100 años sin Pancho Villa
Alberto Vieyra G. viernes 21, Jul 2023De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Históricamente, la sucesión presidencial en México ha sido sucia, cruenta, tenebrosa y macabra.
“Yo no estoy preparado para ser Presidente de México”, diría Francisco Villa a los norteamericanos, que a través del general John Percy, le ofrecían convertirlo en Presidente de México. Ante la negativa del revolucionario, los halcones de Washington optarían porque Venustiano Carranza se convirtiese en Presidente de México de facto.
El 20 de mayo de 1920, Carranza sería asesinado en Tlaxcalantongo. Adolfo de la Huerta ocuparía interinamente la Presidencia de la República por 6 meses y Álvaro Obregón Salido se sentaría en la silla los siguientes 4 años. De la Huerta había logrado pacificar a México haciendo que Pancho Villa depusiera las armas y se dedicará a las labores agrícolas, regalándole la Hacienda de Canutillo en Durango y con la promesa de que no dijera ni pío en cuestiones políticas.
Pero, a Pancho Villa se le atravesó un intrépido periodista.
A mediados de 1922, el periodista de El Universal, Regino Hernández Llergo, llego a Canutillo y logro que el Centauro del Norte apodado también el bandolero divino hablará de un tema prohibido: La sucesión presidencial de 1924.
Pancho Villa se negaba y se volvía a negar a hablar del tema, pero el periodista hizo que hablara. “Tengo mucho pueblo y si yo quiero en una hora puedo juntar más de 40 mil hombres”. Esa advertencia estremeció al Castillo de Chapultepec, entonces la residencia presidencial. Ni tardo ni perezoso, Álvaro Obregón Salido llamó al diputado local por Chihuahua, Jesús Salas Barraza, ordenándole su inmediata presencia en el Castillo de Chapultepec. Sin rodeos, el manco de Celaya le ordenaría a Jesús Salas Barraza asesinar a Pancho Villa.
El fanfarrón y locuaz diputado se fue hecho la mocha para Chihuahua y de ahí a la coyoteada para contactar a 7 matones, encabezados por Ruperto Bara.
“Parral me gustó hasta para morir”, había dicho años atrás Pancho Villa, un estratega de la guerra de talla mundial cuando visitó por primera vez Parral.
Los complotistas sabían que Doroteo Ferman Arámbula, nombre real de Pancho Villa visitaba permanentemente a una de sus mujeres apodada ‘la charrita’. Sería el muy ilustre médico anestesiólogo Rubén Osorio, quien investigó y publicó un libro La Familia Secreta de Pancho Villa y encontró que el hacendado, Luis Ferman en Durango fue el verdadero padre de Pancho Villa.
Los asesinos de Pancho Villa contrataron un expendio de forrajes y desde ahí buscaron venadearlo durante 32 días. Ya estaban que se los llevaba pifas. Una mañana, ya lo tenían en la mira y al pasar justamente frente a un colegio, cuatro o cinco niños caminaban a la par del automóvil Dodge de fabricación norteamericana en el que viajaba El Centauro y su escolta. No pudieron jalar los gatillos y tuvieron que esperar otros 2 días. Supe 78 años después que uno de esos chiquillos era Gregorio Wallerstein el muy afamado cineasta mexicano.
Días antes, el general Villa había telegrafiado a Canutillo para pedirle a su hijo adoptivo que le mandará 4 quesos: Dos con crema y dos sin crema. El mensaje cifrado quería decir que le mandará 4 caballos: Dos ensillados y dos sin silla.
Eran casi las 11 de la mañana de aquel 20 de julio de 1923, cuando Álvaro Obregón le cerraría el camino a Pancho Villa, dejándole libre el camino a la Presidencia de la República a Plutarco Elías Calles y aquella oligarquía sonorense se convertiría en la más sanguinaria del siglo XX. El automóvil Dodge color negro sería rociado de balas, Pancho Villa recibiría 13 disparos de calibres de uso del Ejército y cuando Pancho Villa soltó el volante y quedó colgando boca arriba, llegaría el diputado Jesús Salas Barraza a darle el tiro de gracia a la altura de la mollera.
Hoy, cumplimos 100 años sin Pancho Villa, el alma de la revolución. ¿Pero, sabe qué? Todos los mexicanos llevamos dentro a un Pancho Villa.