los comicios, aduciendo compra de votos, inequidad y rebase de los topes de campaña, entre otras cuestiones.
En ninguno de los casos anteriores (de 1930 a 2006), procedió la nulidad de los comicios o el llamado a la realización de un nuevo proceso electoral.
Para esta ocasión, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emitirá una resolución inapelable sobre el proceso electoral del 1 de julio, por lo que cuenta con la fecha límite del 6 de septiembre para ello.
GABINETES
En dos ocasiones (1988 y 2006) los perdedores de la elección presidencial decidieron asumir funciones alternas de Presidentes de la República, nombrando sus propios gabinetes alternos. Manuel de Jesús Clouthier y Andrés Manuel López Obrador fueron quienes decidieron usar esas formas.