La viga en el ojo ajeno
¬ Luis Ángel García viernes 21, Jul 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
El Presidente es muy dado a utilizar las parábolas de Jesucristo -a veces se siente la reencarnación de Él- para hablar del prójimo, pero no las aplica en su persona ni en la actuación de su círculo más cercano. Xóchitl Gálvez lo obligó -en términos beisboleros-, a mover el cuadro, pero no encuentra la táctica para mandar a sus jardineros al fondo del parque, por lo que da palos de ciego y llega hasta la ilegalidad para contrarrestar el fenómeno de comunicación en que se ha convertido la hidalguense. En tres semanas y gracias a los yerros del inquilino de Palacio Nacional, la precandidata aliancista se acerca en las preferencias a las “corcholatas” que llevan un año en campaña, primero con recursos públicos, ahora echando mano de los guardaditos, y es una seria amenaza a la creencia de que estaban resueltas las elecciones de 2024.
Ante el desconcierto presidencial, que jugaba con las ilusiones de sus testaferros y sin ningún “plan B” a la vista, echó mano del aparato de Estado para desacreditar a la exitosa empresaria producto de la cultura del esfuerzo desde el púlpito del Salón Tesorería, en desacato de las leyes electorales, de la confidencialidad de los datos personales y en el uso faccioso e ilícito de las instituciones hacendarias y de inteligencia financiera.
Sin estrategia certera mandó a su cuadro hacia atrás para criticar, mediante sus voceros, a Xóchitl de corrupta con datos oficiales, pero erróneos. De tal suerte que, como el delincuente que huye para distraer la atención sobre él, grita “al ladrón, al ladrón”. Aquí aplica la frase bíblica y dicho popular de que ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Se precipitó con la información que ilegalmente obtuvo del SAT y de la UIF para tildar a Gálvez de corrupta.
Y es que este régimen tuvo como divisa de campaña que iba a desterrar la corrupción y meter a la cárcel a los infractores. Pero no solo no acabó con los corruptos, sino que prohijó una mayor inmoralidad. Son muchos los casos de apropiación indebida en su administración ante los que desvía la mirada o niega una realidad irrefutable. Contrario a lo que pregona, no sólo son iguales a los anteriores, son peores. Su cinismo lleva a acuñar frases como, pero los de antes robaban más o son campañas de desprestigio de los conservadores. Nunca reconocen que también son delincuentes de cuello blanco, como es el caso de Segalmex, donde se exoneró al director porque es padrino político del mero mero.
Nunca cuadraron las cifras de los supuestos contratos irregulares que, según el Presidente y sus testaferros, permitieron ganancias ilegales a las empresas de Xóchitl por mil 400 millones de pesos, pero había que decir al ladrón, al ladrón frente al multimillonario desfalco de Segalmex que hace palidecer a la “estafa maestra” y salen a decir que es poquito lo que se robaron. La viga es chiquita.
Más allá de la campaña en contra de la hidalguense avecindada desde niña en Iztapalapa y de la negativa presidencial a reconocer las graves irregularidades de su círculo cercano, lo inaceptable es la violación sistemática al Estado de Derecho, a la legalidad, a la falta de respeto a las normas con tal de degradar a los adversarios que presume tanto respetar. No se puede hacer uso partidista del aparato gubernamental para violentar los derechos de los opositores ni alentar persecuciones judiciales que exhiben que la maquinaria de la justicia está al servicio del Ejecutivo. Si en Palacio Nacional saben de la comisión de un delito, deben denunciarlo ante las autoridades y no fomentar los linchamientos mediáticos ni los juicios populares. Si el Presidente tiene pruebas del enriquecimiento ilícito de Xóchitl que lo denuncie ante la instancia correspondiente, no hacerlo lo convierte en cómplice.