Pobres representantes populares
Armando Ríos Ruiz miércoles 15, Dic 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
¿Qué hace un diputado? La primera respuesta que vino a mi mente es: representar un sector del pueblo llamado distrito, cuyos habitantes fueron a las urnas a depositar el voto a su favor, que se traducirá en la elección de su voz en la Cámara de Diputados. Los ciudadanos son los que lo hacen llegar a la representación, para que intervenga en su favor. Algo así como “voto por ti, pero tú tienes el compromiso de ayudarme a subsanar mis problemas como ciudadano.
Una vez en esa parte del Congreso, debe hacer y proponer leyes para edificar una vida mejor de sus representados. Debe vigilar y sancionar desvíos del gasto público de los gobiernos estatales y de los municipios, así como de la propia cámara. Debe apoyar a los ciudadanos para señalar el camino que lleva a la mejor solución de sus problemas.
Una tarea muy importante consiste en su conversión en el contrapeso del Poder Ejecutivo, porque debe regular, frenar y vigilar que se implementen correctamente las políticas públicas e imponer sanciones en caso de no observancia de esta materia.
¿Cuántos puntos de los señalados observamos que cumplen nuestros flamantes representantes populares, una vez consumada la conversión? La gente ha cobrado conciencia de que ninguno y hasta reclama a los candidatos que sólo se acuerdan de las personas en edad de votar, cuando buscan el voto. Después desaparecen para no ser vistos, sino hasta que lo necesitan de nueva cuenta.
Lo curioso es que, a pesar de esa conciencia, vuelven a sufragar por quien más les simpatiza, a sabiendas de que inevitablemente ocurrirá lo de siempre. De que sólo serán usados como resortes para impulsarlos hacia las cámaras, ya sea en el Congreso de la Unión o de los congresos locales.
Son mal llamados representantes populares. Este nombre es sólo una simulación. En la realidad son la voz de los intereses de los partidos por el cual son postulados y en el caso del oficial, lo son incondicionalmente del Presidente de México, a quien sirven sin chistar. A quien brindan su auxilio con la sonrisa por delante, por más descabellada que sea la propuesta que deben apoyar.
Medio saber leer es más que suficiente para ocupar una curul. Entender las iniciativas no tiene la mínima importancia. Con que su coordinador ordene cómo votar a favor o en contra, sobra.
¿Alguien ha sabido por ejemplo, qué iniciativas han presentado personajes ayer prófugos de la justicia y hoy senadores o diputados, verbigracia Nestora Salgado? De lo que estamos informados es del enorme esfuerzo para levantar la mano en señal de aprobación de las propuestas presidenciales o que por lo menos signifiquen alguna importancia preocupante para el mandatario.
Pues a pesar de que “trabajan” seis meses (así, entre comillas) y descansan otros seis, pasean, hacen negocios limpios y sucios (menudean más los segundos) y sólo acuden a las cámaras a levantar la mano de acuerdo con la decisión de sus jefes y hasta a dormir, sin exagerar un átomo; logran ingresos envidiables, que no se quedan en el salario mensual, el cual ajustan cuando quieren. Por cierto, es el único momento en que se ponen de acuerdo.
Otro negocio consiste en recibir excelentes tajadas de numerario por el hecho de aprobar alguna ley. He vivido esos hechos. Por llevar a algún cargo a determinado político, que no repara en “maicear” a los codiciosos representantes. Por votar a favor de alguna nueva encomienda.
Los he conocido que fuera de su función de sentarse en la curul y permanecer ahí amodorrados y aburridos en muchas ocasiones, se han dedicado a despojar de sus propiedades, principalmente en las entidades federativas, a los campesinos que sufren la desgracia de poseer alguna que interese al representante popular.
Acaban de publicar los medios, que el Congreso de la Unión ya tiene en mente un presupuesto para 2022, de 1,600 millones de pesos.