Carta a López Obrador
¬ Francisco Reynoso miércoles 25, May 2022Triple Erre
Francisco Reynoso
El presidente López Obrador está empeñado en agredir y ofender a los médicos mexicanos. Y ahora dice que quienes los defienden y por ende atacan a los cubanos, cosa que es otra mentira vil, son clasistas, racistas e hijos de María Morales.
Tenemos en nuestro poder una carta que el doctor Javier González Maciel envió a López Obrador. Es importante conocerla. Transmite el sentir de un gremio heroico y que tendría que ser reconocido como una gloria nacional.
Compartimos la carta íntegra:
Señor presidente AMLO:
Me enorgullezco de ser lo que usted insistentemente vitupera y desprecia desde su corta y sesgada visión del mundo. Soy producto del estudio y del esfuerzo, del sacrificio y el tesón, no de la dádiva interesada y ventajosa que usted dilapida con sombrero ajeno sin ningún pudor, intentando comprar la voluntad y la simpatía de aquellos que, por su condición de pobreza y obligados por la necesidad, son proclives a caer en sus redes de engaño y de mentiras.
He servido a la cardiología de este país durante más de 30 años, en el Hospital General de México, orgullo de esta nación por estar destinado desde siempre a resguardar y a devolver la salud al sector más desprotegido y vulnerable de este país. A pesar de que ser lo que soy ha implicado dedicar al estudio formal 25 años de mi vida, puedo gastar sin vergüenza cada peso que me llevo al bolsillo, producto natural de un trabajo honesto y de una actividad productiva que, aunque usted lo dude, contribuye más al progreso que su discurso incendiario y resentido, cuyo único propósito es descalificar, dividir y confrontar a los mexicanos.
No pretenda señor Presidente endosar al gremio médico, al que desde su retorcida concepción ideológica y su profundo resentimiento político ha tachado de mercantilista, la responsabilidad de esta desgracia sanitaria; en el delirio megalómano de sus proyectos, de muy cuestionable utilidad para el desarrollo de nuestra nación, desoyó la voz de los expertos que lo conminaban a tomarse en serio la amenaza que se cernía sobre la población, desatendió con insistentes recortes al presupuesto sanitario a esos pobres que asegura defender y condenó a miles de familias al sufrimiento de una enfermedad en medio del desabasto y las carencias materiales.
La vida espiritual que exige en los demás, no cuadra con su ambición política desmedida ni con el desprecio y la falta de empatía que ha mostrado por las mujeres vulneradas, por las víctimas de la violencia o por los enfermos que, golpeados por la pandemia, esperan entre el dolor y el sufrimiento el respeto, la seriedad y la preparación que corresponden a un verdadero jefe de Estado.
No se engañe señor Presidente, no hay bienestar posible donde falta la salud, ni puede surgir espiritualidad alguna en quienes padecen hambre y pobreza al verse empujados, por sus ineptas decisiones, al vórtice de una economía decadente.
No señor, en el epicentro de una crisis educativa y social o en medio de la tensión y el miedo que han generado la violencia y la inseguridad, que tan mediocremente ha combatido, la única transformación posible no transita por el camino del progreso, sino por el sendero del desamparo, el abandono y la miseria.
Sr. López Obrador:
A veces cuesta trabajo creer que sea usted el Presidente de un país, de esta nación generosa y magnífica que no se merece su ignorancia supina. Déjeme decirle que luego de haber completado una especialidad médica en México, estudié en el extranjero una alta especialidad, con los ahorros de dos largos años de trabajo ininterrumpido y con una pequeña beca que me concedió un Consejo Médico por mi desempeño académico. Gracias a esta formación he podido ayudar a miles de mexicanos a recobrar su salud durante casi 30 años de carrera. ¿Y por haber completado mis estudios fuera de mi país afirma usted que debería avergonzarme? Fue sin duda un tiempo difícil; Yo no me hospedé en hoteles de lujo, ni renté un jet privado, ni viajé a cuerpo de rey como lo hacen sus hijos con el dinero del erario. ¿Pero qué se puede esperar de las declaraciones de un Presidente que busca a toda costa dividir a la nación? ¿Qué puede venir de un Presidente que en vez de comportarse como un estadista y de gobernar sin distingos para todos los mexicanos, fomentado así el progreso y el logro productivo, atiza el rencor, aviva el resentimiento y siembra el encono entre sus huestes?
¿De dónde saca usted la autoridad moral para juzgar a quienes, como yo, contribuimos al crecimiento del país? ¿Usted que se ostenta como el combatiente de la corrupción, tolerándola con descaro entre sus leales y serviles? ¿Usted, que en sólo dos años acabó con el empleo y con la inversión extranjera y que sumió al país en la peor crisis económica de la que tengamos memoria? ¿Usted, que entre los miles de muertos causados por la pandemia, entre los cada vez más numerosos ejércitos de sicarios que matan y masacran sin piedad a nuestra gente y ante los cadáveres de esas 30 mujeres que a diario son asesinadas en este país, dedica sus mañanas a promociones partidistas y a ocurrencias electoreras? ¿Usted que aplica la ley a discreción o que la sujeta al capricho del pueblo y que no tiene reparos en condonarle sus delitos a un delincuente confeso con tal de que se comprometa a enlodar a sus enemigos? ¿Usted que llamándose demócrata pretende a toda costa infiltrar a sus esbirros en los organismos electorales? Mentira!.. A usted no le importan los pobres, pues a su visión mezquina y anacrónica de la realidad le cuadra perfecto la expansión de la miseria; ahí es donde compra sus lealtades y donde subyuga con su dádiva la voluntad de los desamparados. Los expertos estiman que sus desatinos y su mal gobierno añadirá a las filas de la pobreza, sólo en este año, a 23 millones de personas (1366 nuevos pobres por hora) que le pasarán factura en el juicio de la historia. ¡Antes de juzgar con ligereza a los demás, reflexione en sí mismo; a diferencia de usted y de los políticos mediocres que han gobernado este país, los verdaderamente grandes rectifican el rumbo en la desgracia, antes que sacrificar a una nación entera en el abismo de la megalomanía, la terquedad y la torpeza!