Cuántos más
Ramón Zurita Sahagún lunes 9, May 2011De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La cifra de muertes por asesinato ocurridas en México crece con rapidez, sin que se encuentre un método para frenarlas.
Y es que a la guerra contra la delincuencia organizada se suman los decesos provocados por la negligencia de los patrones para dotar a los trabajadores de las condiciones mínimas de seguridad.
Son catalogados como accidentes, pero en realidad son crímenes imprudenciales los sucedidos en minas, donde los trabajadores laboran sin las condiciones necesarias para garantizar su seguridad.
Sin embargo, lo precario de su situación los hace vulnerables y presa fácil para un empleo que lo es, pero con alta peligrosidad.
El caso de los mineros es siempre sumamente polémico y la respuesta de las autoridades es casi la misma, hacerse de la vista gorda ante los abusos que contra ellos se cometen.
Coahuila se significa en los años recientes como el estado donde las tragedias se suceden una y otra vez y provocan la muerte masiva de trabajadores empleados en esta industria.
Lo de Pasta de Conchos continúa siendo un referente de la negligencia con que actúan las empresas y de la falta de carácter de las autoridades para meterlas al orden.
Está fresca la tragedia, cuando ocurre una de similar dimensiones, con menos muertos, pero resultado también de la impunidad, que se convirtió en el principal problema del país. Y si a eso se le agrega los asesinatos que a diario se cometen en diferentes partes del territorio nacional y los cadáveres que aparecen por racimo en fosas clandestinas, la situación en cuestión de seguridad se torna escandalosa.
Pero lo peor de todo, es que las autoridades asoman la cabeza cuando los reclamos suben de tono, ya que es hasta ese momento cuando asumen parte de su responsabilidad, sin solucionar las cosas y apelando a la comprensión y al criterio de la ciudadanía.
Sin embargo, el paso de los días y las semanas muestra de nueva cuenta que las circunstancias no cambian y que las autoridades tampoco resuelven el grave problema de la seguridad en todos los aspectos y las fallas en empleos riesgosos continúan y la violencia impera en todo el país.
Marchas y protestas contra la violencia y en favor de la paz se presentan en toda la República y los gritos y exclamaciones se asumen como clamores y estandartes de la población, en la angustia de frenar los abusos y la impunidad reinante.
Estamos hartos, si no pueden renuncien, basta de sangre, no más sangre y otras exclamaciones han sido bien recibidas por una ciudadanía ávida de respuestas que no llegan.
Por el contrario, el baño de sangre continúa siendo ahogando al país en todos sus rincones, sin importar si es la parte norte, sur, centro, el golfo o el Pacífico.
Las marchas como método de protesta contra la violencia y a favor de la paz, parecen haberse agotado como medio de expresión, ya que es cierto que reúnen a unos miles de quejosos y que el tema se mantiene en el centro del debate por unas semanas, pero después de ello nada sucede.
El gobierno, en todos sus niveles se olvida del tema y al asesinato de un personaje importante o de un familiar de alguien mediático, las cosas se inician de nueva cuenta, como una fuga por la que la ciudadanía puede expresar su descontento con las autoridades y su reclamo porque se otorguen las condiciones mínimas necesarias para garantizar la seguridad de la población.
Mientras tanto, los muertos se acumulan, la violencia continúa campeando en territorio nacional, la impunidad reina y las autoridades se mantienen impávidas, a la espera de que le lleguen los nuevos reclamos.
El propósito de la marcha convocada por el poeta Javier Sicilia se cumplió, la gente salió nuevamente a las calles, el Zócalo de la ciudad de México se pobló de protestantes, aunque el número de estos dista mucho de otras manifestaciones similares ocurridas en la capital del país.
La convocatoria de Sicilia es con el propósito de vencer el miedo y expresar el desacuerdo de la población contra las nefastas y mal aplicadas políticas de gobierno que mantienen esta zozobra.
La intención es la de recuperar el rumbo del país y marchar por el camino correcto, sin los desvíos y trazos equivocados de las políticas gubernamentales que por décadas se han aplicado en el país.
Algo que resulta sumamente significativo es la unificación de movimientos que convergieron en esta manifestación silenciosa.
Personajes que han encabezado sus propios movimientos marcharon dentro del nada compacto grupo que partió de Ciudad Universitaria y llegó al centro de la ciudad de México.
La familia Lebaron de Chihuahua, la gente de San Salvador Atenco, la familia Gallo, sin dejar de lado a los oportunistas que aprovechando la tragedia familiar se han convertido en corifeos del gobierno se dieron cita en esta representativa protesta.
Ahora habrá que esperar si con esto las autoridades tienen una respuesta o continúan padeciendo ceguera y sordera ante los reclamos ciudadanos.
LA GRISURA DE TORANZO
En San Luis Potosí se muestran signos de arrepentimiento por la elección del 2009 que favoreció al priísta Fernando Toranzo, un personaje de tal grisura que ni siquiera su nombre se la graba a la población.
Después de seis años de un gobierno panista pujante como fue el de Marcelo de los Santos, la ciudadanía esperaba que regresar a los priístas a la administración estatal resultaría un acicate para el nuevo gobernante.
Sin embargo, en el terreno de los hechos no resultó así y la apatía y la inacción son los signos de representación de la administración estatal que encabeza Fernando Toranzo y que contrasta con el dinamismo de Victoria Labastida, alcaldesa de la capital del estado.