México trágico
Freddy Sánchez jueves 17, Nov 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Aquello que con tanto orgullo solía uno escuchar y validar acerca de que “como México no hay dos”, actualmente es una apreciación equivocada.
Porque las circunstancias del presente parecen aferradas en demostrar que si hay “dos Méxicos”, el de la Cuarta Transformación y el de los que se niegan categóricamente a vivir como lo postula el gobierno de Andrés Manuel.
Así que sin duda el Presidente tuvo razón al afirmar que las manifestaciones del domingo pasado en favor del INE tuvieron la doble intención de expresar su rechazo: “En contra de nosotros”, dijo AMLO y no se equivocó.
En ese tenor, es apropiado señalar que ciertamente existe inconformidad en mucha gente en torno a las acciones del gobierno en turno y por lo mismo eso significa estar en su contra al menos en distintos aspectos de su estilo y propósitos de gobernar.
Uno de estos tiene que ver con la intención que no pocos perciben en la reforma electoral del Presidente considerando que tiene la intención (ni siquiera tan oculta), de eliminar al Instituto Nacional Electoral con la finalidad de crear otro alineado a las políticas institucionales, los mandatos e incluso caprichos presidenciales.
Sobre ese punto hay quienes afirman que algunos de los cambios legales que proponen la iniciativa presidencial en materia electoral se podrían discutir, pero uno en particular no amerita discusión alguna dado que se trata de “una manzana envenenada” contra la democracia, según ciertos críticos de lo que plantea el gobierno de AMLO.
Y es que a su decir desde que el Presidente sugiere que los candidatos a consejeros y magistrados electorales surjan de propuestas de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, evidentemente está queriendo manipular las designaciones, habida cuenta de que no sólo a diez los escogería él, sino que lo mismo haría con los que propongan Morena y sus aliados y una parte de los propuestos por el poder Judicial donde todo indica que su “voz se escucha y obedece” entre varios ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Así las cosas, los que fueran electos por la sociedad en una elección popular como propone el Presidente en su reforma electoral (sean quienes fueren los nombrados), en su mayoría llevarían “grabado en su pecho” los colores de Morena o más bien del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y eso justamente es lo que los críticos del gobierno y defensores del INE se niegan a aceptar poniendo en duda la eficacia y conveniencia de otras propuestas electorales provenientes del Palacio Nacional.
Bajo esa perspectiva y a sabiendas de que cuanto ha llegado para ser legislado en las Cámaras de diputados y senadores con la rúbrica presidencial no teniendo que ameritar la aprobación opositora, se legisla sin cambiarle ni un punto ni una coma, es por ello la desconfianza y el rechazo que entre muchos habitantes de este país ha causado la intención oficial de “meterle mano” al INE, entre otras controvertidas acciones institucionales.
Cuestiones estas que ciertamente millones de personas en este país no ven con “buenos ojos” y de ahí las reacciones de inconformidad ciudadana en las calles como ocurrió el domingo pasado.
Con la participación de una “minoría” que se agigantó en los recuentos oficiales, si consideramos que primero Martí Batres en la Ciudad de México cuantificó en 12 mil participantes, que luego el Presidente elevó a unos 60 mil, (misma cantidad que “certificó Claudia Sheinbaum), y a fin de cuentas Epigmenio Ibarra despectivamente redujo a “una rabiosa minoría” de 30 por ciento de la población, cantidad cercana a los que hicieron presidente a Andrés Manuel.
O sea que los que están a favor y en contra del actual régimen prácticamente equivalen a dos porciones iguales de la población, radicadas en lugares distintos del territorio nacional, algunos más y otros menos en ciertos estados, ciudades y municipios, pero en suma divididos y confrontados, unos aplaudiendo sin cesar al presidente en contraposición con esa otra parte que repudia la forma del gobierno de Andrés Manuel. Mal augurio acaso de un México trágico.