El antes y el después
¬ José Antonio López Sosa lunes 16, Abr 2012Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Nuestra democracia es simulada, cada día me convenzo más. Estamos en tiempos electorales, en plenas campañas políticas, los candidatos recorren el país, de pueblo en pueblo hablando y escuchando a la gente, dando la mano, metiéndose en los tumultos y pidiendo a la militancia de sus partidos que abarroten sus mítines.
ANTES. Así pasó hace seis años y hace 12. Así, Vicente Fox recorrió el país, lo mismo que Francisco Labastida Ochoa y Cuauhtémoc Cárdenas, así Andrés Manuel López Obrador lo hizo hace seis igual que Roberto Madrazo, Roberto Campa y Felipe Calderón, de calle en calle, haciéndose parte de la gente, del pueblo. Así son los candidatos.
DESPUÉS. Una vez instalados en la Presidencia, históricamente -pero sobre todo en los últimos dos períodos- los presidentes que fueron candidatos cambian radicalmente el modus operandi, no se acercan más a la gente, van a todos lados acompañados de un verdadero ejército, si alguien pretende decirle verdad alguna al presidente corre el riesgo de una golpiza o por lo menos una detención por algunas horas del Estado Mayor Presidencial. Como presidente el ex candidato no vuelve a meterse en los tumultos, difícilmente vuelve a recorrer el país de otra forma que no sea en helicóptero, se olvidan de los mítines masivos y en cambio, se planean actividades perfectamente cuidadas en forma y estructura.
¿Qué pasa en ese ínter del antes y el después?, no lo entiendo más que como una vil manipulación de masas con un objetivo, lograr el poder.
Por eso, sostengo que la democracia es simulada, los candidatos -por lo menos Fox y Calderón- aparentan ser cercanos a la gente y mienten porque la historia lo ha demostrado.
Ahora, de nueva cuenta estamos en el antes, de aquí al 1 de julio y posiblemente al 1 de diciembre, todos son pueblo, todos están ávidos de escuchar a la gente, de hacerles llegar sus propuestas, pero…. ¿después?
Lamentablemente, gane quien gane, la historia se repetirá, no es cuestión de partidos o ideologías, es simplemente una condición cultural del poder que tenemos en México, una aberrante simulación democrática en la que todos creemos en algún momento. ¡Lamentable!
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