Showtime Lakers
Opinión miércoles 20, Sep 2023Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- “Lakers: tiempo de ganar”, para Buss el reto era convertir una transmisión deportiva en una experiencia que apelara al público en general; convertir una justa deportiva en una representación sensacional del estadounidentismo. En sus palabras: “mezclar Disneylandia, los Oscares y la Mansión Playboy” en un mismo evento
El pasado domingo durante la emisión del último episodio de la segunda temporada de Wining Time: The Rise of the Lakers Dynasty o Lakers: tiempo de ganar, sin avisos previos ni anticipación alguna, HBO anunció la cancelación de la destacada serie de televisión producida por Adam Mckay (La gran apuesta, No mires arriba, El menú, Succession).
Hasta el momento las razones para esta decisión resultan poco claras respecto a un show de televisión con un sólido rating de audiencia y con una favorable aceptación por parte de la crítica especializada. La compañía (HBO) no ha dado motivos específicos.
La rumorología alrededor del asunto señala a dos posibles causas: la menos probable, una proyección de audiencia limitada y, la más contundente, el disgusto y desacuerdo que este show generó entre las celebridades, jugadores y ejecutivos de la NBA —entre ellos, Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y Jerry West— por el modo en que son representados dentro del programa de televisión y por las imprecisiones históricas y factuales con las que Winning Time retrata la icónica época de los Showtime Lakers.
La serie de drama y comedia deportivos se inspira en el libro Showtime: Magic, Kareem, Riley y la dinastía de los Lakers de los 80s de Jeff Pearlman que narra la construcción de una de las franquicias más poderosas del basquetbol mundial a partir de la adquisición de un modesto equipo por parte del empresario de bienes raíces, Jerry Buss.
En consonancia, la serie cuenta esta historia principalmente desde el punto de vista de Buss; en un segundo lugar, desde el ángulo del legendario Magic Johnson; y, complementariamente, desde historias aledañas con personajes como Abdul-Jabbar, Jerry West —cuya silueta es el logo de la National Basketballl Association—, Pat Riley, Jack McKinney, Larry Bird, Larry O’Brien —cuyo nombre denomina al trofeo con el que se consagra al campeón de cada temporada de la NBA—, David Stern, Julius Erving y, tangencialmente, hasta menciones a Michael Jordan, Kobe Bryant y LeBron James.
En otras palabras, esta ficcionalización de la historia de la NBA retrata la construcción de los cimientos sobre los que una modesta liga de baloncesto estadounidense se convirtió en una industria mundial de entretenimiento. En el centro, de este movimiento mercadológico: Jerry Buss y su reconceptuación del juego.
Como muestra Lakers: tiempo de ganar, para Buss el reto era convertir una transmisión deportiva en una experiencia que apelara al público en general; convertir una justa deportiva en una representación sensacional del estadounidentismo. En sus palabras: “mezclar Disneylandia, los Oscares y la Mansión Playboy” en un mismo evento.
Es así como, fuera de la cancha, de la mano de Buss nacerá el concepto del basketball-showtime; el de las animadoras con uniformes entallados y haciendo bailes sensuales, el de las celebridades gritando y emocionándose con cada juego desde la primera fila y el de la diversión magnificada por la estridencia de un estadio capaz de cautivar a padres, madres e hijos por igual.
Sin embargo, esta tarea no sólo podía suceder alrededor del juego; tenía que suceder también dentro de las canchas. Es ahí donde la magia de Earvin Johnson se vuelve pivotal. Una de las primeras figuras avasalladoras del basquetbol que escala su personalidad a los linderos de la celebridad. Un antecedente y fundamento para que los Jordans, los Kobes, los LeBrons, los Currys y las dinastías populares del futuro alcanzaran el nivel de arrastre comercial del que hoy gozan en el mundo.
La manera en que Winning Time pondrá esto en cámara es harto estilizada. La narración visual transita entre la cámara digital regular y los filtros granulados que dan apariencia de grabaciones de los años 80. Las texturas transportan esta historia a las coordenadas visuales de su momento de realización.
En cuanto al modo de filmar y editar, la serie tiene un ritmo dinámico que vuelve igualmente emocionante la acción en cancha que el drama en las oficinas o en las vidas de excesos de jugadores y dueños de equipos por igual. Todo corre rápidamente, intensamente y con una cadencia casi tan abstracta como la del deporte ráfaga.
En cuanto al modo de discurrir, la serie emplea un sentido del humor sutil, satírico, irónico, irreverente y ácido. Rompe, ocasionalmente, la cuarta pared para filtrarnos mensajes de lucidez, sarcasmo o autoconciencia que, claramente, inclinan este relato hacia los ejes de lo fársico y lo exagerado.
Entre tanto, como telón de fondo, Tiempo para ganar se encarga de señalar los vicios con los que el entretenimiento y la mercadotecnia del deporte se han apoderado de la competencia. Los modos en los que el juego se torna en una narrativa. Puntualmente, el modo en que, durante los años 80, la guía narrativa que atraía a los espectadores hacia la NBA era una rivalidad acérrima entre los Lakers de Magic Johnson y los Celtics de Larry Bird.
Satíricamente y con incisiva lucidez, la serie establece esta rivalidad también en los ejes raciales de ambos jugadores y en los trasfondos personales que cada uno representa —uno, un joven blanco de la vida rural estadounidense; otro, un joven negro de la vida urbana estadounidense; uno, representante del campirano promedio; otro, representante del afroestadounidense del barrio promedio.
Establece esta rivalidad, entonces, en los términos de una recurrente metodología empleada en el deporte contemporáneo y en el deporte-negocio. Las rivalidades, las tensiones sociales y culturales y, en el caso puntual de Estados Unidos, los contrapuntos raciales como espectáculo.
Visto así, es claro por qué los ejes temáticos de la serie podrían haber sido incómodos para algunos sectores de la National Basketball Association; aunado a que estos comentarios sagaces son hechos desde un sentido del humor que se precia en ser ficticio. Dando, por ejemplo, papeles centrales a la promiscuidad de Johnson o del propio Buss o a conflictos personales entre jugadores.
El primer episodio de la serie abre con una representación del momento en que Earvin “Magic” Johnson se entera de que es portador del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Entrevistados al respecto, los creadores de la serie llamaron a esta escena “una declaración de intenciones”; una especie de augurio y expresión del lugar al que les hubiera gustado llevar este relato.
Tras la cancelación del show dicho deseo queda efectivamente truncado. Queda para el imaginario la pregunta por el modo en que varios momentos del desarrollo del baloncesto como deporte-negocio podrían haber sido retratados desde la crítica incisiva, exagerada, imprecisa y dinámica de Winning Time.
Quizá el gran error de la serie producida por Adam McKay haya sido tomarse con demasiada efusividad el propósito de hablar de la construcción de una franquicia del deporte y el espectáculo como lo son los Lakers de Los Ángeles. Quizá al deporte-negocio le pesó demasiado ver a alguien más espectacularizando su historia.
Sin avisos previos ni anticipación alguna, HBO anunció la cancelación de la destacada serie de televisión producida por Adam Mckay
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