Hasta los militares en campaña
Armando Ríos Ruiz miércoles 6, Abr 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Basta que el Presidente sentencie que su secretario de Gobernación no hace campaña ni promueve la “consulta” de Revocación de Mandato, para que sus obtusos simpatizantes le crean hasta el delirio, como persuadidos de que es el mismo Dios quien profiere las palabras o como si estuvieran convencidos de que el de Macuspana es el instrumento que utiliza El Creador para expresar sus sentimientos y sus veredictos.
Todos los mexicanos conscientes se dieron cuenta de que este fin de semana, Adán Augusto López hizo un viaje a estados del Norte, además en un avión de la Secretaría de la Defensa, para participar en mítines a favor de la Revocación de Mandato urgida por el propio mandatario. Con decir que lo anterior no es cierto, pese a existir en las redes sociales miles y miles de réplicas de los eventos, el Presidente pretendió ocultar los hechos. Muchos le creyeron
Pero en lo que va del sexenio hemos sido testigos de actos que jamás habíamos siquiera soñado. Hoy, el secretario de Gobernación se olvida de sus actividades y se va a hacer proselitismo, con alabanzas ridículas al “mejor Presidente que ha tenido México”. Otros altos funcionarios hicieron lo mismo.
Los otrora orgullosos representantes de las fuerzas militares, convertidos en mercaderes, en constructores y en todo lo que es ajeno a sus tareas de salvaguarda de la nación, han entrado en ese juego perverso de obediencia ciega al que manda y también se han olvidado de todo. Que el primero lo haga, tal vez no es tan estrictamente importante. Que los militares lo secunden, resulta bastante grave. Significará más pronto que tarde, un gran motivo de arrepentimiento.
Los militares han consentido también, como hechizados por el fluido canto que brota de la garganta de las sirenas, en secundar las intenciones de dictadura que inspiran al tabasqueño y que cada día que transcurre hace notar con el mejor cinismo. Sin el mínimo recato. Sin el menor dejo de discreción. Sin ocultarlo. Ya sea en su misma figura o en los hombros de quien imponga como sucesor.
El dinero y el poder hacen maravillas. Las actividades de las fuerzas castrenses, multiplicadas por doquiera, han hecho su efecto y ahora, los que antes -como le encanta decir al Presidente-, mostraban respeto a México y juraban servir a su patria, han entregado su voluntad a un sólo hombre, comprometido con arrasar todo lo que pueda. Con destruir a pasos gigantes, las instituciones que sirven para dar cobijo a quienes aman a su suelo, que sin duda debe haberlos.
Los militares aparecen como fascinados en videos y fotografías que han circulado en medios de comunicación y en las redes sociales. ¿Qué importa que la delincuencia se desborde como nunca, si también coadyuva con las tareas de sometimiento y de “convencimiento” a quienes se manifiestan en contra de los intereses del gobierno, a la hora de las votaciones?
Mientras todo esto ocurre a los ojos de los mexicanos y de otros países que no dejan de observar con preocupación lo que aquí pasa, la oposición sólo dedica su tiempo a criticar, pero con los brazos cruzados. En lugar de ocupar su tiempo en ir a la provincia de manera sistemática a intentar convencer a los mexicanos de lo que significa su oposición. En lugar de abandonar la trinchera de su ineficiencia repleta de discursos huecos, que no convencen ni a sus correligionarios.
México es hoy un país que se transforma a una velocidad inusual, en sólo tres años de un nuevo gobierno. El mismo que promueve su transfiguración. Pero evidentemente, no en lo que presume su artífice, sino en el infierno que tal vez soñó algún día el que hoy manda, para vengarse de los que le profirieron algún insulto en su niñez o de los que según él, le arrebataron triunfos políticos en el pasado, que peleó en las calles en su momento.
¿Y quién impondrá un castigo a los que hoy hacen labor de proselitismo en tiempos de veda electoral? Todos en Morena se han volcado en la promoción de la revocación, sin el menor respeto y en diferentes estados del país. Lo que venga después, que no preocupa, será otra cosa.