No es Loret, es la libertad de expresión
¬ Luis Ángel García lunes 14, Feb 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Para nadie es desconocido que el Presidente tiene especial animadversión por la prensa, no sólo con los propietarios de los medios de comunicación, sino contra los periodistas, los opinadores, los columnistas y quienes critican al inquilino de Palacio Nacional o el proyecto político de la 4T.
La estrategia de comunicación política que se maneja desde la Presidencia está concentrada en la persona del mandatario, no hay más vocero en el gobierno federal que él. Ha anulado a su gabinete, los ha convertido en meros floreros, burócratas que reciben y cumplen órdenes, aunque sean contrarias al sentido común o desafíen el escrutinio del rigor técnico, científico o de buen gobierno.
Quien marca la agenda nacional es el Presidente, lo que no necesariamente significa gobernar bien, pero garantiza con las mañaneras que se transmitan sus mensajes sin ruido, monopoliza la comunicación social y posiciona su verdad, sus otros datos y ataja cualquier intentona de descalificación. A lo largo de tres años ha mediatizado a la opinión pública y controlado a quienes participan de su conferencia mañanera, con reporteros a modo incapaces de cuestionar al Ejecutivo.
Todo era miel sobre hojuelas, la táctica informativa permitió polarizar a la sociedad, controlar a los medios, acotar las críticas, descalificar a los opositores, exhibir y denostar a los periodistas serios, hacer de la ficción una realidad. Pero llegó el día en que esa entelequia tenía que eclipsarse. Finalmente, una noticia, un reportaje de investigación se convirtió en el misil que dio en la línea de flotación de la 4T. Hizo volar en mil pedazos la narrativa oficial de la honestidad y la austeridad casi franciscana. No más pañuelos blancos que anuncien el fin de la corrupción, ya no tiene sustento la frase “no somos como los otros” ni cuentan más con autoridad moral para decir que los gobiernos anteriores robaron y vivieron con una ostentación que ofendía al pueblo.
El reportaje de Latinus, difundido por varios medios, acabó con el proyecto político de la 4T. A diferencia de otras intentonas mediáticas que exhibieron la corrupción oficial -como los videos donde aparecen los hermanos del Presidente con fajos de dinero que justifican como “aportaciones” para el movimiento-, en esta ocasión quien protagoniza el conflicto de interés y una vida de “mirrey” es el mismísimo hijo del Presidente, el que habitó lujosísima mansión en Houston, propiedad de un directivo de la empresa petrolera que tiene negocios con Pemex y que se vio favorecida con jugosos contratos desde 2019, año en que el junior ocupó esa insultante residencia por algunos meses. ¿Dónde quedó la austeridad republicana, casi franciscana? ¿Por qué no se investiga un posible caso de corrupción? Ante la contundencia de las evidencias y sin una estrategia mediática que pudiera distraer a la opinión pública, como había funcionado con otros temas, en esta ocasión no operó “la pausa en las relaciones con España” ni las arengas para satanizar el supuesto capitalismo rapaz y corruptor de las empresas ibéricas.
Entonces Carlos Loret de Mola -quien no hizo el reportaje, sino uno de los reporteros de su agencia-, se convirtió en el villano favorito. Pero ni eso valió, porque no pudieron desmentir la información, cuanto más la defensa presidencial exhibió a un hijo mantenido. Por eso buscaron desprestigiar a Loret y presentarlo como corrupto, pero sólo lograron victimizarlo.
La desesperación del inquilino de Palacio Nacional lo ha hecho incurrir en la comisión de varios delitos al publicitar los aparentes ingresos del periodista y atentó contra la seguridad del comunicador al violar las disposiciones sobre protección de datos personales.
Pero como la 4T está acostumbrada a transgredir permanentemente la ley, lo más seguro es que no se enjuicie al mandatario, como ocurriría con cualquier otro ciudadano que incurriera en esas prácticas. El atentado contra Loret es una agresión a la libertad de expresión.