La historia se regresa un siglo
¬ Francisco Reynoso martes 6, Ago 2024Triple Erre
Francisco Reynoso
Hace 90 años —el 1 de diciembre de 1934— el general Lázaro Cárdenas del Río asumió la Presidencia de México. En vísperas de que Claudia Sheinbaum Pardo tome en sus manos el control del país, la historia parece retroceder casi un siglo.
El Tata Cárdenas es uno de los grandes ídolos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Quizá el más grande, aunque él quiera aparentar que el zapoteca Benito Juárez García es su guía moral y espiritual. Y son extraordinariamente macabras las coincidencias entre mucho de lo que sucedió en el sexenio cardenista y gran parte de lo hecho por el lopezobradorismo.
Aunque sería más sorprendente lo que podría pasar durante el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum.
El domingo, en Veracruz, la Presidenta Electa afirmó que no habrá traiciones… Ante su guía moral y espiritual, y con el pueblo jarocho como testigo, declaró claro y fuerte para que se escuche desde Tijuana a Yucatán: “Vengo aquí, al sur de Veracruz, a decirles que no vamos a traicionar, que vamos a seguir con el legado del mejor Presidente de México, de Andrés Manuel López Obrador… que no va a haber marcha atrás… que no va a haber traiciones…”.
En diciembre de 1934, cuando Lázaro Cárdenas inició su gobierno, el gabinete que lo acompañaba estaba dividido, casi mitad por mitad, por recomendados del ex presidente Plutarco Elías Calles, el reconocido “jefe máximo de la Revolución”.
Con tufo callista destacaban: Rodolfo Elías Calles, Tomás Garrido Canabal, Aarón Sáenz, Juan de Dios Bojórquez, Narciso Bassols y el general Pablo Quiroga. Estaban al frente de las secretarías de Comunicaciones, Agricultura, regencia del Distrito Federal, Gobernación, Hacienda y Crédito Público y Defensa y Marina (estaban juntas).
Nada más. El callismo tenía el control político y económico.
Los cardenistas Ignacio García Téllez, Francisco J. Mújica, Silvestre Guerrero, Raúl Castellanos y Silvano Barba manejaban las secretarías de Educación, Economía, PGR, Procuraduría del DF y Trabajo y Previsión Social.
Pero además, el gobierno de Abelardo Rodríguez (uno de los tres paleros de Calles; los otros fueron Emilio Portes Gil y Pascual Ortiz Rubio) le dejó a Cárdenas un país lleno de broncas políticas, sobre todo con los sindicatos de trabajadores.
Entre diciembre de 1934 y mayo de 1935 estallaron no menos de 400 huelgas.
El país estaba calientito.
Y en el sector político había infinidad de intrigas y deseos de revancha. Y es que el presidente Cárdenas envió al Congreso de la Unión varias iniciativas de ley para reformar la Constitución. Una fue para reorganizar y suprimir privilegios en el Poder Judicial de la Federación.
El Tata Lázaro propuso cancelar la inmovilidad de ministros y magistrados; todos durarían en el cargo sólo seis años, exactamente como el Presidente de la República.
Y propuso reformas al Poder Legislativo para tener bajo control a diputados y senadores: serían desaforados y sujetos a proceso penal quienes incurrieran en rebeldía y maniobras sediciosas.
Con el país en ebullición, el presidente Cárdenas llamó a Plutarco Elías Calles para que, como buen mexicano, regresara al servicio público; la patria lo necesitaba… lo llamaba con urgencia.
Plutarco Elías Calles estaba “retirado de la política”, encerrado —habría cancelado sus redes sociales de haberlas tenido— en la casa de su hija en la playa El Tambor, en Sinaloa, frente al Mar de Cortés.
Rodolfo Elías Calles, secretario de Comunicaciones de Cárdenas, llegó a buscarlo para entregarle una carta del Presidente de la República en la que le pedía volver al Distrito Federal e incorporarse a su gabinete.
Cordial y amistosamente, Cárdenas solicitaba a Plutarco Elías Calles ayudarlo a “serenar” —esa palabrita que tanto le gusta a López Obrador— a los sindicatos liderados por Vicente Lombardo Toledano, de la Confederación de Obreros y Campesinos de México, y por los “cinco lobitos: Fidel Velázquez, Fernando Amilpa, Alfonso Sánchez Madariaga, Jesús Yunuén y Luis Quintero, de la Federación de Trabajadores del DF, quienes eran, de facto, creación de Calles.
Y Plutarco no pudo negarse al llamado de México… de la Patria. Regresó y Cárdenas lo echó a los leones obreros.
Semanas después, cuando la imagen del otrora jefe máximo de la Revolución estaba abollada, Cárdenas renovó su gabinete con gente de su entera confianza. Y maniobró para que 14 gobernadores pidieran licencia y fueran sustituidos por leales al cardenismo.
Y el golpe maestro lo dio en el Ejército. La mayoría de los jefes de las zonas militares fueron reemplazados por generales de probada lealtad —90% de lealtad y 10% de capacidad eran sus perfiles—.
En abril de 1936, Plutarco Elías Calles estaba en su casa en Santa Bárbara, Texcoco. A las 10 de la noche se presentó un contingente de militares al mando del general brigadier Navarro Cortina.
“Señor general Calles, para informarle que por órdenes terminantes del señor Presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, debe usted salir de México mañana por la mañana…”.
Plutarco Elías Calles preguntó la razón. El brigadier Navarro respondió: “Al parecer por razones de salud pública”.
A las seis de la mañana del día siguiente, Plutarco Elías Calles, acompañado de su hijo Rodolfo, del diputado Luis León, del líder obrero Luis Morones y de su particular Melchor Ortega, abordaron un avión en el aeropuerto de Balbuena que los llevó a Estados Unidos.
El jefe máximo de la Revolución regresó a México cuando lo gobernaba el general Manuel Ávila Camacho. La condición para que le autorizaran volver es que se estuviera quieto… que se “serenara”.
La verdad es la verdad
y no admite otros datos