López obrador, la noche de las chinches y las pulgas
¬ Francisco Reynoso martes 18, Jun 2024Triple Erre
Francisco Reynoso
Mucha gente no entiende cómo es que Andrés Manuel López Obrador, a pocos días de concluir su sexenio y después de saldos tan espantosos como los 180 mil asesinatos del crimen organizado y de decisiones que podrían considerarse absolutamente impopulares, como el “rasurado” a las cuentas de las Afores, mantiene índices de aprobación ciudadana tan altos.
Resulta inexplicable para millones de personas que el “pueblo bueno y sabio” cuide, defienda y le firme cheques en blanco al tabasqueño -el último de 35 millones de votos- para que siga construyendo la Cuarta Transformación que ahora, con la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República, coloca los cimientos del segundo piso.
La magia de López Obrador para mantener adormilada a la mayoría de los mexicanos puede descifrarse, o por lo menos se puede tener una idea muy cercana a la realidad, en algunos capítulos del libro que Saúl Monreal Ávila escribió sobre su vida.
En “Saúl, una historia que nos conecta”, el más chico de los 14 hermanos Monreal Ávila cuenta de su relación política y de amistad con López Obrador, que se inicia en 2006, en su primera campaña presidencial.
Un banquete de pulgas y chinches
Saúl Monreal refiere que supo de la existencia de López Obrador en 1998, cuando Ricardo deja el PRI y se une al PRD que lideraba “El Peje”.
“No obstante -reconoce el político fresnillense- lo percibía como uno más en la galería de los personajes políticos…”. Y confiesa que lo conoció en toda su dimensión y en sus capacidades hasta el inicio de 2006. “Desde ese momento me di cuenta de que (Andrés Manuel) actuaba en la política con la certeza extraña de que, tarde o antes, iba a ser Presidente de México…”.
Cuenta Saúl que ese año López Obrador quiso recorrer Zacatecas como parte de su campaña presidencial y le pidió organizar la gira, con la recomendación -que se convierten en órdenes que se deben cumplir a rajatabla- de visitar las comunidades más pequeñas y jodidas.
Esto implicaba -explica Saúl- tener menos gente en sus mítines y reuniones, pero no le importó. Cinco o diez personas que estén, decía López, son importantes y hay que escucharlas, atenderlas y ofrecerles trabajar para solucionar sus problemas.
“Fue la primera vez que convivimos de cerca. Íbamos largas horas en carretera, comíamos sólo lo que nos daba la gente en el camino y dormíamos en los lugares más austeros. Al principio -subraya Saúl- estaba preocupado por la incomodidad y el cansancio (…) la segunda noche de la gira tuvimos que dormir en el único hotel que había en una pequeña ciudad en el sur del estado (y las) habitaciones estaban francamente en muy mal estado. El olor de las cobijas me impidió usarlas y me acosté encima de ellas, sólo para darme cuenta de que la cama estaba invadida de chinches y pulgas. En tiempo récord me llené de piquetes. Hui a una silla dura lejos de la cama y ahí traté de dormir un par de horas…
“En la mañana -abunda en su crónica Saúl Monreal-, Andrés Manuel estaba listo como el primer día y estaba tomando café con la cocinera cuando bajamos. Se notaban piquetes rojos e inflamados en sus tobillos, brazos y cuello. En el coche se rascaba con discreción (…) le dije ¡Qué noche tan espantosa con esas camas llenas de bichos!, pero Andrés Manuel no se quejó y no dijo una sola palabra sobre lo incómodo que era haber sido bufete para un ejército de chinches y pulgas…”.
Más adelante, el menor de los 14 hermanos Monreal relata en su libro, sobre esa gira con López Obrador: “… en los siguientes días lo vi rechazar comidas finas para comer una gordita con frijol y queso con la gente en la banqueta (…) vi cómo cambiaba los planes para sentarse a escuchar a alguien que tenía problemas y cómo continuaba con el mismo interés en la gente, día tras día. Entendí que Andrés Manuel era diferente a los demás…”.
Juego sucio de Morena
Esa personalidad de Andrés Manuel López Obrador, que Saúl Monreal narra en su libro, fue determinante en el resultado de las elecciones del 2 de junio. Ni duda cabe.
En gran medida, los 35 millones de votos que llevaron al triunfo a Claudia Sheinbaum fueron depositados en las urnas pensando en López Obrador.
Millones de mexicanos, sin duda, quieren a López porque ha sabido ganarse ese cariño.
Sin embargo, también es cierto que en el resultado mucho influyó el juego sucio y las trampas en las que Morena se ha especializado. Una de ellas, por supuesto, fue el manejo perverso de los programas sociales.
“Si no votas por los candidatos de Morena, perderás tus beneficios, perderás la beca, la pensión de los viejitos, el apoyo a las madres solteras, la mensualidad de estudiantes y de sembradores del futuro”, decían los servidores de la nación, operadores mapaches de Morena.
Y millones de mexicanos cayeron en la trampa. Unas en la trampa del amor. Otros en la trampa del chantaje.
La verdad es la verdad
y no admite otros datos