Del Poder absoluto
¬ Luis Ángel García viernes 12, May 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
No cabe duda que el inquilino de Palacio Nacional quiere, no una Presidencia imperial como la ejercida durante el priismo, sino el poder absoluto, autocrático, de un sólo hombre, sin contrapesos, sin vigencia del Estado de Derecho, sin legalidad ni rendición de cuentas. La 4T, como oferta de proyecto político en campaña, resultó una entelequia, toda vez que en realidad buscaba únicamente acceder al poder y permanecer en él, sin resolver los problemas nacionales, sólo administrar la pobreza para crear una base electoral que garantizara el triunfo en los comicios y la legitimación del gobierno cada tres y cada seis años. Nunca pretendieron tener un programa de gobierno o el establecimiento de políticas públicas que posibilitaran la gobernanza, sino el ejercicio del poder absoluto, la imposición de un gobierno populista que controla al país, mediante la estatización de la economía, la militarización de la administración pública, la desaparición de los organismos autónomos e independientes, la disolución de la división de poderes, la ausencia de contrapesos, la anulación de la Constitución para gobernar por decreto, la ideologización educativa, el control de las universidades públicas y de la investigación científica, el rechazo a las calificadoras internacionales y el cambio de los indicadores económicos de desarrollo por los de bienestar. El poder omnímodo, omnipresente y omnipotente.
El elector, el ciudadano de la calle, no se dio cuenta del engaño, pero desde el inicio del sexenio se inició, no la trasformación del país, sino del sistema político y del Estado de Derecho; la base de ese proyecto político no fue acabar con la pobreza, sino administrarla -hay 4 millones de nuevos pobres-, mediante el uso electoral de los programas sociales para favorecer a los viejitos y a los “ninis”, carne de cañón que utilizan en los comicios para garantizar el voto. Pero para mantener esas dádivas, esos subsidios, acabaron con los fideicomisos, los fondos para desastres y emergencias, las guarderías y las escuelas de tiempo completo; se redujeron los presupuestos a las universidades y centros de investigación; se inició una estrategia para desacreditar y acabar con los organismos autónomos como en INE, el INEA, el Conacyt, la Cofece, el Ifetel, entre otros. Se buscó eliminar los contrapesos ciudadanos y toda aquella institución que obligara al gobierno a la rendición de cuentas. El pretexto era acabar con la corrupción, aunque ahora sea mayor que en el periodo neoliberal.
Después se fue sobre los Poderes de la Unión, mediante el sometimiento de un Congreso abyecto, convertido en una oficialía de partes que aprueba sin leer las iniciativas presidenciales, con dirigentes en ambas Cámaras serviles y rastreros que sin dignidad esperan su nominación, por el dedazo divino, a otros cargos de elección popular.
También en la primera parte del sexenio contaron con un presidente de la SCJN a modo, quien en acuerdos constantes en Palacio Nacional sacó resoluciones a favor del Ejecutivo. Sin embargo, no contaba con el relevo en la Corte, el cual no favoreció a la candidata del mandatario, sino que recayó en una mujer con carrera judicial, ética y comprometida con la ley. Como Poder no se ha dejado someter y por eso ahora la atacan -la polarización como sello de la casa-, y amenazan con un juicio político a los ministros, incluso para el año entrante proponen que sea ¡el pueblo, sabio y bueno, quien vote a los togados! Esa aberración jurídica, coreada por supuestos constitucionalistas como el traidor de Ricardo Monreal, no puede, no debe prosperar.
El Poder Judicial se ha convertido en el baluarte de la democracia, de la República y de la libertad, pero no puede todo; por ello no debe tener eco el llamado presidencial a votar por Morena, sería un suicidio y el país no lo merece.