Ya ni el deporte mediatiza
¬ Luis Ángel García miércoles 19, Jul 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Durante la década de los setenta y parte de los ochenta, el deporte fue utilizado por muchos gobiernos como una forma de mediatizar a la población. Regímenes totalitarios, dictatoriales, militaristas y uno que otro democrático con problemas de control político y social recurrieron al uso manipulador del deporte. Los nazis son un ejemplo claro del empleo político e ideologizante del deporte, expresión máxima para exaltar la superioridad de la raza aria, el rechazo a la posibilidad de que un negro pudiera derrotar a un alemán en el box o en el atletismo. Los golpistas militares en América Latina no fueron ajenos a ello, Janet Lever en su ensayo La Locura por el Futbol analiza muchos casos de mediatización social en los generalatos; periodistas como Eduardo Galeano o Gabriel García Márquez también evidenciaron en sus crónicas deportivas el manejo de las masas a través de las actividades lúdicas. La Guerra del Futbol o Guerra de las 100 Horas —término acuñado por el periodista polaco Ryszard Kapuscinski—, es claro ejemplo del uso político del futbol. En 1969 los gobiernos militares de Honduras y El Salvador, con fuertes problemas internos, aprovecharon un conflicto entre las selecciones de ambos países durante las eliminatorias hacia el Mundial México 70, para exacerbar el nacionalismo, no sólo de los hinchas, sino de toda una nación para dirimir problemas económicos y migratorios con el pretexto del balompié; por cierto, el tercer partido eliminatorio se jugó en nuestro país y El Salvador obtuvo su primer pase a un Mundial.
En México, también se ha visto el deporte no sólo como actividad lúdica, sino como espectáculo de masas y un buen negocio que deja mucho dinero a organizadores y gobiernos. Amén de ser un buen distractor a las enormes tribulaciones de los ciudadanos. Por eso las autoridades de muchas naciones se afanan en conseguir las sedes no únicamente de las copas de futbol, sino de las Olimpiadas, los partidos de la NFL, las Ligas Mayores, encuentros o finales del baloncesto, las peleas de box, entre otros deportes organizados. No sólo son las ganancias que generan, sino que, por unos días o un mes, la gente se olvida de sus problemas cotidianos como el desempleo, la inflación, la falta de vivienda digna, los malos servicios de salud o la inseguridad.
Lo curioso es que en nuestra nación ocurre exactamente lo contrario. Las autoridades gubernamentales se alejan del deporte y alejan a la población de esos distractores. No sólo desdeñan el chauvinismo que se genera en la afición que lleva hasta las guerras, sino que dejan de apoyar al deporte y nos condenan a la perenne mediocridad. En las épocas del priismo, cuando menos consolaban a la resignada afición a convivir con los continuos fracasos deportivos con un alentador “lo importante no es ganar, sino competir”.
El futbol es un negocio trasnacional donde poco puede intervenir el gobierno, pero en otras áreas como la que maneja la impresentable y traidora a los suyos -los atletas-, Ana Gabriela Guevara, es criminal que el Estado no apoye a los deportistas y que estos tengan que mendigar sus gastos. Pareciera que si por las administraciones fuera, México estaría condenado al eterno fracaso. Si hemos destacado en algunas ramas del deporte es gracias al esfuerzo personal de cada competidor ninguneado por quienes debieran posibilitar su desarrollo. Más raro aún, que el gobierno, tan dado al uso de los distractores para ocultar los graves problemas nacionales, no recurra al deporte como espectáculo manipulador de las masas.
Mejor Canelo Álvarez organizó una pelea en su tierra a precios “accesibles” para que los mexicanos lo pudieran ver pelear. Casi 400 medallas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe y una lánguida felicitación, no se diga del bochornoso episodio de las atletas de nado sincronizado, campeonas mundiales.
El mexicano de la calle, con grandes carencias, ya no se emociona ni con la Copa Oro.