El fracaso de la Guardia Nacional
¬ Luis Ángel García lunes 15, Ago 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Mucho se ha polemizado sobre la incorporación de la Guardia Nacional a la Sedena y se entroniza la supuesta militarización de las tareas de seguridad pública. Nada más alejado de la realidad. Desde su creación, la Policía Federal Preventiva (PFP) estuvo integrada por soldados y ex miembros de las fuerzas castrenses; los once mil elementos con que se integró salieron de la Defensa Nacional, sus mandos eran militares y sus funciones y estrategias obedecían a las que realiza cualquier ejército en el mundo, con la diferencia de que su oponente no eran fuerzas armadas de otros países, sino sicarios del crimen organizado o delincuentes comunes y más que reprimirlos su función era de disuasión o prevención del delito.
Con criterios políticos y sexenales, se modificó la estructura de la PFP, la que pasó de Gobernación a una secretaría ex profeso de Seguridad Pública, para luego ser desmantelada y regresarla efímeramente a la dependencia encargada de la política interior. Durante la 4T, se diseñó una entelequia de seguridad ciudadana y se le agregó la protección civil. Pero en cuanto a la seguridad, con la creación de la Guardia Nacional —militares con otro uniforme—, los civiles dejaron de manejar la seguridad, reduciendo el papel del secretario al medio control de los reclusorios federales. Extinguieron a la PF y los soldados se quedaron con la estrategia de seguridad, pero la falta de una política pública de seguridad hizo irrealizable la idea de abrazos, no balazos; no sólo era reconocer y atacar las causas sociales de la inseguridad como la pobreza, el desempleo y la falta de educación, sino de ejercer el uso legítimo de la fuerza de manera proporcional.
La incorporación de la Guardia Nacional a la Sedena es el reconocimiento tácito del fracaso de la 4T en materia de seguridad, con el agravante de que serán ahora los militares los que tengan que hacer las tareas de prevención del delito, área en la que no están capacitados, porque sus funciones son represoras. Los soldados están entrenados para enfrentar, con fines letales, a sus oponentes. Ya sin el disfraz de Guardia Nacional, las fuerzas armadas tendrán que atacar al crimen organizado sin importar las detenciones, sino el sometimiento de los delincuentes. O, si esas son las instrucciones, hacerse de la vista gorda y ser comparsa de los narcotraficantes, los tratantes de personas, los contrabandistas de armas, entre otros especímenes.
Mientras tanto, el gobierno federal seguirá con el recorte en el presupuesto de distintas dependencias para garantizar el uso clientelar de los programas sociales, con la idea de que con eso se combate la inseguridad. La falta de planeación económica ha creado cuatro millones más de nuevos pobres y difícilmente se podrá reducir el índice de pobreza en el país. Lejos estamos de haber mejorado los estándares de bienestar.
A la 4T no le ha “caído el 20” de que ha desperdiciado cuatro años en el diagnóstico de la inseguridad, y que para atacar ese fenómeno social deben ir de la mano, tanto la represión de los delincuentes como la prevención del delito, facultad primigenia de las policías preventivas, y para eso no está preparado el Ejército.
Si realmente se quiere garantizar la seguridad de una nación, se debe fortalecer la función del secretario de Seguridad Pública y darle el mando total de una fuerza policial de civiles -o de ex militares que no obedezcan a la estructura jerárquica de la Sedena-. Pero lejos de hacer ese planteamiento, la 4T reduce a la SSPC al papel de custodio de penales federales y al manejo faccioso de las estadísticas de la incidencia delictiva.
Se acorta el tiempo y la seguridad pública es la asignatura pendiente de la 4T. Los actos violentos de las últimas horas en cuatro estados y la retención de 25 elementos de la GN en Michoacán dan testimonio de su fracaso.